«Una coqueta maldición» Capítulo 1

Se organizó un intercambio de oneshots en el grupo de Autores y a mí me tocó escribir la idea de pink :33 me salió mucho más largo que un one, así que sería más bien como un miniFic xD disfrútenlo…

…………………………………………………………………………………………………………

Capítulo 1

—¡Hola chicos! Somos Tokio Hotel y estamos aquí para responder una vez más a una de sus preguntas y… bueno, Natalia de Bolivia nos pregunta —Bill soltó una risilla nerviosa, acentuando su curioso inglés—: oookay, si ustedes fueran chicas, ¿con quién de los cuatro les gustaría acostarse?

Los sonidos sorpresivos y risas bufadas no se hicieron esperar.

—Georg, si tienes algo que decir hazlo ahora. Por primera vez puedes sentirte libre de aceptar que te gusto.

—Oh, Tom. Gracias. Quizás lo haga —los gemelos escucharon su risa a través de los auriculares y se contagiaron de ella, pero rápidamente Bill se puso serio cuando Tom lo miró tratando de compartir su sonrisa. El rubio desvió la mirada y su hermano rodó los ojos.

—Bueno, hum… yo no sé —Bill dudó— ya sabes, es difícil…

—Yo tampoco sé —Gustav agregó sin rodeos.

—Bueno, es que tampoco nos dieron muchas opciones —bromeó Bill y todos rieron menos Tom.

—Lo que pasa es que ellos no quieren decir nada porque les da pena admitir que me escogerían a mí —soltó el de rastas con burla.

—Oh, claaaaro.

—… Sí, esa es la razón Tom, ajá.

—Por eso, es la razón. Y bueno… hum… es que es obvio. Nosotros tenemos fans porque yo estoy en el grupo y…

—¡Por favor!

—No, no… ¡es cierto! Yo no tengo ninguna duda. Yo por ejemplo, si fuera una chica definitivamente a quien elegiría sería a Tom Kaulitz, él es un gran guitarrista y un…

—Es el más fácil —interrumpió Georg. Se escuchó un “Pffft” por parte de Gustav al otro lado de la línea antes de soltar una carcajada.

—Él es el único que vale la pena —se defendió Tom y de nuevo risas incontrolables entre la llamada inundaron el ambiente. Excepto Bill, quien sólo frunció la boca.

—Am… yo no creo que podría escogerme a mí mismo porque… ya sabes, creo que Bill es muy tímido y… muy aburrido realmente —sonrió y agregó—: creo que podría irme por Georg…. Hum, sí, por él porque… sólo mírenlo, él es muy guapo realmente, y tiene el cabello muy lacio.

—Sí, el cabello cuenta —dijo Gustav. Un gran avance ya que en todo este lapso de tiempo grillos eran lo único que se escuchaba de su parte. Fue el primero en reírse y enseguida lo siguieron los demás.

—Gracias Bill, tú si sabes lo que es bueno.

—No, en realidad él no sabe —intervino Tom. Bill lo miró de reojo aguardando lo que su gemelo iba a escupir—. Bill siempre ha tenido mal gusto, hum… es sólo que no nota las cosas buenas que tiene en frente…

—Te equivocas Tom, él ya lo notó, por eso su decisión.

Bill tragó saliva y se reacomodó los auriculares.

—Bueno, eso es todo por ahora. Nos veremos muy pronto en otra VIPcall. Esperamos sus preguntas… Adiós.

—Adiós —corearon los demás.

La grabación se cortó.

Georg y Gustav se despidieron amistosamente de sus amigos, prometiendo que pronto hablarían de nuevo. Los gemelos hicieron lo propio y con un “nos hablamos luego” terminaron la comunicación.

La tención volvió a colgarse de sus hombros.

Nadie dijo nada y Bill, sintiéndose asfixiado al estar a solas con Tom, fue el primero en abandonar la habitación no sin antes chocar bruscamente su hombro con el de él haciendo notar su enojo. El mayor apretó los dientes y enseguida lo siguió.

—Sigues con tu berrinche —murmuró Tom entre dientes. Bill lo ignoró.
Era frustrante. Habían tenido una riña mucho antes que realizaran la VIPcall y al parecer ésta aún no desaparecía.

El rubio se adentró a la cocina donde cogió un vaso con agua.

—Wow, Tom —espetó Bill al escuchar a su gemelo detrás de él—, qué original. No pudiste dar una respuesta mejor.

—¿Y eso a ti qué? Contesté ¿no? Además dije únicamente la verdad. No como tú, que te tiraste por una estupidez.

El rubio se dio la vuelta encarando a su gemelo.

—Oh, ¿estupidez porque no te escogí a ti? Mira nada más…

—¡Yo no me fui por mentiras! —Tom avanzó varios pasos hacia Bill, quien no se movió de su sitio— y además ¿a ti qué? Sea lo que sea que dije eso a ti no te incumbe. O qué… ¿acaso estás celoso? ¿Te enfada saber que tengo millones de chicas tras de mí? ¿Es eso?

—¡Oh, por favor, no digas ridiculeces! —Bill soltó su vaso en el lavabo y rodeó a Tom dispuesto a salir del lugar.

—Acéptalo Bill, sólo estás enojado porque quieres regresar conmigo.

Y ¡PUM! Explotó una bomba.
Bill se detuvo en seco y de nuevo encaró al de rastas.

—No… nonono, ¡no dijiste eso! ¡No lo dijiste! —sus castaños ojos casi salían de sus orbitas— ¿a qué rayos viene eso? ¡Deja de cambiar de tema!

—¡No, tu eres el que siempre se quiere salir por la tangente! No te entiendo Bill, te enojas por todo…

—¿Yo? ¿De verdad, Tom? ¡Desde que terminé contigo tú eres el que se pone de pésimo humor por nada! No me vengas a echar el muerto a mí.

—¿Qué? ¡Tú no terminaste conmigo! Ambos decidimos dejarlo…

—¡Ya! ¿Sabes qué? No quiero hablar de esto ahora, ¡me choca! —y con pasos fuertes salió echando pestes de la cocina.

—¡Claro, todo te choca ahora! —gritó Tom con el afán de ser escuchado, pero de Bill no hubo respuesta más que un fuerte portazo.

Tom apoyó los codos sobre la encimera y descansó su cabeza entre sus manos. Apretó los ojos con fuerza como sus manos lo hacían con su cabeza.

Esto últimamente se había vuelto rutinario.
Las peleas entre ellos habían desaparecido en años pero tras este último, habían resurgido. ¿Los motivos? Cualquier cosa. Comentarios sin importancia, debates entre quién se quedaba con la última rebanada de pastel y hasta por el control del televisor terminaban peleando. Claro que tenían sus momentos pasivos entre hermanos, pero en realidad eran pocos… y todo por un amor que ellos ahora lo llamaban error.

Suspiró.
No tenía ganas de quedarse en casa.

Salió velozmente de su hogar y aunque sus perros le rogaron porque los llevara, esta vez no les dio oportunidad. No quiso llevarse su auto, no tenía ganas de conducir. Simplemente quería caminar y caminar, no importaba a donde. Ni la oscuridad ni el frío de la noche eran obstáculo en esta ocasión. Y de eso se dio cuenta al llegar a un parque con pinta desolada, pero bastante hermoso, donde nunca antes había estado.

Y resguardando sus manos del frío dentro de su holgada chamarra, se adentró al lugar. Un caminito rodeado de luces verdes fue lo que Tom decidió caminar.

No comprendía…
¿Por qué las cosas cambian radicalmente sin que uno siquiera pueda preverlo? Si hubiera sabido que terminar la relación que tenía con Bill los llevaría a esto, nunca habría estado de acuerdo con él para romper. Y no se debía a que el amor entre ellos hubiera muerto ¡JAMÁS! Ni siquiera habían dejado de amarse como hermanos aunque pelearan seguido, mucho menos como amantes. Dos años de puro amor noviero era la prueba de aquello. Pero las inseguridades no se hicieron esperar al igual que los nervios y mucho, mucho miedo. Se habían llegado a amar tanto que era muy difícil disimular frente a espectadores. Varias veces tuvieron que excusarse por sus repentinas desapariciones cuando no era necesario que ambos gemelos fueran a hacer cualquier cosa que sólo a uno le pedían. Hubo besos que estuvieron a punto de descubrirse por fallas malvadas en los seguros de las puertas que no las aseguraban del todo. Frases inusuales que no coincidían con una relación normal entre hermanos que por un pelillo los pone en evidencia y, por supuesto, gemidos sonoros que casi corrompen sus vidas al no acordarse de que su madre vendría de visita. Todo eso había sido muy difícil de ocultar y, debido a que no supieron cómo mantener su amor ajeno a los demás, lamentablemente y con todo el dolor de sus corazones, decidieron dejarlo. Así, como si nada hubiera pasado, por seguridad de ambos. Y aunque ahora deseaban retroceder el tiempo para seguir compartiendo su amor y no darle importancia a lo que pensaran los demás, ninguno daba el difícil primer paso.

¡Maldito error más grande al estar de acuerdo con la sugerencia de Bill!

Sus pasos se alentaron conforme iba caminando, sintiendo los fríos besos de la noche entumecer su rostro. Observó un vivaracho murciélago revolotear por los alrededores y no dudó en seguirlo, clara muestra de no tener nada qué hacer. El animal se colgó de un enorme árbol que se encontraba en la profundidad del lugar y la aventura se acabó para Tom. Era inútil, nada lo distraía de sus pensamientos.

—¿Por qué rayos no me lo pides, Bill? —se dejó caer sobre el césped, sentándose bajo el árbol con las piernas flexionadas. Su barbilla descansó sobre sus rodillas—. Yo sé que aún me quieres… ¡yo aún te quiero! Pero eres tan terco —resguardó sus negras rastas dentro de su capucha y bufó— de verdad no entiendo por qué se hace el difícil ahora. O… ¿es que ahora ve algo malo en mí? —Tom se alarmó un momento antes de calmarse— ¡de ninguna manera! —siguió hablando al aire como siempre hacía cada vez que algo lo atormentaba—. No lo entiendo, tengo a todas las mujeres detrás de mí incluso mucho mayores que yo y ni así le importa perderme. ¿Cómo voy a dejar de interesarle? Si sólo me dieras una oportunidad, Bill… No soy nada complicado, el complicado aquí eres tú. ¿Acaso ya no te gusto? —negó con la cabeza incapaz de creer algo como aquello— eso no puede ser, ¡soy irresistible! Y lo vuelvo a decir: si yo fuera una chica sin duda alguna me enamoraría de mí mismo, el maravilloso Tom. No cabe duda. No soy una persona difícil, hasta en eso tengo puntos extra. De verdad, si pudiera te lo demostraría…

Una ventisca raramente cálida zarandeó las hojas del árbol, haciéndolo lucir como si danzara.
Tom aspiró y enseguida exhaló, desanimado.

—Si yo fuera tú tendría cuidado con lo que digo —Tom alzó la cabeza rápidamente y se levantó de un salto al ver a un hombre con ropas sucias a unos metros de él—, el viento que sopla por aquí es muy travieso, siempre le gusta jugar con nosotros utilizándonos como peones.

Su corazón recobró su ritmo normal al percatarse mejor de la situación. No era más que un viejo vagabundo. No podía tener menos de cincuenta años.

—¿Se le ofrece algo? —Tom preguntó con paciencia, manteniendo su distancia.

—Nada que puedas darme, chico —sonrió amable. Tom notó en las manos del hombre una fotografía que mostraba a una joven bastante bonita— pero quizá yo pueda hacer algo por ti en un futuro, quién sabe.

Tom alzó las cejas y mirando para todos lados asintió dudoso.

—Bueno, gracias pero no lo creo así.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó amablemente el hombre. Tom dedujo que el señor no era un típico vagabundo borracho por la simple forma en la que hablaba y el porte que reflejaba a pesar de sus estropeadas prendas. Un viejo abrigo con un par de hoyos era lo que lo resguardaba del frío. Pero aun así la desconfianza era palpable a pesar de que el hombre no parecía tener malas intenciones.

—Hum… ¿para qué quiere saber?

—Para agradecerle a la persona que habla conmigo a pesar de no conocerme. ¿Sabes? La gente superficial tiende a ignorarme, no es común para mí hablar con alguien.

Tom se mordió el labio y frunció el ceño, por supuesto con duda.
Y tras varios segundos de encontrar contras y pros al respecto, optó por seguir su instinto.

—Mi nombre es Tom, un gusto. —¿Qué más daba? Al final ni lo volvería a ver.

—El gusto es mío —y tras dedicar una última sonrisa, el vagabundo dio media vuelta y comenzó a alejarse del lugar. Tom se quedó solo en cuestión de segundos con una pequeña incertidumbre.
Vaya compañía se había encontrado.

Y sin nada mejor en qué entretenerse, optó por hacer lo mismo y pasivamente abandonó el parque.

Cuando llegó a casa escuchó el ruido de la TV así que fue directamente hacia el living encontrando a Bill sentado en el sofá con su IPhone entre sus manos pero con la mirada concentrada en él. Alzó una ceja.

—¿Habías salido? —preguntó.

Tom se despojó de su chamarra y fue a sentarse junto a su gemelo.

—¿No te diste cuenta?

Bill lo miró por unos segundos para después volver a su IPhone.

—… No.

El de rastas hizo una mueca y se acurrucó más en el sofá dispuesto a ver la TV pero las repentinas risas de Bill lo distrajeron.

—¿De qué tanto te ríes?

Bill aguantó las carcajadas y se acercó a Tom, poniéndole casi en la cara su teléfono.

—Tienes que leer lo que escribió una fan en la App.

Tom, asimilando la situación, achinó los ojos y tomó el aparato que su gemelo le tendía. Bill aguardó con paciencia. Al instante Tom se unió a sus carcajadas.

—Enserio, a veces me pregunto qué clase de fans tenemos —el rubio se rio aún más y Tom lo imitó— ¡cierto! Aliens, definitivamente son de otro planeta. ¿Por qué nos cuentan esas cosas?

—No lo sé, pero es muy gracioso —le arrebató su IPhone de las manos y tras rebuscar se lo entregó de nuevo a Tom—. Mira, aquí hay otra…

Y así estuvieron durante un buen rato, riendo juntos hasta que se fueron a dormir como si nada hubiera pasado antes… siempre era así. Aunque ambos deseaban poder dormir en la misma cama, tenían que resignarse con soñar cada quien en su respectiva habitación, sólo con las almohadas.

***

La cabeza le dolía horrores y no sabía el por qué. Se lo atribuyó al hecho de que el sol le pegaba directamente en la cabeza hasta hacer que se calentara, a diferencia de su cuerpo el cual estaba helado como hielo. A pesar de aquello, Tom aún no tenía intenciones de levantarse; pero cuando una pequeña ardilla con los cachetes inflados de nueces decidió posarse frente a su rostro para chillar como sólo ellas saben hacer, él abrió los ojos.
Aquel pequeño animal cachetón fue lo primero que Tom observó.

Desconcertado levantó medio cuerpo para huir de ella mientras ésta salía disparada hacia el árbol que le daba techo. Se talló los ojos asimilando la situación. ¿Cómo rayos una ardilla se había colado hasta su habitación? Pero al momento de reflexionar se dio cuenta de algo… Era él quien no estaba en donde debería estar. Asustado miró para todos lados mientras se deshacía del estorboso y lacio cabello que le caía por los hombros y el pecho.

“Qué demonios…”
¿Había dormido con alguien? Al intentar apartar aquella maraña de pelo sintió un tirón en el cuero cabelludo que lo dejó perturbado. Y tras buscar el origen de aquella castaña melena, su corazón dio un vuelco.
Era la suya… ¡Era la suya! ¿Pero qué diablos pasó con sus rastas oscuras?

Comenzó a hiperventilar y se levantó del césped en donde al parecer había dormido, sintiendo las puntas de su cabello hacerle cosquillas hasta por debajo de las pompas. Un momento… ¿por qué podía sentirlo? Un sucio abrigo resbaló de sus hombros, aclarando las dudas de su atormentada mente.
Estaba desnudo. No, no simplemente desnudo, más bien… desnuda.
Tom se sintió desfallecer. Su tono bronceado de piel se aclaró de golpe.
¡No podía ser cierto, esto debía ser una pesadilla!

Rápidamente tomó el abrigo que lo había estado resguardando mientras dormía y se cubrió el cuerpo nuevamente. Y tras dar varias vueltas en su mismo lugar y mirar por todos lados apenas pudiendo respirar cerró los ojos y…

—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH! —gritó pero al momento abrió los ojos como platos, apretándose la garganta—. ¿Qu-qué me ha pasado? —¡Por Dios! Había sonado igual a Georg cuando imitaba perfectamente voces de chicas alborotadas. Era uno de los secretos más secretos de todos los secretos que únicamente ellos conocían. Incluso hubo una vez que Geo lo llamó fingiendo ser una chica y… bueno, esa era otra historia—. ¡¿Pero quién me ha hecho esto?! ¿Cómo llegué aquí?… cof… cof… —escupió al suelo como si de un sólo escupitajo pudiera deshacerse de su femenina voz. Pudo reconocer el parque desde el primer momento en el que abrió los ojos y eso lo asustaba aún más. Porque sí, Tom kaulitz se sentía como si tuviera a un enorme tiburón en frente.

No quería mirar, pero estaba seguro que algo anormal se había alojado en su pecho… ¡y eran dos! Podía sentirlos y fugazmente los había visto cuando se percató de su desnudez.
Se dejó caer al suelo y comenzó a mecerse como un maniático cuando recapacitó en otra cosilla. Si en apariencia era una mujer entonces eso significaba…

—Nonononononononono ¡NO! —con un ligero temblor se llevó una mano a su entrepierna, confirmando duramente lo que temía— ¡No está, no está! —y con un berrinche comenzó a repartir puñetazos contra el césped y de paso a arrancarlos, perdiendo totalmente el control. Su amigo, su compañero de juego, su cómplice; no estaba. ¡Puff! Había desaparecido como si alguien malvado se lo hubiera arrancado.
Auch…

—Buenos días, Tom —una voz ronca pero familiar, le provocó un pequeño brinco inesperado.
Giró el rostro para dar por acertadas sus sospechas.

Un viejo lo miraba desde arriba con una sonrisa burlona entre sus arrugas. Tom abrió los ojos hasta más no poder.

—¡Es usted! Pe… pero… —se levantó de un salto sin importarle dejar el abrigo agujerado en el suelo. El vagabundo reaccionó ante aquel acto y rápidamente, cogiendo la prenda que le había dado la noche anterior al verla tendida sobre el césped totalmente inconsciente, la cubrió de nuevo. Después de todo estaban en un parque y quizá la gente no tardaría en llegar y pronto se acumularían en ellos como hormigas. Sin duda una que otra resultaría ser mirona.

—¡No te muevas tanto que te destapas! ¿Quieres que todo el mundo te vea encuerada?

Tom quedó en shock.

—¿Encuerada? —sus piernas casi flaquearon— ¿”ada”, dijiste? No, no. ¡Soy hombre! Lo soy y tú lo sabes…

El hombre se encogió de hombros.

—Mmmm… temo decirte que ya no lo eres.

Tom entró en pánico sin poder evitarlo.

—Aeuhderhdjskjsahd… —comenzó a dar vueltas sin ningún punto fijo y sus palabras salieron sin sentido alguno. El vagabundo frunció el ceño y rio.

—Lo siento pero yo no sé árabe. Y ya, ¡deja de estar haciendo el tonto! Intenta controlarte.

Tom, ahora con curvas delicadas, se dirigió con pasos de gigante hacia aquel hombre con pinta sospechosa.

—¡Tú! —su dedo acusador casi le saca un ojo al tipo—. ¿Por qué me hiciste esto? ¡Qué maldición me has echado encima!

—¿Yo? —el señor se escandalizó—. Seré feo y viejo pero eso no me hace brujo.

—¡Mentira! —su voz chillona ensordeció al hombre y Tom se volvió a estrujar la garganta con horror. ¡Voz de chica, joder, cómo la odiaba! Trató de ignorar aquel detalle—. ¿E-entonces cómo supiste que yo soy Tom? ¡¿Eh?! ¡Sólo contigo hablé anoche y ahora vienes y me saludas como si nada!

—Tranquilo. ¿Me hablas así después de que te di la única prenda que me protege del frio? —negó con la cabeza, indignado realmente—. Te advertí que tuvieras mucho cuidado con tus palabras.

Tom juntó el entrecejo y como pudo trató de cubrir la parte trasera de su cuerpo desnudo aún sin colocarse el abrigo como se debe. Con tanto movimiento éste se le resbalaba cada dos segundos.

—Pu-pues yo no te lo pedí… y… ¡Ash! ¡Yo no deseé esto!

—No se trata sobre deseos, sino de aprender a cambiar algo en ti que está mal. Al parecer, alguien quiere darte una lección.

—¿Qué? pero ¿quién querría hacerme algo así?

—No lo sé con seguridad pero creo que estás parado de bajo de él.

Tom alzó la mirada, confundido.

—Es sólo un árbol.

—Es un Sauce.

—¿Sauce? ¿Aquí en Los Angeles? ¿No se supone que éstos crecen únicamente cerca de los ríos o algo así?

—Cierto. Pero éste no es como los otros —le aseguró el vagabundo.

Tom volvió la vista de nuevo al Sauce. Sus castaños ojos se abrieron deliberadamente.

—Wow… —no lo había notado antes, pero aquel misterioso árbol parecía resplandecer. La dorada luz del sol coloreaba al Sauce de pies a cabeza, haciéndolo lucir como si este estuviera envuelto en una inexplicable llamarada de fuego. Un fresco aire le alborotó suavemente los cabellos.

—¿Crees en la magia, Tom? —lo interrumpió de su embelesamiento.

—… No.

—¿Entonces cómo explicas lo que te pasó? —Tom parpadeó, sus largas pestañas acentuaron sus ahora enormes y expresivos ojos. No supo qué contestar—. Mira, es sencillo. El sauce está jugando contigo.

—Pero qué… esto… ¡Esto es ridículo! Estas cosas no pasan en la vida real —esta vez un fuerte viento revolvió su larga melena y éste atrapó su rostro por completo. Tom se lo apartó de mala gana y refunfuñó molesto mientras trataba de sujetarlo todo con una mano— Arggg… ¡Esto tiene que ser una pesadilla!

—¿Y ya intentaste pellizcarte? —el hombre no pudo evitar reír al ver la clara expresión de Tom de una chica molesta—. Bueno, tienes que estar dormido para que pueda ser una pesadilla.

Tom lo asesinó con la mirada. ¡BANG, BANG!

—Ahora mismo me vas a explicar cómo es posible que esto esté pasando.

—Eso no lo sé. Sé que pasa, pero no sé cómo.

—¿Entonces cómo sabes que lo ha hecho el arbolucho ese?

—¿Cómo explicas que haya crecido en este parque? —se defendió el vagabundo.

—¿Ríos subterráneos?

—Abajo no hay nada más que alcantarillas.

—¡Y yo me quiero volver rata! —caminó de un lado a otro tratando de mantenerse calmado. Varias personas, quizá padres de familia, pasaron a unos cuantos metros de ellos escrudiñando la escena con desconcierto. Bueno, una chica semidesnuda y un hombre de ropas sucias discutiendo a mitad del parque no era algo común ni bien visto.

—Tom, no eres el único al que le ha pasado esto —la chica enmudeció—. Y para ser más claro, todos provocados por comentarios hechos bajo este árbol.

—Esto no es posible… —susurró. Su vista comenzó a desenfocarse—. ¿Y ahora qué se supone que tengo qué hacer?

—Bueno…

—¿Sabes qué? No te necesito y no tengo por qué estar hablando contigo —se colocó el abrigo con mucho cuidado tratando de no enseñar más de lo necesario y abrochó cada uno de los botones con impaciencia—. Me voy a casa. Le explicaré a mi hermano lo que ha pasado y él me ayudará. Estoy seguro.

—¿Así de fácil? —el vagabundo se encogió de hombros—. Pues bien. Que tengas suerte.

Tom le dio la espalda y comenzó a avanzar tratando de sujetarse el cabello. Sin una liga era una misión imposible.

—No lo creo. Árboles mágicos, ¿qué sigue? ¿Arañas bailando Tap?

El hombre de ropas sucias mantuvo la vista en aquella singular jovencita hasta que la perdió de vista.
Negó con la cabeza.

—Ay muchacho. Te doy una hora para que estés de vuelta.

***

—Vaya sorpresa, ¿no? —el vagabundo no se había movido de su sitió desde que Tom había abandonado el lugar. Sabía perfectamente que éste regresaría y dicho y hecho.

Tom observó al hombre sentado bajo el gigantesco árbol “mágico” con una expresión de total paz. Lucía como si no le preocupara nada en la vida. Envidió por completo su sentir.

—Tú sabías —el viejo le hizo un espacio a su lado invitándolo a sentarse y Tom, tratando de localizar con la lengua su piercing que ya no poseía, se sentó sin más. Estiró sus largas y ahora delicadas piernas sobre el césped.

—Sí.

—Pero cómo… es que… ¡no lo entiendo! Llegué a la casa y justo cuando me dirigía hacia la entrada, mi hermano salió de ésta caminado hacia el auto y… ¡y justo después yo salí detrás de él! Era yo, Tom normal, como hombre —el vagabundo asintió comprendiendo perfectamente cada palabra—. Me tuve que esconder detrás de un arbusto, no me quise acercar. Fue sumamente extraño para mí. No sabía si me creerían…

—No lo harían —dijo sin duda el hombre.

—¿De qué se trata entonces? ¡Creí que esto había sido una transformación! ¿Ahora resulta que hay dos cómo yo? —antes de que su acompañante pudiera abrir la boca para dar su opinión al respecto, la chica hiperactiva con alma de hombre continuó con su palabrería después de unos pocos segundos de razonamiento—. O tal vez… no sea así. Sí, eso es —el vagabundo alzó las cejas esperando—, una vez vi una película donde las almas de dos personas intercambiaban de cuerpo y luego éstas tenían que hacer algo para volver a donde pertenecen. Seguramente eso me pasó a mí. Este debe ser el cuerpo de la chica que ahora está en mi verdadero cuerpo, ¡ahora entiendo! —casi estuvo a punto de aplaudirse a sí mismo ante su astucia. Casi…

—Pues toda esa deducción está muy buena pero temo decirte que ese no es tu caso —a Tom le cambió la expresión de un momento a otro. El vagabundo continuó—: el chico que viste con tu hermano es Tom, el verdadero Tom.

—No, pero…

—PERO…—interrumpió sus reproches— tú también lo eres. La diferencia es que ahora eres una chica.

—No comprendo…

El vagabundo con toda la paciencia del mundo, suspiró antes de hablar.

—Ambos son la misma persona pero en dos cuerpos diferentes: hombre y mujer. El Tom que viste acompañando a tu hermano es el autentico, tanto como tú lo eres. La única diferencia es que eres mujer, y no es que alguien te haya prestado un cuerpo… así serías si hubieses nacido como tal. Tienes los mismos rasgos que el autentico Tom al igual que los pensamientos y recuerdos. Como ejemplo más fácil está el tuyo: es como si tu mente y alma se hubiesen traspasado a otro cuerpo pero sin dejar de existir en el original. Pero claro, ellos ni nadie te conocen.

Tom agitó sus largas pestañas, atónito.

—O sea que ¿hay dos como yo? ¿Como si me hubiese multiplicado?

—Bueno, es una manera graciosa de verlo.

—No veo lo gracioso —se ajustó el abrigo sintiéndose un poco incomodo. Todo esto parecía un cuento salido de la pantalla. Faltaban los dragones para que esto tuviera un poco de cordura. Ahora era una chica, ¿alguna vez había escuchado algo como aquello? Fuera de las películas, ¡jamás! Y ahora tenía que resolverlo porque quedarse como una nena para siempre no era parte de su plan de vida. ¿Podría acercarse a Bill de esta forma? ¡Seguramente pensaría que era una fan loca por su atención! Si de esas existían bastantes… el único consuelo que le quedaba era la ligera, pero patente esperanza de revertir el… ¿hechizo? Ni siquiera sabía cómo llamarlo. En fin. Todo acto se lleva con un contra ataque, al igual que una maldición. Lo había visto en películas y si éstas eran capaces de salirse de las pantallas entonces posiblemente su problema sí tenía solución. Sólo tenía que encontrar la manera de volver a ser el Tom de antes, el macho. Trató de mantener la calma—. Bien, ¿qué se supone que tengo qué hacer ahora? —preguntó moviendo las piernas con impaciencia—. Aguarde, tengo una pregunta mejor. ¿Cómo sabes sobre esto? —lo miró con sospecha antes de agregar—: fuiste tú ¿verdad?

El vagabundo bufó.

—Qué más quisiera yo tener poderes mágicos; pero así no es como funciona.

—¿Entonces?

—Has memoria. ¿Recuerdas tus palabras arrogantes de ayer?

—¿Palabras arrogantes? ¡Cuáles! —se ofendió.

—Ejem, ejem… “Oh, soy irresistible, tooodas mueren por mí. Si fuese una chica andaría tras mis huesitos…” —el hombre habló con voz exageradamente ridícula, lo que provocó a Tom un ligero rubor en sus mejillas.

¡Dios, no creyó que escuchara esa parte!

—Yayayaya, ¡entendí! Pero ¿qué tiene que ver lo que haya dicho con lo que me pasó? —una brisa helada hizo que el delicado cuerpo de Tom se estremeciera de frio. Necesitaba conseguir ropa urgentemente. El abrigo era grueso pero no lo suficiente.

—Todo. Tú mismo te ataste la soga al cuello y ahora tienes que revertirlo.

—Pero, ¿cómo? —volvió a insistir.

—Créeme, si lo supiera no estaría en la misma situación que tú.

Tom parpadeó un par de veces procesando aquella información. Su corazón comenzó a latir como locomotora.

—¿A qué te refieres con eso? —preguntó temiendo a la respuesta. El vagabundo peinó sus barbas casualmente, antes de mirarlo a los ojos y decir:

—Estamos en el mismo barco ¡y uno muy estancado!

Tom sintió que el mundo se le vino encima. ¡Y cómo pesaba!

—Eso… no puede ser. Acaso tú… ¿Quieres decir que tú también fuiste transformado?

Para su mala suerte, el vagabundo asintió con una sonrisa a pesar de la situación.
Sacó de su bolsillo la misma fotografía que llevaba ayer.

—Yo era muy bella —le tendió la foto a Tom y éste la tomó. Vaya que sí lo era—, llevaba una vida excelente y todo el mundo quería ser mi amigo. Por desgracia no me di cuenta que mi actitud era muy arrogante y eso me había convertido en una persona sumamente egoísta. Sentía que todas las personas valían menos que yo y discriminaba a los indigentes cada vez que uno se me acercaba a pedirme ayuda. ¡Irónico! Acabé convirtiéndome en uno de ellos —una sonrisa triste adornó su rostro antes de continuar con su historia. Tom estuvo a punto de preguntarle cómo había pasado pero éste como si leyera sus pensamientos, se le adelantó—. Me encontraba justo en este lugar cuando un hombre sucio, con la misma pinta que tengo yo ahora, se me acercó para pedirme una moneda. Sólo recuerdo haberlo tratado mal e hice que se alejara de mí. Después de eso fui a casa, me dormí y cuando desperté… bueno, creo que conoces el resto de la historia.
Tom, quién escuchó atento cada palabra, sólo pudo pensar en tres cosas:

Uno. El vagabundo no es “él” sino “ella”. Eso explica la fotografía que lleva consigo dentro de sus ropas. Había pensado que quizá se trataba de su esposa, pero ahora lo tenía todo claro.
Dos. No era el único en esta situación. Eso lo aliviaba un poco.
Tres. ¡Cuando todo esto terminara, iba a talar a ese árbol sin importar qué!

Respiró hondo antes de atreverse a preguntar:

—¿Cu-cuánto tiempo llevas así?

El hombre, (del cual ahora se sabía que no lo había sido por siempre) le dedicó una mirada desalentadora.

—Más de veinte años.

Tom sintió dos balazos en el pecho. Su esperanza de volver a ser quien era se alejó como un papalote al que le han cortado el cordel.

—¿Es enserio? —su voz de chica ayudó bastante al asombro—. Eso quiere decir que estaré así para siempre —afirmó. Casi pudo visualizar el futuro que le esperaba. Ropas sucias, mal oliente y en las calles.

—Yo me resigné a lo que me tocó vivir, pero tú puedes intentarlo —trató de animarlo pero no funcionó. Tom estaba bastante mal, bastante decepcionado. Apretó su frágil hombro transmitiéndole fuerzas. Tom reaccionó entonces—. He estado analizándolo y he llegado a una conclusión. La solución a tu problema —la joven asintió instándolo a seguir—. Tienes que demostrarle al Sauce que eres capaz.

—¿Capaz de qué?

El vagabundo sonrió de lado y dijo:

—Capaz de enamorar a Tom Kaulitz.

—¡¿Qué, qué?!

………………………………………………………………………………………………………

Así, como lo leen. Tom tiene que enamorarse a sí mismo, ¿lo logrará? 😮

No te olvides de dejarme un comentario :D