«Alguien a quien solía conocer» Songfic

Se organizó un concurso dentro del grupo de Autores de THFics y yo participé con este 🙂 Es la primera vez que escribo una historia basada en una canción y la verdad me encantó.

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Alguien a quien solía conocer

 

—Te amo, ¿no lo entiendes?

—No siento que esa sea la verdad.

—¿Entonces qué es lo que quieres que te diga? ¡Hago lo que puedo!

—¡No es suficiente! Te necesito conmigo. Estoy harta de dormir sola, de esperarte y de extrañarte. “Escucho” tu voz sólo cuando leo tus recaditos en la mañana o cuando te veo en algún programa de televisión; pero después de eso no hay más.

—Sabías que iba a ser así y decidiste seguir. No es culpa mía, ¡es mi trabajo! Estuviste de acuerdo al mudarte conmigo.

—Porque creí que las cosas cambiarían. Pensé que yo podría ser la diferencia en tu vida. Que quizá podrías preferirme a mí —hubo un leve silencio antes de concluir—: pero me equivoqué.

—¿Preferirte sobre qué? —preguntó apenas audible. Sus fuertes brazos se cruzaron sobre su pecho, escudándose vagamente ante la respuesta que él, por supuesto, ya sabía.

Ella se peinó el cabello hacia atrás, sintiéndose algo incomoda. A pesar de todo, jamás deseó que su relación tuviera que llegar hasta este punto.

Mirándolo a los ojos, prosiguió.

—Tienes que elegir: tu banda o yo.

Gustav huyó de la mirada de su novia bajando la suya y chasqueó la lengua. ¿En serio ella le estaba pidiendo eso? ¿Desde cuándo su relación se había roto de esa manera?

—No puedo.

—¿No puedes elegir?

—No puedo contestarte. Te lastimaría —el rostro de la chica se crispó pero logró mantenerse en calma. Gustav en cambio, se sintió la peor persona del mundo—. Lo siento.

La castaña negó.

—Y así es como dices que me amas…

***

—Gustav ¡despierta! Ya vamos a entrar —Gus abrió los ojos al instante en que la estruendosa voz de Georg viajó bruscamente por sus oídos. Se frotó la sien un poco molesto—. ¿Estás bien? Te noto un poco ido.

—Estoy cansado, es todo.

—Creo que todos estamos igual pero vamos, esta es la última entrevista. Ya podremos dormir lo que queramos más tarde.

Gustav le dio la razón. Aunque si de razones hablamos, su despiste no se debía a la falta de sueño, sino al insistente martilleo en su cabeza. El recuerdo de una relación que tiempo atrás, lo marcó para siempre.

Las personas se equivocan después de todo. El problema es que no había cometido ningún error, sino que él había sido el error de alguien más. Y estar consciente de eso dolía… y mucho.

Cámaras, reflectores, una linda entrevistadora y un público fantástico. La fama en la palma de su mano. Por desgracia, ni con todo eso podía llenar el vacío que sentía.

“Tienes que elegir: tu banda o yo.”

 

¿Había tomado la mejor decisión?

La entrevista comenzó como cualquier otra. Bill contestando a casi todo, Tom y sus comentarios burlones; Georg teniendo paciencia a las indirectas de su amigo y Gustav totalmente ajeno al mundo exterior. Muchos pensaban que era un desinteresado, incluso lo clasificaban como el tímido o el serio. Pero ninguno sabía que su seriedad se debía a que la sonrisa que alguna vez existió en él se había marchado de la mano junto con ella. 

 

De vez en cuando pienso en cuando estábamos juntos
Al igual que cuando dijiste que te sentías tan feliz que podrías morir.
Me dije a mí mismo que eras buena para mí…

 

 

—¿Estás seguro que quieres que vivamos juntos?

—Así es. No estoy hablando de matrimonio, pero quiero formar mi vida y deseo que tú estés en ella. ¿Qué me dices? ¿Quieres crear una vida conmigo? —La sonrisa de Gustav contagió a la chica.

—Claro que sí. ¡Wow! Es que no puedo creer que me eligieras a mí —y con un gran impulso cargado de felicidad lo abrazó y besó hasta que su hipo los interrumpió.

—¿Por qué lloras?

—Me siento tan completa, tan feliz, que podría morir ahora mismo.

 

Sin embargo, sentía tan sola tu compañía;
Pero eso fue amor y es un dolor que aún recuerdo.

 

 

Gustav salió de su desvío justo a tiempo para contestar a una pregunta que su entrevistadora le había hecho. Por fortuna ésta ni ninguno de sus compañeros notaron que su mente estaba haciendo un viaje a la luna sin intensiones de regresar. Por mucho que deseara concentrarse en la entrevista y desviar sus pensamientos hacia otro punto, no lograba hacer nada. Esos recuerdos estaban ahí, salvajes, como si alguien hubiese dejado salir al genio de la lámpara y éste burlón no dejara encerrarse bajo ninguna circunstancia.

Sylvia había cambiado la vida de Gustav desde la primera vez que la vio en aquel parque de Hamburgo. Sin ningún motivo o pretexto, se acercó a él y comenzaron a platicar sintiéndose totalmente cómodos el uno con el otro. Ella le había platicado de todo: sobre su familia, su trabajo, incluso sobre su amoroso perro Doggy. Cuando fue el turno de Gustav para hablar no supo cómo empezar. Y es que aunque sonara extraño, decir que es el famoso baterista de una prestigiosa banda Alemana, no era un tema del que se sintiera muy a gusto. Sin embargo, tenía que mencionarlo alguna vez. Por eso se sintió relajado cuando ella le confesó que lo había reconocido desde la banca donde se encontraba sentada y la curiosidad de ver ahí solo al famoso Gustav, fue algo que le llamó muchísimo la atención.

 

“Vengo aquí cuando algo me tiene mal, cuando necesito pensar y sacar dolor. Suelen lastimarme mucho, así que este parque prácticamente ya lleva mi nombre. Dime, ¿de qué huyes? Hay demasiado frío como para que solamente hayas venido a alimentar a los patos, aunque, ni siquiera ellos están aquí” le había dicho una vez que le prestó interés.

Sylvia era muy bonita. Bajita, castaña y con mejillas rellenitas que le daban un visto bueno a su gentil rostro. Sus ojos verdes eran encantadores. Quizá no era la súper modelo que había acaparado la atención en alguna portada de revista, pero para Gustav era la chica más linda que había visto en su vida.

Y en esa tarde, aquella charla que comenzó sólo por curiosidad de una joven, terminó siendo la resurrección de las sonrisas de Gustav.

Tres meses después de su primer encuentro, ya habían formado una relación formal con todo y lo que conlleva la palabra. Al principio fue una relación a escondidas. Gustav prefirió mantenerlo en secreto por lo menos hasta estar seguro de que esto iba a durar. Después de todo en ese entonces aún se encontraban en descanso y dentro de poco empezaría la gira por Europa y lo más probable es que el contacto con Sylvia se perdería inevitablemente. Pero no fue así. Sylvia lo esperó, siempre lo esperó y en ningún momento su sonrisa se hizo más pequeña. Cada vez que Gustav regresaba de algún viaje, ésta siempre era más grande. Entonces Gustav creyó que si en verdad estaba dispuesta a pasar por todas esas situaciones, significaba que eso sí era amor. Así que la propuesta de vivir juntos no se hizo esperar. Después llegó el momento de presentársela a sus compañeros quienes encantados la trataron como a una princesa mientras que a Gustav de bufón no lo bajaron. Restregándole en la cara que ya era hora de que tuviera una novia y que quizá esa era la razón de por qué Tom había visto a un cerdo volar justo ese día y varios comentarios burlones como esos surgieron de parte de sus amigos de la infancia que en verdad ponía en duda que ya tuvieran la mayoría de edad. Ese día fue uno de los más divertidos de su vida.
Perfecto. Todo era perfecto.

 

Puedes tener adicción a cierta clase de tristeza
Como resignarte al final, siempre al final.

 

Entonces conforme el tiempo pasó, los problemas fueron naciendo uno tras otro.

—Ayer llegaste a la ciudad, ¿por qué no viniste a dormir?

Gustav jamás imaginó que algún día alguien lo estaría esperando en vela sentada justo en el sofá más cercano a la puerta; pero así pasó.

—Ninguno de nosotros fue a casa —respondió un poco molesto—, nos quedamos en el hotel que David nos reservó, el más cercano al aeropuerto. Todos estábamos muy cansados y hoy he venido a primera hora ¡entiéndelo!

—Pero si tuvieras tantas ganas de verme como dicen tus mensajes, entonces habrías llegado a casa desde ayer. ¡Te estuve esperando! ¿Cómo crees que me siento?

—¡Bueno no fue cosa mía! David dijo…

—¡David, siempre él! ¿Por qué tienes que hacer todo lo que te ordena? ¿No tienes voz?

Gustav suspiró, se quitó los lentes y masajeó sus ojos cansados.

—Es mi jefe, ¿qué quieres que haga?

—Entonces qué va a pasar cuando te pida que termines esta relación, ¿también le harás caso? él se mantuvo rígido, quieto, sin saber qué contestar. Ella asintió, dolida—. Ya entendí.

Ese mismo día, Sylvia no sólo abandonó la casa. Gustav solamente observó en silencio cómo ella salió y cerró la puerta casi a la fuerza. Él no hizo ningún intento por detenerla.

 

Así que cuando descubrimos que no tenía sentido
Bueno, dijiste que todavía seríamos amigos
Pero debo admitir que me alegre de que todo hubiera terminado.

 

O eso quiso creer. Gustav atravesó una etapa de soledad exclusiva. Se quedó en casa sin salir ni siquiera al jardín. Por fortuna tenia suficientes víveres, si no hubiese sufrido de hambre. Su rutina se basó en estar al pendiente de la puerta principal, esperándola. Pero ésta nunca llegó y el teléfono jamás sonó.

Entonces Gustav lo entendió todo. Ella no regresaría.

“¿Cuándo te volveré a ver?” Se preguntaba todos los días. Aunque quizá debería preguntarse si es que volvería a verla o si en verdad deseaba verla. Habían acordado quedar como amigos, tratarse como la primera vez que se conocieron, pero ninguno de los dos se atrevió a retroceder de esa manera.

Cuando Bill, Tom y Georg se enteraron de su ruptura, ninguno de los tres supo cómo actuar con él. Gustav era un hombre serio, pero ahora se había convertido en lo que le sigue: una persona sin motivos para sonreír.

Ella se fue de su casa y de su vida; pero no por completo de su corazón.

Tenía consciencia de que había sido culpa suya, aun así no intentó ir tras ella. Seguramente ella regresaría, pero jamás quiso averiguarlo.

Pero no tenías por qué alejarme así
Haciendo como si nunca hubiera pasado y que no fuimos nada.
Ni siquiera necesito tu amor
Pero me tratas como a un extraño y se siente tan áspero.

 

Así que una mañana salió de casa. No podía clasificar ese día como el más bello o el ideal para dar un paseo, pues estaba nublado y la lluvia apenas comenzaba a caer; pero así es como se sentía y poco le importaba.

Caminó hasta llegar al parque donde se conocieron con la esperanza de encontrarla ahí.

Para su mala o buena suerte, así fue.

Sylvia se encontraba sentada en la misma banca donde habían charlado casi todo el día la primera vez, a diferencia que en esta ocasión el paraguas que ella llevaba no se comparaba al arcoíris que los encantó esa tarde.

El color castaño de su cabello había sido suplantado por un negro profundo. Lo llevaba lacio y suelto como no se lo había visto antes. Después de todo habían pasado seis meses y ambos habían cambiado lo suficiente en ese tiempo.

Cuando llegó a ella y ésta se puso de pie, Gustav creyó que se iría sobre su cuerpo y lo abrazaría con tanto cariño como cuando lo veía por primera vez después de regresar de algún viaje… pero ella sólo pudo concentrar su mirada en él unos segundos y después agachar la cabeza.

Cuando ambos pudieron deshacerse de la tensión, se sentaron a hablar.

—Nadie dijo que sería fácil.

—Lo sé, pero nos dimos por vencidos y eso no es como para echar palmas.

—Podemos volver al principio e intentarlo de nuevo —propuso Gustav ilusionado. Sylvia sonrió melancólica ante eso.

—¿Y qué cambiará?

—Sólo tienes que decirme que me amas y regresar. Me abrazas y todo es así de fácil.

—Te equivocas. ¿Por qué soy yo la que tiene que regresar cuando fuiste tú quien decidió dejarme ir? Dejemos las cosas como están y cada quien que siga su propio camino —Sylvia se pudo de pie ante la atónita mirada de Gustav. Abrió su paraguas justo antes de que la lluvia superara sus aguas—. Espero que encuentres a la persona indicada para ti y sepas valorar lo que tienes en mano.

 

Y esa fue la última vez que la vio. Al principio pensó que la distancia entre ellos no sería para siempre. Incluso trató de romper el hielo buscándola de nuevo, pero su teléfono estaba muerto.

Ella no volvió al parque jamás. Al menos en el tiempo que Gustav asistió a él esperando verla.

No tenías que caer tan bajo
Hacer que tus amigos recojan tus cosas y después cambiar tu número.
Supongo que no necesito eso,
Aunque ahora sólo eres alguien a quien solía conocer.

 

 

No había noche que no pensara en Sylvia. Más que nada en la última conversación que mantuvieron. Cada frase por parte de ella lo había martillado severamente y dejado sin forma alguna de defenderse. Sabía que sería inútil y que discutirlo sería en vano porque Sylvia tenía razón.

Cada triste palabra que ella le dedicó ahora vivían en su memoria y estaba seguro que no se irían jamás:

 

De vez en cuando pienso en todas las veces que me hiciste daño
Me hacías creer que siempre era algo que yo había hecho.
Y yo no quiero vivir de esa manera
Leyendo cada palabra que dices.
Dijiste que podías dejarlo ir
Y no puedo entender que sigas aferrado en alguien a quien solías conocer.

 

 

La estruendosa lluvia de cientos de aplausos lo trajo de vuelta al presente. Observó sonrisas, a sus compañeros y a la guapa señorita que durante todo el programa les había estado haciendo preguntas.

Volver al ahora lo tranquilizó y lo hizo reaccionar en algo: el dolor se iría poco a poco, sólo tenía que vivir en el presente y dejar de hacer viajes al pasado. En una de esas, quizá no podría regresar.

—Bien, la siguiente pregunta fue hecha por una de sus fans por medio de la cabina del chat. En esta ocasión va dirigida especialmente para Gustav —no hubo persona en el lugar que no volteara a verlo, incluidos sus compañeros del grupo. Gustav amablemente asintió—. Sylvia pregunta: ¿Has cometido errores en el amor?

Y entonces a aquel agradable y tranquilo chico, el mundo se le congeló en segundos con tan sólo la mención de ese nombre. ¿De verdad era posible tanta coincidencia? Gustav no lo sabía, pero intuía que no lo era.
Carraspeó un poco la garganta mientras se reacomodaba sobre su asiento y bajo la atenta mirada de todos, incluso la de los televidentes, dio su sencilla respuesta.

—Bueno, creo que no existe persona que no se equivoque en lo que universalmente todo el mundo llama amor. Bien dicen que errar es de humanos; pero pienso que la mayor equivocación es no ir tras la chica —hubo murmullos entre la audiencia, unos dándole la razón, otros esperando pacientemente a que prosiguiera—. Uno cree que las cosas se arreglaran por sí solas pero hay que tener consciencia de que las soluciones no caen del cielo gratis. Si se ama de verdad se hace hasta lo imposible por ese amor. Aunque en algunos casos, pienso que el mayor error es enamorarse de la persona incorrecta. El problema es que uno no lo sabe hasta que lo vive. ¿Se imagina cuantos mal de amores se evitarían si cada persona viniera con un carnet de advertencia impreso? Pero el amor no es fácil, uno sabe a lo que se enfrenta y aun así nos arriesgamos a vivirlo —la entrevistadora asintió ensimismada—. Así que yo le digo a Sylvia —miró fijamente a la cámara como si ésta fuera aquellos hermosos ojos verdes que alguna vez cobijaron su reflejo—: he cometido muchos errores en el amor, pero he aprendido de cada uno de ellos. Espero que encuentres a la persona correcta sin tener que buscar mucho porque si te equivocas, ese amor del que juraste jamás separarte, con el tiempo se convertirá en sólo alguien a quien solías conocer.

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Pobre Gus :c Espero que hayan disfrutado de la lectura ;D

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