«Barbie Boy» Capítulo 3

Capítulo 3

 

Bill se encontraba en una de las mesas del lugar soplando suspiros de fastidio cada tres por dos segundos. Apoyó un codo sobre la mesa colocando todo el peso de su cabeza sobre su mano, luciendo totalmente aburrido y hastiado. La música, el lugar, las personas ¡TODO! le parecía molesto y no sabía por qué… o eso es lo que se limitaba a creer. Que Georg le prohibiera tener contacto con ese tal Ken se había convertido en una herida abierta y dolía, dolía mucho. Ken era guapo, simpático, gracioso y divertido… pero muy insistente y eso le había causado molestias con Georg y ese era su principal problema, tener un novio al que ya no quería y encima posesivo. Quizá debería tomar el consejo de Gustav y enfocarse sólo en encontrar la felicidad porque estaba claro que con Georg no se sentía así. ¿Pero cómo hacerlo?

Gustav aún seguía secuestrado por las locas muñecas que no dejaban de abrazarlo y consentirlo. Aunque estaba claro que a Gus le molestaba su acoso, no hizo nada por impedirlo, temía ser grosero con ellas. Buzz por otro lado, tampoco se encontraba con Bill. Ante su sentencia “quédate aquí y no hagas nada estúpido” Bill le falló al quedarse ahí y obedecerlo. No había nada más estúpido que eso.

 

Así que decidido se puso de pie. Lo primero que hizo fue localizar a Geo y asegurarse de que él aún se encontraba charlando con sus amigos. Se dio la vuelta y se mezcló entre la multitud con la única intención de divertirse. Esto era una fiesta al fin y al cabo y él siempre había sido el rey en ellas mucho antes de conocer a Georg. Por casualidad pasó cerca de la mesa donde había visto a Ken con su Ex y alzó una ceja cuando no encontró ni a uno ni al otro. Se encogió de hombros y sacudió la cabeza como si así lograra alejar los malos pensamientos. Se dirigió a la barra con la intención de beber algo pero al llegar dio un brinquito inconsciente cuando unos dedos fríos le tocaron un hombro. Localizó una bonita sonrisa junto a él.

 

—¡Bill, viniste a buscarme, no me lo creo!

 

—¿Eh? —Bill apenas y reaccionó—. Yo no…

 

—Jamás pensé que lo harías —los ojos de Tom brillaban y Bill no pudo evitar perderse por un segundo en ellos. Un pequeño regocijo lo invadió al no ver a Ria por sus alrededores, pero lastimosamente Bill se oscureció al no poder expresar su alegría ni tampoco ser amable con el chico frente a él aunque eso era lo que quería hacer. Si Georg los veía juntos nuevamente… ya no quería ocasionarle ningún problema a Ken—. ¿Entonces ya te diste cuenta? —Tom continuó, ajeno a los pensamientos de Bill.

 

—¿Darme cuenta de qué?

 

Tom sonrió y se acercó más. Bill hizo todo lo contrario.

 

—De que tú y yo somos el uno para el otro.

 

Barbie rodó los ojos.

 

—No especules, ni siquiera sabía que estabas justo aquí. Sólo vine por una bebida.

 

—¡Yo te la invito!

 

—No, gracias.

 

—¡Oh, vamos! Ya no hagas eso, no te hagas el difícil, no muerdo.

 

—¡Pues yo sí, así que por favor, ya no te me acerques más!

 

Y sin pedir ningún trago, se alejó de la barra huyendo como Cenicienta a media noche. Claro que Cenicienta tenía a su príncipe azul, como Barbie de ley tiene a Ken. Así que era predecible lo que estaba a punto de pasar.

 

¡Córrele que se te va! Una vocecita gritó dentro de la cabeza de Tom y él le hizo caso.

¡Córrele que te alcanzará! Otra vocecita advirtió dentro de la cabeza de Bill.

 

Tom empujó a un par de personas que bebían a su lado y una de éstas se echó el vaso encima, pero a Tom poco le importó. Casi se rompe la boca cuando se tropezó con los pies de un chico que se atravesó en su camino pero Tom siguió como si nada. En ese momento sólo tenía ojos para una sola persona y esa persona se estaba yendo de su lado. Sintió miedo, impotencia y dolor ante el continuo rechazo de su parte, así que cuando por fin alcanzó el brazo de Barbie boy, y lo hizo girar frente a él con una interrogante en su rostro, no supo si fue por verlo jadeando y colorado por la rápida caminata repentina o quizá fue la presión al pensar en perderlo para siempre que lo hizo aferrarse a aquel impulso desesperado y ponerlo en marcha al tomarlo del rostro y besarlo.

 

Las princesas encuentran a su amor verdadero con un beso. Blanca Nieves regresó de la muerte con el beso de su príncipe; la Bella durmiente despertó de un sueño eterno cuando su salvador la besó, y Bella liberó de una maldición a la Bestia de la misma forma al igual que una Princesa lo hizo con un Sapo. Así que con esa misma fórmula, Tom esperó que su táctica funcionara.

Sin embargo, se olvidó de un detalle.

Bill no era una princesa.

 

El beso no llevaba ni tres segundos cuando Bill lo apartó bruscamente y con la cara roja de vergüenza, miedo, coraje ¡lo que sea! Hizo su mano un puño y tomó vuelo antes de estamparle un fuerte golpe, aterrizando justo en el ojo izquierdo de Tom.

 

Algunas personas se quedaron en shock al ser testigos pero no se acercaron, sólo permanecieron inmóviles preguntándose qué diablos estaba pasando.

 

Tom en cambio arrugó el rostro y se llevó una mano al ojo, apretándolo fuertemente tratando de calmar el punzante dolor aún sin creer lo que acababa de pasar. Se quedó ahí de pie observando a Bill con su ojo sano, su puño aún flotaba en el aire. Bill parecía estar en shock, sus ojos demasiado abiertos como para indicar un pequeño atisbo de arrepentimiento, pero Tom no estaba muy seguro. Sus hombros subían y bajaban agresivamente.

 

—Bill… —Tom comenzó con un gesto de preocupación en su cara pero Bill, pareciendo reaccionar ante la voz de Tom parpadeó y, retrocediendo un par de pasos, dio media vuelta y se marchó de ahí.

 

Los presentes volvieron a lo suyo con un nuevo chisme en boca. Andreas corrió hacia Tom y lo ayudó a enderezarse aunque su cuerpo no estuviera lastimado. Pero Tom lucía bastante decaído como para desplomarse en cualquier momento.

 

—Hey, ¿qué pasó? ¿Estás bien?

 

Tom asintió.

 

—No es nada.

 

Andreas frunció la boca y llevó a Tom a la mesa más cercana que encontró.

 

—Eso fue duro.

 

Tom negó y siseó tras el repentino dolor de cabeza.

 

—Me lo merezco, Andy. Me pasé de la raya.

 

—Bueno, Tom ¿qué quieres que te diga? ¡Te lo dije! Te dije que no era una buena idea, te advertí que tendrías problemas pero como siempre hiciste de oídos sordos y mira, estas son las consecuencias.

 

El muñeco Ken sonrió lastimeramente.

 

—Pareces mi madre. Aunque sí, tienes razón. Pero ya, shhh, que me haces sentir peor —Tom suspiró abatido—. Con esto me queda claro que no está interesado en mí.

 

—Lamento que las cosas salieran así.

 

—Está bien.

 

Andreas palmeó el brazo de su amigo, dándole ánimos.

 

—¡Ouch! Bill estará vestido de niña y todo pero, veo que tiene un buen brazo. Se te está poniendo negro el ojo.

 

—Maldición —ya lo presentía al sentirlo palpitar y palpitar—. Voy al baño a ver qué puedo hacer.

 

Dejando a Andreas atrás, llegó al baño y agradeció encontrarlo vacío. Fue directamente hacia los lavamanos y observó su rostro a través del espejo. Chasqueó la boca. No lucía nada bien. Su peluca estaba despeinada y efectivamente el contorno de su ojo izquierdo había tomado un tono oscuro y doloroso. Estaba consciente que se merecía ese golpe por haber sido irrespetuoso; pero jamás imaginó que éste sería el final. Los besos unen corazones, ¿por qué no pudo hacerlo con el suyo?

 

Aturdido, exhaló rindiéndose ante los hechos. Se sacó la peluca con mucho fastidio y nuevamente se miró al espejo. Su cabello estaba revuelto, se había amarrado el pelo en una cola y varios mechones rebeldes cayeron frente a sus ojos. Sopló tratando de apartarlos pero cuando vio que no resultó no hizo más intentos. Entonces recordó que llevaba lentes de contacto. Se preocupó por su ojo malo y lo examinó con mucho cuidado asegurándose de que el lente siguiera ahí y no perdido en algún lugar dentro de su ojo. Quiso sacarlo para prevenir cualquier infección pero recordó que no había llevado el estuche así que sólo se limitó a escrudiñar cada rincón herido mientras ideaba cómo resolver su problema. ¿Por qué no había ido de pirata? ¡Así al menos tendría un parche! Peleó consigo mismo.

En ese momento uno de los cubículos se abrió.

 

Un sensor se activó dentro de Tom al escuchar un ruido tras de él. Vaya, no pensó que hubiera alguien dentro. Instintivamente miró a través del espejo quedándose rígido ante el reflejo de aquella muñeca alta que caminó directamente hacia los lavabos con la mirada concentrada en sus pasos. Se acomodó justo a un lado de Tom ajeno a su presencia.

Ken tragó saliva, más pesado que ningún otro día, y sin saber cómo actuar decidió seguir como si no estuviera allí. Abrió el grifo y se mojó el rostro con el agua fresca siendo ésta su única manera de esconderse. El avestruz metió la cabeza en un agujero.

 

Bill en su caso, se lavaba las manos muy concentrado en su labor cuando notó una maraña de pelos recostada a un lado del lavamanos. Frunció el ceño ante la peluca, mirando automáticamente al chico de junto quedándose sin aire al reconocerlo.

De pronto se congeló y pensó en huir, pero sus piernas no le respondieron. Se maldijo internamente. Jamás se había sentido tan avergonzado y arrepentido por el golpe que le dio, pero lo único que pensó en ese momento fue que Georg los fuera a ver y armara todo un escándalo, o peor aún, una pelea; pero estúpidamente tomó una precaución exagerada. Suspirando decidió actuar como si nada. Así que sólo se mantuvo ahí, lavando sus manos mientras Ken lavaba su rostro, aun siendo un avestruz. Cuando Tom terminó lo suyo, tomó una servilleta y se secó con ella sin apartar la mirada de su reflejo frunciendo el ceño fingiendo indiferencia. Bill continuó con el rostro agachado y también secó sus manos al terminar, pero no se movió de ahí. Instintivamente alzó la mirada hacia el reflejo de su compañero y sorprendió a Ken observándole de igual modo pero éste rápido apartó la mirada y se concentró en la suya. A Bill le dolió ese gesto. Ese chico parlanchin y alegre ¿dónde estaba? Incluso pensó que quizá le tenía miedo. El momento en sí ya era bastante incómodo, el silencio era brutal que incluso creyó escuchar el eco de sus propios pensamientos y eso no le convenía en absoluto porque sólo estaba pensando en Ken. Bill se sintió realmente mal al notar aquél anillo colorado bajo su ojo. No había sido su intención herirlo en serio, sólo no supo cómo reaccionar. ¿Y ahora cómo le daba una disculpa?

 

Tom suspiró, jamás se había sentido tan incómodo con la presencia del que creía ser el amor de su vida, pero sin saber qué hacer más que lucir totalmente indiferente acercó su rostro al espejo y con un trozo de papel húmedo palpó su ojo afectado como si así pudiera cambiar algo. Ante eso Barbie se mordió el labio inferior y dio media vuelta con toda la intención de marcharse; pero sus pies se detuvieron a mitad del camino. Cerró los ojos con fuerza antes de girarse y bajar los hombros.

 

—¿Ne-necesitas ayuda? —su voz casi se quebró. Tragó saliva—. Eso no te servirá de nada.

 

Tom se congeló por unos segundos y miró a Bill a través del espejo asegurándose de que en realidad se estaba dirigiendo a él. Lo estaba mirando, ¡por supuesto que se dirigía a él!

 

—Yo… em… no, quiero decir… no te molestes.

 

Bill bajó la mirada.

 

—Puedo ir por algo de hielo, si tú quieres —insistió.

 

Tom sonrió tímidamente, girando a verlo.

 

—Estoy bien, no te preocupes —y retirando algunos cabellos sueltos de su rostro, continuó con lo suyo patéticamente.

 

Aun así Bill se mantuvo ahí, jugando con sus manos nerviosas, mirando a Ken. Lucía tan diferente sin la peluca… tan preciosamente diferente. Incluso aquel ojo morado no le quitaba ni una pizca de atractivo. Su estómago se contrajo. Ken aún seguía luchando con su ojo herido.

 

—… A ver, ven aquí —sin previo aviso tomó a Tom de un brazo y lo acerco hacia él, quedando frente a frente. Tom se rascó la nuca sin saber qué hacer mientras Bill sacaba una polvera de su bolso rosa. Enseguida tomó un poco de él y volteó a ver a Ken, esbozando una media sonrisa tímida—. ¿Puedo? —dijo alzando la esponjita y Tom sonrió, asintiendo despacio. Bill tomó su barbilla y con suma delicadeza comenzó a cubrir aquella mancha oscura bajo su ojo. Tom tragó nerviosamente ante el acercamiento repentino de Bill y no supo hacia dónde mirar, así que sólo se concentró en los bellos ojos que tenía justo enfrente—. Listo, como nuevo —miró a Ken y le sonrió. Tom tenía el rostro rojo por el nerviosismo, le devolvió la sonrisa como pudo. No se percataron de lo cerca que estaban el uno del otro hasta que Bill se apartó con un paso, cabizbajo.

 

Tom se sintió fatal.

 

—Oye, perdóname. No debí… haber hecho lo que hice —comenzó Tom mientras Bill negaba.

 

—No, no…

 

—No, ¡sí! Lo siento tanto, fue algo muy estúpido de mi parte. Yo…

 

—¡Basta! En realidad me quitaste las palabras de la boca. Por favor, perdóname tú a mí, lo mío fue innecesario.

 

—Bueno, me lo merecía.

 

—No realmente… —Bill meneó la cabeza— quiero decir, no debí herirte.

 

Tom se encogió de hombros.

 

—Al menos tendré un buen recuerdo tuyo.

 

Barbie ladeó la cabeza.

 

—¿A esto le llamas un buen recuerdo? —alzó una ceja.

 

—No todos los días una linda persona me da un golpe. A veces son tipos grotescos y eso no es agradable.

 

Bill frunció el ceño y rio divertido.

 

—Entonces te metes en problemas muy seguido.

 

Ken meneó la cabeza, pensando.

 

—En realidad yo sólo vivo, son otros los que hacen de mis actos un problema.

 

Bill asintió procesando las últimas palabras.

 

—Lo capté.

 

—No, no lo dije por ti —se apresuró a decir.

 

—No, está bien. Tienes razón. Uno mismo hace de una llovizna una tormenta. Si dejáramos de ser tan impulsivos o pensáramos dos veces antes de actuar, las cosas serían muy diferentes.

 

Un chico entró en ese momento interrumpiendo su conversación. Su disfraz de cochecito estaba hecho de cartón y se notaba el esfuerzo en cada parte del traje. El problema para el chico se hizo presente cuando se dio cuenta que ir al baño sería una misión complicada, así que aprovechando la presencia de Barbie y Ken, pidió su ayuda para quitarse el coche de encima.

 

—Muchas gracias —les sonrió a ambos y enseguida entró a uno de los cubículos.

 

—Creo que ya estuvimos un buen rato aquí —comentó Barbie.

 

Tom asintió. Tomó su peluca y se la puso tratando de esconder todo el cabello suelto.

 

—Permíteme —Bill ofreció y con los dedos comenzó a meter todos los mechones de pelo que se escapaban por doquier. Sus dedos estaban fríos pero por la delicada manera en cómo acariciaba ligeramente su frente y nuca, lejos de ser molesto a Tom le encantó. Cuando Bill terminó se apartó un poco y lo miró por largos segundos—. No te ofendas, pero me gustas más sin la peluca.

 

—¿Te gusto? —inquirió Ken juguetonamente.

 

—No lo arruines.

 

—Sólo bromeaba —Ken rio y contagió a Bill con su sonrisa. Y sin saber por qué, de pronto se sintió decaído—, bueno, tú novio debe estar buscándote como loco. No te entretengo más.

 

Y a Bill se le fue la sonrisa. Sintió un hueco horrible en el estómago ante la mención de Georg y sólo pudo asentir casi a la fuerza.

 

—Bien, entonces cuídate Bill.

 

Ken se marchó al instante y Bill se quedó ahí, con una pregunta atrapada en su garganta desde hacía horas, pero no había tenido la oportunidad de soltarla.

 

Tom llegó con Andy con una expresión triste.

Andreas frunció el ceño al verlo.

 

—Wow, te quedó bien el ojo.

 

—Digamos que me ayudaron —Tom miró por todos lados, inquieto—. Andy, ¿podemos irnos? No quiero estar aquí.

 

No, no quería estar aquí y ver a Bill reunirse con su adorado novio. No podría soportarlo.

 

Pero Andreas apenas estaba asintiendo cuando vio a alguien aproximarse sin poder advertirle a su amigo antes.

Tom sintió un suave apretón en su hombro. Giró y se encontró con unos ojos inconfundibles.

 

—Se me olvidó preguntarte algo —fue lo primero que dijo. Sonrió de lado.

 

Tom alzó las cejas.

 

—¿Qué cosa?

 

—¿Cuál es tu nombre? —dijo Bill inocentemente y bastante curioso. Ken sonrió de oreja a oreja.

 

—Me llamo Tom.

 

—Tom —repitió para sí mismo y sonrió con dulzura—. Entonces, Tom… —se mordió el labio antes de seguir hablando— ¿me aceptas una copa?

 

Antes de que Tom pudiera contestar Andy emergió del olvido.

 

—Espera, ¿tú le estás hablando? ¡No! ¿Lo estás invitando? ¿Qué no estabas enojado con él? ¡Pero de qué diablos me perdí!

 

Bill bajó la cabeza un poco cohibido.

Tom se acercó al oído de Andy y le susurró:

 

—Amigo, ve una película de Barbie y descubre el final —y tras eso le dio un golpecito en el hombro y se dirigió hacia Bill.

 

—Voy contigo.

 

—¡Me debes una explicación, eh! —gritó un frustrado soldadito. Tom asintió sin virarse.

 

Y así Bill y Tom se sentaron en una de las mesas más escondidas del lugar con una bebida en mano. Amablemente Bill había envuelto unos cuantos cubitos de hielo en un par de servilletas y se lo tendió a Tom, quien cuidadosamente lo colocó sobre su ojo herido previniendo que se hinchara.

 

—Debo confesarte que me sorprende esto —aceptó Tom.

 

—Sí, a mí también.

 

—¿Y qué te hizo cambiar de opinión? —preguntó curioso. Bill hizo una mueca, pensando.

 

—Sólo decidí que de ahora en adelante haré únicamente lo que quiero y lo que me haga feliz. A quien le guste bien, sino bye bye!

 

Tom relució una tierna sonrisa.

 

—¿Sabes? Indirectamente me has dado un cumplido.

 

Bill pasó los dedos distraídamente por su larga peluca, aguantando una sonrisa.

 

—¿Al decir que me haces feliz? Qué bueno que lo captaste —le guiñó un ojo y bebió de su copa. Tom lo imitó.

 

—Pues ese es el motivo principal de las indirectas, ser directas —Bill asintió divertido—pero yo prefiero lo tradicional y hablar con la verdad.

 

—¿Y cuál es la verdad?

 

Tom bajó el hielo de su ojo, parpadeando un par de veces.

 

—¿Pues qué te digo que no sepas ya? Está más que claro que tú me gustas. MUCHO.

 

Bill se quedó observándolo por unos segundos, evitando reír antes de distraerse con su bebida.

 

—Y me lo dices así como si nada.

 

—¿Qué puedo perder? Bueno, aparte de un ojo.

 

Bill se tapó el rostro avergonzado.

 

—Voy a compensarte por eso, te lo prometo —dijo entre las rendijas de sus dedos, aun ocultando su rostro.

 

—Se me ocurre una manera de hacerlo —le apartó gentilmente ambas manos de la cara y no las soltó.

 

—Hum… no voy a besarte —advirtió. Pero aun así dejó que las manos de Tom descansaran sobre las suyas.

 

—No iba a pedirte un beso, iba a pedirte una cita.

 

—Acepto.

 

Tom se echó para atrás, sorprendido.

 

—Wow, eso fue rápido.

 

—Para que me hago del rogar si tú también me… agradas.

 

Ken le sonrió mientras veía con ojos pizpiretos cómo su Barbie se mordía el labio inferior con timidez.

Bill era tan hermoso, tan lindo, perfecto y… no era suyo. ¿Por qué era otro el afortunado y no él? Pero en ese momento se percató de algo importante: Bill estaba justo en este instante con él, con nadie más que con él. Eso debía significar algo.

 

Estuvieron hablando durante un rato más, compartiendo sonrisas y miradas brillantes y anécdotas vergonzosas que nunca antes pensaron en revelar. No hubo momento en que no rieran. Se contaron infinidad de sucesos, descubriendo varias cosas en común como que a pesar de que ambos eran vegetarianos odiaban varias verduras en particular y que una de sus debilidades eran las películas de horror. Con saber que los dos tenían perros y que los amaban más que a su vida, un vínculo especial comenzó a florecer entre ellos. Bill descubrió que Tom en realidad era un chico bastante agradable y maduro y la mala imagen que tuvo de él en un principio se evaporó como agua. Tom sólo confirmó lo que ya sabía de él. No tardaron en entrar en un ambiente lleno de confianza.

Y Tom, aprovechando unos segundos de silencio, se aclaró la garganta.

 

—Disculpa que pregunte pero… tú y ese Buzz… ¿Qué?

 

—Oh —el rostro de Bill se oscureció, pero si quería empezar esto bien prefería hablar con la verdad— ¿qué quieres saber?

 

—Sé que es tu novio pero, ¿de verdad lo amas?

 

Barbie frunció su delicado ceño.

 

—Eso es muy atrevido de tu parte.

 

—Lo siento, quizás lo fue pero, bueno, estás aquí conmigo cuando podrías estar con él.

 

Bill se destensó un momento sabiendo que Tom tenía razón. Suspiró antes de responder con honestidad.

 

—En realidad no nos llevamos bien. Quiero decir, se supone que es mi novio y todo pero no hay química. Ya no más.

 

Tom asintió comprensivo.

 

—¿Entonces por qué sigues con él? Mira, no lo conozco de nada pero esta noche he visto lo suficiente como para saber que tú no mereces la forma en cómo te trata.

 

Bill estrujó entre sus manos la servilleta que cubría su bebida, de pronto le dada vergüenza mirar a Tom.

 

—Es que… al principio era todo perfecto. Era muy bueno conmigo y siempre estaba al pendiente de mí. Pero con el tiempo Georg empezó a darme verdaderos dolores de cabeza. Se volvió posesivo y tan celoso que no me deja respirar. Ya no me permite hacer nada, piensa que tiene las riendas de mi vida cuando no es así. Digo, yo debo tomar mis propias decisiones ¿no? Pero creí que podría cambiar. Que si le daba la razón quizá volvería a ser el mismo de antes pero… bueno, ya no lo tolero más. —Se encogió de hombros como si se estuviera dando por vencido. Bajó la mirada nuevamente cuando no soportó más la compasiva mirada de Tom. Tampoco quería provocar lástima.

 

—Escucha, Bill —empezó el muñeco—, si algo he aprendido es que un buen romance es el que te hace crecer. El que te da las alas y te deja volar libre. Una persona no puede decirte “te amo” y luego enjaularte. Si el amor ya no existe, ¿para qué imaginarlo? Es mejor buscarlo en otros lugares —Bill permaneció en silencio, escuchando con atención. Sabía que él tenía razón. De pronto una mano se posó en su barbilla, levantando su rostro con delicadeza—. Y yo puedo ser ese otro lugar Bill. Sí me das la oportunidad —las mejillas de Barbie se enrojecieron, su corazón latía más rápido de lo normal—. Crezcamos juntos, ¡Enamorémonos! No sabremos si es real hasta que lo intentemos.

 

Bill quiso protestar y discutir el punto pero sólo se quedó en un intento. No existía tal protesta. Bill no tenía ningún motivo para decirle NO a su propuesta. ¿Cómo es que se había enamorado de un chico al que apenas conocía? Nunca antes le había pasado. Tenía que convivir por lo menos dos semanas con alguien para que a penas y lograra tenerle confianza o comenzara a gustarle, pero con Tom era diferente y eso para nada le desagradaba. Agradecía que fuera Tom quien lograra ganarse su cariño en una noche a otra persona. Claro que quería intentarlo, su mente y su corazón se aliaron y gritaron “¡sí, intentémoslo!” no podía negarse a eso. Lo miró a los ojos y sonrió con ganas perdiéndose en ellos. Pero justo cuando iba a aceptar la propuesta de Tom, sus ojos se distrajeron en una silueta que se acercaba, alejándose drásticamente de Ken al reconocerla. Tom frunció el ceño y volteó, bufando con cansancio ante la inoportunidad del astronauta.

Georg se plantó frente a ellos, luciendo para nada feliz.

——————————————————————————-

Uyy, tenía que llegar Geo… ¿Será o no oportuna la aparición de Buzz? Descúbranla en el proximo y último capítulo 😀

2 pensamientos en “«Barbie Boy» Capítulo 3

  1. uy! qué golpazo recibió Ken/Thomas por besuquero y de parte de Barbie/Bill :O pero al final gracias a Gusty y un poquitin tmb a andy charlaron y se empezaron a conocer y tenia que hacer su aparición el celoso y posesivo Buzz/Georg -_- me sigue super gustando el minific 🙂 ♥

No te olvides de dejarme un comentario :D