«Una coqueta maldición» Capítulo 4 (Final)

Y llegamos al final de esta historia :3 espero que se hayan divertido al leerla.

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Capítulo 4

El reloj pasaba de las dos de la mañana y Tamy, rompiendo las reglas de cenicienta, aún seguía despierta.
Los besos de Tom eran demasiado húmedos y su aliento no ayudaba en nada a la situación. Por supuesto que había bebido mucho esta noche y quizá un par de cigarrillos habían acompañado a sus bebidas.
Tom era un salvaje cuando se trataba de mantener encuentros íntimos, pero Tamy, ¿cómo era Tamy? Creyó que sería igual, pero eso apenas lo estaba descubriendo.
Habían llegado sin problemas al Hotel más cercano, y sólo fue cuestión de entrar a la habitación para empezar el juego. Tom la había llevado directamente hacia la cama y con un beso había acallado sus protestas, lo cual la tomó por sorpresa. “¡Auxilio, auxilio! Nononono ¿por qué me pasan estas cosas a mí?” Pero tenía que aguantarse, aunque en varias ocasiones sí que lo poseía el impulso de apartarlo con empujones, disculpándose torpemente después. Al fin y al cabo éste había sido su plan desde un principio y según Zoey, la solución a su problema. Sólo era cuestión de ceder y hacerse el distraído. Una cosa bastante aterradora y complicada; pero haría su mejor esfuerzo y por estar junto a Bill de nuevo, no le importaba sacrificarse.
Ahora Tamy se encontrada totalmente sometida bajo el cuerpo de Tom con las piernas fuertemente cerradas, tratando con furia de aguantarse la repulsión. Jamás creyó que algún día llegaría a sentir tal desagrado hacia sí mismo. Ser mujer y ser Tom, no era algo que la estimulara en absoluto, ¿pero qué más le quedaba? Si quería recuperar su vida tenía que llegar al final; aunque era difícil. Cuando era hombre, sabía perfectamente qué partes de su cuerpo lo excitaban al ser tocado, pero en este drástico cambio de roll, no tenía ni idea cómo su cuerpo debía reaccionar ante el tacto.


¡Todo esto apestaba!
Afortunadamente ambos seguían vestidos.

—¿Tienes calor? —preguntó Tom entre susurros.

—N-no, estoy bien —fingió una sonrisa.

Tom deslizó sus manos por sus suaves piernas alzándole la falda en el trascurso, acción que la puso muy nerviosa. Y de nueva cuenta, se acomodó la falda y apartó la mano juguetona de su acompañante. Odiaba sentirse tan impotente. No soportaba sentir los labios de Tom sobre su cuello y cuando la besaba enserio, tenía que pensar en otra cosa para distraerse de la realidad. Pero lo peor era que aun así le correspondía. Tom era un buen besador, así que por igual Tamy lo era, y eso al de rastas internamente le encantaba, aunque secretamente era alguien más al que tenía en su mente.

Y en un momento inesperado, Tamy sintió la pesada mano de Tom envolver uno de sus pechos. Se quedó en el intento de apartarlo cuando Tom comenzó a masajearlo con esmero. Un gemido suave escapó de entre sus labios… no podía creerlo. ¿Cómo aquel toque se sentía tan bien? Ahora comprendía otra parte de por qué las chicas tienen busto, como ellos otra cosa. Dejó al pelinegro que siguiera estimulándola e inconscientemente, lo envolvió con sus brazos y lo besó como en verdad sabía hacerlo. No se había dado cuenta, pero vaya que tenía unas manos increíbles. Pero justo cuando comenzaba a dejarse llevar, Bill inesperadamente apareció de nuevo en sus pensamientos y eso la hizo sentir culpable. En este momento su hermano se encontraba solo, triste y necesitado, añorando su compañía. ¿Y qué hace él? Acostarse con la primera chica que le guiñe un ojo. Eso era deplorable. Se había ganado esta maldición con pechos a causa de su prepotencia y ahora sabía que se lo tenía bien merecido. Fue entonces cuando lo entendió todo. Bill era su prioridad, su vida entera y su corazón. Si él no era feliz ¿cómo Tom se atrevía a si quiera pensar en serlo sin él? Era algo sumamente ilógico. ¿Qué pasará cuando regrese a ser quien era? Cuando Tamy desaparezca, ¿será capaz de recordar los cuatro meses como tal? ¿Podrá corregir lo que está mal en él o seguirá siendo el mismo insensible de siempre? No tuvo respuestas para ninguna de sus preguntas, pero sí estuvo seguro de algo: no permitiría que Bill sufriera más por su culpa, así le costara recuperar su vida.
Su mente se abrió.

—Espera… para, para, para… —apartó el cuerpo de Tom de encima suyo y éste se detuvo.

—¿Qué pasa? —le apartó un mechón de cabello para poder ver sus ojos.

—No puedo hacer esto.

—¿Hice algo mal?

—¡Sí! —Tom abrió los ojos sorprendido y al instante Tamy lo apartó completamente sentándose sobre la cama. El de rastas hizo lo mismo a su lado—. ¡Todo está mal! ¿Es que no te das cuenta? ¿Por qué lo haces?

—¿Hacer qué?

—¡Hacer daño a Bill!

Tom juntó las cejas y calló por unos segundos, su vista se desvió temerosa de ella.

—No sé de qué hablas.

Tiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Un zumbido atolondró a Tom por un instante cuando un puñetazo bien dado en el rostro lo hizo caer de la cama. No podía creer lo que acababa de pasar.

—¡AAAUUUCHH! ¡Me pegaste! —con la mano se sobó la mejilla que palpitaba como latidos cuando logró reponerse del suelo. Se apoyó sobre la cama sintiendo el escozor atentar contra su piel. ¿Acaso era boxeadora?— ¡y en la cara!

—Yo sé manejar los golpes en mi propio rostro —replicó Tamy enfurecida. Tom la miró con un notorio “WTF?!” plasmado en la cara—. A ver si así entras en razón.

—No entiendo absolutamente nada —se levantó de la cama y se fue al primer espejo que encontró. Parecía como si alguien le hubiese besado la mejilla bruscamente dejándole el labial en ella—. ¿Qué justifica esto?

Tamy se levantó de la cama.

—Bill está sufriendo y lo hace por tu culpa —se colocó frente a Tom y éste retrocedió dos pasos… por seguridad—. ¿Por qué eres tan cobarde? ¡Ya! Ve y dile que lo amas y que quieres estar con él, ¿crees que te esperará por siempre?

Y en ese instante, Tom sintió que expulsaría el alcohol cuando su estómago se revolvió por el repentino nerviosismo que lo invadió.
Su rostro tomó el tono de un fantasma.

—¡¿Pero de qué rayos estás hablando?! —gritó sintiéndose falsamente indignado.

Tamy reviró los ojos, pero no podía evitar comprenderlo.

—Está bien, Tom. ¡Acepta que aún sigues enamorado de él!

—¿Cómo? ¡Es mi hermano! ¿Perdiste la cabeza?

Tamy alzó la mano con la finta de golpearle de nuevo y Tom se encogió sobre sí mismo. El golpe nunca llegó.

—Arrg, bien. No lo haré sólo porque no me gusta verme con los cachetes inflamados; pero ya no tienes que fingir más conmigo, lo sé todo —el pelinegro negó con temor mientras tragaba saliva—. Sé que no puedes dormir sin darle un beso en la frente a Bill. Lo peor es que tienes que esperar a que esté dormido para que no se dé cuenta. Sé que ocultas una fotografía de él bajo la almohada porque eso te hace tener bonitos sueños. Y sé que le escribiste una canción dejando en ella tu corazón pero aún no te atreves a dársela porque claro, nunca antes has escrito una para él y temes a su reacción —Tom se quedó pasmado y sin poder parpadear. En segundos todos sus secretos dejaron de serlo. ¿Quién diablos era ella?—. Lo sé todo, Tom. No importa lo que hagas, a mí no me puedes engañar.

—Es imposible… —logró articular— pero… ¿cómo sabes todo eso?

En ese momento, Tamy lo tomó de los hombros y lo miró fijamente.

—Mírame a los ojos, Tom —y él obedeció, pero no por obligación, más bien por asombro. ¿Había escuchado bien?

—¿De-desde cuándo hablas Alemán?

—Desde que nací —contestó de nuevo en su lengua natal. Tom estaba más que confundido—. Ahora dime —continuó, dejando de lado las interrogativas de su yo original—, ¿qué ves?

Tom no supo qué hacer o qué decir, estaba claro que no entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando. Pero aun así se esforzó por cooperar. Miró fijamente sus claros ojos de hito en hito. Claro que veía algo… Contestó lo primero que pensó el primer día que la conoció.

—Tú… te me haces muy familiar. Como si antes de conocernos ya te hubiera visto.

—Así es… —Tamy asintió— ya me conocías.

Tom frunció el ceño cuando se percató de algo.

—Tú… te pareces a…

—¿A quién? —lo animó.

Tom pensó por unos momentos sin dejar de escudriñarla… negó tras su teoría.

—No es posible…

—¡Qué! ¿Me parezco a ti?

—Te pareces a Bill…

Tamy no pudo evitar descolocarse por la respuesta, aunque eso ya lo sabía y no era para nada de extrañarse. Sonrió.

—Bueno, eso es porque él es mi hermano.

Y en ese momento Tom se apartó.

—… ¿Qué?

Tamy asintió.

—Tal y como lo escuchas. Tom, yo soy tú —de pronto sintió un peso menos de encima. No sabía si estaba bien confesar algo como eso, pero realmente se sintió mejor. En cambio Tom se sintió completamente sacado de onda y estúpido—. Sé que suena descabellado pero es la verdad…

—Estás realmente mal ¿sabes? Demasiado —rio con burla y retrocedió más pasos.

La chica enfureció.

—¿Sabes qué? —lo siguió— en realidad no me importa si me crees o no —Tom negó con la cabeza rehuyéndole— lo importante es que recapacites y te des cuenta del error que estás cometiendo.

—¿Y según tú cuál es ese error? —la enfrentó, cansado.

—¡Alejarte de Bill! —Tom enmudeció—. Escúchame, él te necesita tanto como tú a él. Sabemos que es un testarudo, por eso no demuestra debilidad. Pero estando como Tamy he descubierto muchas cosas que antes no veía, incluyendo que lo lastimas. Lo que más desea es estar a tu lado.

Tom la miró sin saber qué pensar o qué creer, pero sin duda sus palabras habían calado su corazón. Esta chica… ¿había sido simple coincidencia encontrarse con ella? Algo dentro de él le dijo que no. De pronto se sintió realmente mal.
¡Imbécil, imbécil, imbécil!

—¡Mierda! —pateó la silla que estaba adelante y su mano peinó su cabello hacia atrás con frustración—. Mi intención jamás fue hacerlo sentir mal. Yo sólo quería… es que no puedo creer que… ¡Arrrg!

—Yayaya, a mí no me tienes que explicar nada. Con quien tienes que hablar es con Bill.

—¡Me odia! ¿Qué se supone que voy a decirle?

—¡Que lo amas!

—Ah, eso… —sin dejarlo si quiera razonar, Tamy lo tomó de la mano y tiró de ella con fuerza hasta hacerlo avanzar. De esa forma salieron de la habitación y Tom simplemente se dejó guiar—. Oye, ¿cómo es eso de que eres yo? —preguntó inseguro cuando pensó en ello—. ¿Qué quisiste decir? —Tamy rodó los ojos y suspiró sin detener la marcha.

De regreso a casa, Tom tuvo la charla más interesante de su vida.

***

Tamy y Tom llegaron volando a la casa con la esperanza de encontrar a Bill despierto, después de todo ya pasaban de las 3:00 a.m. y aunque mayormente se dormían tarde, no descartaban la posibilidad de encontrarlo dormido.
Justo cuando ambos entraron a la casa, una silueta delgada y muy alta salió de la cocina llevando consigo un vaso de agua. Por supuesto que no podía estar dormido, no si Tom aún no llegaba.
Sus miradas se conectaron al instante.

El rubio no pudo articular palabra debido a no entender el porqué de la situación. Por fortuna, no era necesario que dijera nada.

—Bill… —Tom fue directamente hacia él con pasos gigantes y cuando lo tuvo enfrente, lo tomó de la cintura atrayéndolo completamente a su cuerpo y pegó su frente con la de él. Con tanto zangoloteo el vaso de Bill cayó al suelo haciéndose añicos, pero eso no fue lo que asustó a Bill, sino lo siguiente que hizo su hermano—. Perdóname, guapo… —y sin más preámbulos, juntó sus labios. Lo besó como si llevara siglos sin hacerlo y proyectó en ese gesto todo el amor que sentía por él. Sólo entonces Tom se sintió completo. Se percató de cómo el cuerpo de Bill comenzaba a temblar, quizá por la emoción, quizá por miedo, de cualquier forma lo abrazó con mucha fuerza e intensificó el beso… o eso intentó.

Bill lo apartó con un leve empujón. La expresión que llevaba en el rostro era la de haber visto un fantasma.
Uno llamado Tamy. Se extrañó cuando vio que lejos de sentirse asqueada, ésta estaba sonriendo con dulzura. Aun así no lo tranquilizó en absoluto.

—Tamy… —su cara de espanto lo decía todo.

—Está bien, Bill —lo calmó Tom—, ella lo sabe —pero eso fue aún peor para el rubio.

—¿Y pretendes que me quede tranquilo? ¡Tom, por Dios! —no pudo evitar cubrir su rostro con ambas manos. Tamy rio.

—Bill no seas testarudo, no hay nada de qué preocuparse —se acercó a él sin perder la sonrisa y con gentileza retiró sus manos—. Mira, no tienes por qué darle más vueltas a algo que no tiene ni pies ni cabeza. Los dos se aman ¿y? no es razón para que el mundo se colapse. Al contrario, el amor da mucha más vida al corazón. Y algo hecho con el corazón es lo que rige al mundo.

Bill tragó pesado. ¿Cuántas veces le había dicho eso su hermano? Ahora Tamy venía a decirle exactamente lo mismo. Aunque le pareció algo sumamente extraño, no dejó de quitarle importancia a sus palabras. ¿Y qué? Sólo tenía que pensar en ello y dejar todas sus inseguridades atrás.

—Tengo miedo… —terminó por aceptarlo.

—Por eso yo voy a estar contigo —le aseguró Tom. Lo tomó de la mano y la besó con ternura. Bill sonrió, hace tanto que añoraba esa atención amorosa de su gemelo—. Pase lo que pase iremos de la mano los dos juntos. Siempre.

Bill asintió y enroscó los brazos alrededor de su hermano hundiendo la cabeza en el hueco de su cuello.

—Creí que no me querías…

—Perdóname por hacerte pensar eso —acarició su espalda de arriba abajo— yo nunca podría dejar de quererte.

—Pero hoy te has ido con otra chica —lo miró a los ojos— ¿cómo quieres que no lo piense?

—Lo hice porque creí que enserio te gustaba Tamy —y ésta se sintió aún peor—. Sólo ya no quise seguir haciéndote daño y decidí apartarme y dejarte hacer tu vida sin mí alrededor tuyo. No veía en ti ninguna señal de querer regresar conmigo. Quise sacarte de mí por completo pero no pude.

—Así que soy una calcomanía en tu corazón.

Tom colocó ambas manos sobre el rostro de Bill sin poder apartar la mirada de él.

—No, estás tatuado en él.

Tamy sonrió cuando Tom volvió a besar a su precioso Bill. Esta vez ninguno de los dos tuvo ningún remordimiento al hacerlo y como si no estuviera nadie más en la estancia, se besaron como si su vida dependiera de ello.
Era una escena que merecía ser enmarcada. Poder contemplarse de esa manera era algo que sólo se podía ver en sueños. Sumamente hermoso. Ahora Bill sería feliz y Tom, que de cierta manera era ella, lo sería también. Aunque el final no fue como lo esperaba, se sintió complacido con el desenlace. Tal vez se quedaría como chica para siempre, pero al menos valdría la pena el sacrificio.
Y con una sonrisa, salió de la casa sin hacer ruido y, dedicándole una última mirada a lo que alguna vez fue su hogar, se marchó sin ver atrás. Una despedida sería muy dolorosa y no era bueno para ellas. Quizá los gemelos se enfadarían al darse cuenta de su ausencia, pero lo prefería así. No sabía si volvería a verlos, pues aunque fuera a extrañar muchísimo a Bill, ya no tenía nada más que hacer ahí. Además sería más fácil para él aceptar su nueva condición sin tener que estar sufriendo al no poder volver a tocar a su hermano. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo mucho que lo amaba. Si era capaz de abandonar su cuerpo de hombre sólo para verlo feliz, eso significaba que su amor sí era real. De ahora en adelante tendría que conformarse con ver a Tokio Hotel a través de las pantallas. Por supuesto que dolía ¡y mucho! Por esa misma razón no pudo reprimir sus lágrimas.

—Adiós…

Cuando llegó al hotel se fue directo a los brazos de Zoey (quien no dudó en abandonar su tranquilo sueño), y le platicó lo sucedido sin perder detalle, a excepción de su confesión hacia Bill. Ella lo consoló asegurándole que no todo estaba perdido, y que tan sólo no debía abandonar las esperanzas. Ya encontrarían la solución de una u otra forma.
Después de un largo rato de charla, ambos se quedaron dormidos en un abrazo bautizado de triste derrota.

Unas misteriosas chispas dentro de la habitación alumbraron la oscuridad.

***

Tamy abrió los ojos sin que nada le hubiera instado a levantarse. El día brillaba mucho, debían ser más de la una de la tarde.
Antes de levantarse se percató que un brazo le apretujaba de la cintura.
“Zoey” pensó. No recordaba a qué hora se quedó dormida, pero sí que su querida amiga le había acompañado en sus penas. A pesar de aquello, no pudo evitar sentirse incómodo, así que con cautela intentó retirar el brazo cuando algo lo descolocó por completo.
Un reconocible tatuaje yacía en aquella mano izquierda.
Tamy giró bruscamente quedándose anonadada cuando observó a la persona que dormía sin prenda alguna a su lado.

—¡Bill! Pero cómo… —entonces se percató de su voz. Ya no era chillona y aguda como lo había sido en estos meses y al mirarse las manos, se asombró al no hallar rastro de uñas largas ni decoradas, sus dedos volvían a delatar el largo tiempo que llevaba tocando la guitarra. Sonrió al ver el tatuaje significativo que hace tanto no veía en los nudillos de su mano derecha—. No puede ser.

Y sin perder más tiempo, de un salto llegó hasta el espejo de su habitación ignorando su desnudez, y se contempló incrédulamente.
¡Era él! De nuevo volvía a ser él, Tom, el original.
Sus rastas volvían a hacerle cosquillas en los hombros, su rostro volvía a tener vello y sus piercings habían regresado. Aún más feliz se puso al tener de vuelta a su incondicional amiguito. ¿Pero cómo había sucedido?

—Tom ¿qué pasa? —éste giró. Podía olvidar muchas cosas, pero jamás lo hermoso que Bill se veía recién despertado.
Sin dudarlo fue directo hacia él y le plantó un casto beso. Bill se apartó sin evitar reír—. Tom, tengo la boca pastosa.

—No me importa Bill, podría besarte por el resto de mi vida aún si comieras ajo —el rubio puso mala cara y sonrió— ¿no lo ves? Soy yo de nuevo. No más vestidos, no más boobies, no más tampo… ¡eso! Ya no más.

—Pero ¿de qué estás hablando?

A Tom ya no le importaba nada, así que contarle todo lo que había pasado ya no le asustaba.

—¡Tamy! Ella era yo, todo el tiempo había sido yo. Un extraño Sauce me transformó en chica pero ahora mírame, ¡he vuelto!

La cara de Bill mostraba una completa incredulidad.

—Tom ¿te sientes bien? —lo sentó junto a él y con la sabana lo cubrió de la cintura para abajo, como él mismo estaba— ¿quién es Tamy?

Tom no lo creía.

—Estás jugando ¿no?

—¿A qué cosa?

—¡Tamy! La chica que… —pero al ver la confusión de Bill, Tom calló.

No podía ser cierto. Ahora que Tom había vuelto a ser quien era, ¿acaso Tamy que ya no existía también había desaparecido de su memoria? Porque Tom recordaba absolutamente todo. Entonces pensó en el ayer. Podía verse haciendo el amor con Bill, envueltos en la felicidad de volver a estar juntos desde hace tanto no hacían, pero también se veía junto a Zoey llorando por la tristeza de alejarse para siempre de Bill… era confuso. Recordaba todo lo vivido como Tamy, pero extrañamente también sus recuerdos como hombre también podía verlos, incluso los de estos últimos meses. ¿Cómo era eso posible? Podía recordar ambas perspectivas, como si él jamás hubiera abandonado este cuerpo. Era bastante raro.
Entonces pensó en Zoey.

—Bill, perdón. Tengo que salir.

Y tras darle un dulce beso en los labios a su gemelo, Tom salió de su casa después de arreglarse.

***

El parque lucía igual a como lo había visto en la última ocasión que estuvo ahí. Al igual que aquel árbol. Sus largas ramas se mecían con el aire.
Al salir de su casa había ido directamente hacia el Hotel en donde se hospedaba para hallar respuestas, las cuales no demoró en conseguir. Al pedir información en la recepción, se llevó una gran sorpresa cuando el encargado que siempre lo saludaba como Tamy le dijo amablemente que lo perdonara, ya que nadie con aquellos nombres residía en el Hotel, mucho menos hospedados en la Suite 109, cuya habitación había estado desocupada durante más de tres semanas.
Con eso una de sus dudas de despejó.

No… definitivamente Tamy ya no existía y al parecer era como si jamás lo hubiera hecho para los demás.
Pero estaba seguro de algo; esto definitivamente no había sido un sueño.
Ahora la duda que lo atormentaba era una muy inquietante. ¿Qué había pasado con Zoey? Tenía dos teorías:

La primera: al verse completamente sola tras la desaparición de Tamy, ella pudo haberse ido del hotel por razones obvias.
La segunda: tal vez había corrido la misma suerte y por lo mismo, su personalidad como hombre también se había esfumado.

¡Era tan confuso!

Así que su única alternativa en donde quizá podría encontrarla era en el lugar en el que todo pasó, razón por la cuál ahora se encontraba en el parque justo frente al árbol que no paraba de danzar. Pero no, llevaba media hora y ni rastro de Zoey por ningún lado. Eso rompía sus esperanzas.

—Buenos días, Tom —o no.

Tom le dio la espalda al árbol. Una mujer mayor le sonreía con dulzura. No tardó ni un minuto en reconocerla.

—¡Zoey! —su asombro era palpable. Aquel cabello rubio casi blanco y ese par de ojos color cielo aún seguían indiscutiblemente idénticos a la fotografía que su amigo le mostró alguna vez. La única diferencia era la edad.

—Hola.

—No puedo creer que seas tú.

—Pues coincidimos en eso porque yo tampoco —Tom esbozó una sonrisa—. Estoy casada Tom. Tengo un esposo a quien amo demasiado y dos hijos maravillosos. También soy abuela. ¿Puedes creerlo?

Tom no pudo más que sentir alegría por ella, así que extendió los brazos obsequiándole un abrazo. Zoey caminó hacia Tom y sonrió con gracia. Ahora él era mucho más alto que ella, todo lo contrario a cuando él era una chica.

—Te merecías eso y mucho más.

—Es… extraño. Tengo una vida preciosa y lo mejor de todo es que la recuerdo como si en verdad la hubiera vivido por mi misma, como si jamás hubiera pasado lo que pasó —con esfuerzo se apartó del amoroso abrazo de Tom.

—Lo mismo me pasó a mí. Está mañana que desperté pude recordar absolutamente todo, mi lapso de vida como Tamy y como Tom. ¡TODO!

—Bueno, al fin y al cabo ambos fuimos y somos los mismos. Por lo tanto nuestros recuerdos siguen en nuestra memoria —Tom asintió. Eso era razonable—. Por cierto, gracias Tom.

—¿Por qué?

—¿No lo has entendido aún? Gracias a ti volvimos a ser quienes éramos realmente —el de rastas alzó una ceja.

—¿Por mí?

—Si no te hubiera conocido aún seguiría durmiendo en la basura —se acercó más a Tom y comenzó a susurrar—. Creo que nos equivocamos, Tom. El Sauce no quería que aprendiéramos de nuestros errores, quería que los corrigiéramos. Y eso es lo que yo hice contigo.

Entonces Tom razonó.
¡Por supuesto! Por todo lo que Zoey le había contado, ella al parecer no había sido tan amable con las personas que la necesitaban antes de toda esta maldición. Pero en estos últimos meses ¿qué había hecho con Tom?… ella no dudó ni dos segundos en brindarle su ayuda en su terrible condición. Había sido tan amable con él que hasta dudaba aquellos relatos pasados de su arrogancia. Pero Zoey había podido corregir aquello por voluntad propia y al parecer éste era el exquisito premio que la fuerza de la naturaleza le había devuelto… sólo hasta que se lo mereciera.

¿Y qué pasó con él? Exactamente lo mismo. Definitivamente se había equivocado porque no tenía que probar precisamente su teoría como Don Juan para volver a ser quien era, más bien lo que el Sauce ansiaba era que Tom aprendiera una lección y remediara su presunción. Todo lo que pasó como chica no fue para nada fácil, de alguna manera pudo ponerse en el lugar de ellas y ver el mundo desde su perspectiva… tenían una vida complicada, mucho más que la de ellos. Pero a pesar de eso, el perseveró y continuó sólo por una sola razón; estar de nuevo junto a Bill, aunque al final eso le costara la difícil decisión de retractar su plan sólo para evitar hacer sufrir a su hermano y dejar que su otro yo conservara su lugar junto a él. Un gran sacrificio que tuvo que tomar pero uno que le devolvió su vida nuevamente.

Tom sonrió envuelto en su alegría.

—No sé qué hubiera hecho sin ti. ¿Te volveré a ver?

—Supongo que sí —Zoey ladeó la cabeza sin dejar de brindarle sonrisas—, eso deseo —Tom concordó en ello—. Pero ahora tengo que irme, no avisé que salí así que seguramente mi esposo ha de estarse preguntando por mí.

—Tiene suerte de tenerte —le acarició el hombro con cariño— nos veremos en otra ocasión entonces.

—Claro —y después de darse un fuerte abrazo, Zoey se alejó pero enseguida se detuvo y giró a ver de nueva cuenta a su amigo—. Oh, lo olvidaba. ¿Qué crees? Mi nieta es fan de tu grupo —Tom la miró con asombro—. Sí, al parecer te he visto en varios canales de televisión por influencia de Katie, mi nieta. Qué malvado que nunca me lo hayas dicho.

Tom sonrió avergonzado.

—Creo que eso era irrelevante en esos momentos.

—Ajá… pese a eso creo que aún seguiré sabiendo de ti —y con un giño se marchó.

Tom la vio desaparecer con una infinita paz.

Sintió al Sauce soplarle una fresca brisa. El odio que antes aparecía cada vez que lo miraba ahora lo había suplantado por total agradecimiento. ¿Qué hubiera pasado si todo esto no se hubiera producido? ¿Aun así ahora estaría junto a Bill? Quizás no. De alguna manera el Sauce había intervenido en buen momento y no podía evitar sentirse profundamente complacido con él.

Tom lo había comprendido. Al final de todo, jamás se debe perder la sonrisa. Quizá nos encontremos frente a una puerta cerrada en algún momento de nuestra vida, pero no se debe temer. Sólo es cuestión de encontrar la llave correcta del montón. Si no acertamos a la primera, siempre podremos intentarlo de nuevo hasta encontrarla.
Fuerzas y ganas de continuar. No se necesita nada más que eso.
Maldiciones… ninguna es eterna.

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Gracias ❤

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