«Lo que esconde un vestido» Capítulo 3

Ahora viene una verdadera tortura para Bill. Fingir ser chica y tener que soportar a tres chicos morbosos… ¿Quién dijo que sería fácil? x3

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Capítulo 3

Bill

Tanta prisa en llegar aquí para que los tipos esos, como era de esperarse aún no llegaban. Eso dejaba muy marcado lo impuntuales que eran. Estaba comenzando a hartarme.

“Apresúrate que llegaremos tarde, ya nos deben de estar esperando” Sí cómo no, ¿ya viste la hora? Son las nueve y media y nada que aparecen.

—No seas impaciente, Bill. Sabes cómo somos nosotros los hombres, o bueno, ahora no lo sabes, nena.

—¿Podrías dejar de hacer eso? No molestes.

—Sólo bromeo y lo sabes. Ya verás que no tardan. Seguro ya vienen en camino.

—Eso mismo dijiste cuando llegamos. Ya me estoy cansando —Me aplaqué el vestido a causa de una leve ventisca y me crucé de brazos algo cabreado.

Prefería mil veces ser yo quien llegara tarde a tener que convertirme en un sauce con las infinitas raíces que sacaba por tanta espera. Lo detestaba.

Nos encontrábamos en un parque un tanto concurrido. Sí, Tom me había traído al que sería el punto de reunión para encontrarse con aquellas personas y que de aquí nos fuéramos a no sé dónde. En realidad no presté mucha atención, pero accedí pensando que quizá por la hora no habría muchas personas. La idea principal de un parque es visitarlo de día, pero al parecer me equivoqué.

Estaba tan lleno de personas cual típica plaza.

Lo bueno es que logré convencer a Tom de sentarnos en una de las bancas con menos luz, así por lo menos las miradas serían pocas.

—Oye…

—¿Humm?

—Y… ¿Exactamente cómo describiste a tu novia? —Bueno, esa era una duda que tenía en la mente desde que vi el resultado de mi transformación. ¿Les habría dicho antes como era su chica o improvisó?

Lo vi mirarme por el rabillo del ojo, distrayéndose vagamente en acomodar el filo de su negruzca chamarra, tan negra como el cielo que nos cobijaba.

—¿Para qué quieres saber?

—Simple curiosidad.

—Mmmh… —frunció el ceño y miró hacia la nada, con un claro gesto de duda. Consideré seriamente que seguro no pensaba contestarme, ya que aunque sólo habían pasado unos segundos en los que se había sumergido en un desesperante silencio, no había dicho ni pío. Dándome por vencido suspiré y me dediqué en distraerme con algunas parejas de amantes que no dejaban de comerse la boca, pero un movimiento a mi lado me hizo desinteresarme de aquello y concentrarme en mi hermano. Su ronca voz apareció entonces—. Sí lo hice: alta, delgada, pelinegra, ojos castaños, hermosa… en realidad no importa, eso es lo de menos —tragué saliva. O fue mi imaginación o…— ¡Por fin! Mira, ahí vienen.

—¿C-como? —giré el rostro hacia la dirección que me apuntaba Tom y en un segundo el pulso se me aceleró.

Efectivamente, tenía razón. Aun estando un poco lejos no era impedimento como para no poder visualizar tres ambulantes siluetas respectivamente de los mujeriegos de los que tanto había escuchado. Sus tres locos amigos convertidos en mi más grande pesadilla.

Enseguida comencé a sentirme bastante nervioso e inevitablemente comencé a temblar y las manos empezaron a sudarme.

—Ya, tranquilo —Tom, quien no había dejado de mirar lo alterado que me había puesto, me apretó el muslo suavemente, quizá tratando de calmarme o de terminar con el pequeño brinco de mi pierna. Asentí con un tremendo nudo en la garganta.

Poco a poco se iban acercando más, que incluso ya podía escuchar sus voces. Inhalé y exhalé aire una y otra vez, tratando de relajarme.

Al verlos a unos metros, me enderecé y alcé la cabeza para no estar encorvado, tampoco iba a arruinar todo de un sentón, tenía que hacerlo bien; pero aún rondaba por mi cabeza, ¿cómo diablos pude convencerme de hacer esto? Ahora mi negatividad se había apoderado de mí por completo haciendo desaparecer cualquier pensamiento positivo. Antes me había convencido de que esto si iba a funcionar, pero ya estando en la situación, las cosas parecían cambiar drásticamente.

—¿Listo Bill?

—Me siento muy nervioso.

—No lo estés, ya te dije, estos tipos son tan estúpidos que ni siquiera se darán cuenta. Aparte, te ves verdaderamente como toda una mujer. —Le di un leve codazo a Tom, pero debo admitir que su comentario me había dejado un poco más tranquilo.

Cuando menos me di cuenta, Tom se levantó de la banca en donde estábamos sentados y yo le imité el gesto. Volteé directamente hacia donde estaban ellos y en menos de lo que canta un gallo, ya los tenía en frente.

—¡Vaya! Hasta que por fin llegan, ¿no quedamos a las nueve?

Aquel chico y él se saludaron con el puño y con un golpe de hombros, lo mismo hizo con los otros dos.

—Qué va. Keller y yo estábamos listos desde hace rato, pero el idiota de Volker nos pidió que pasáramos por él y eso nos retrasó. ¿Qué cree que somos sus choferes? Le insistí que tomara el transporte pero el cabrón no quiso.

—¡El condenado coche se me descompuso! Supuse que sería menos tardado si pasaban por mí. A que no se les ocurrió eso, ¿eeeeh?

—Y ya con esa idea se siente muy muy el tarado éste —Mi gemelo reviró los ojos algo fastidiado, pasando completamente de ellos.

Yo, mientras tanto, me mantenía lo más callado que podía, observándolos, oculto detrás de Tom. No me atrevía a salir de mi barrera. ¡Qué pavor! Aquí por lo menos me sentía protegido. Con lo poco que duró. Tras cometer el inútil error de asomar un poco la cabeza por curiosidad, tres pares de ojos absortos se desviaron hacia los míos. Me escondí rápidamente como un tímido suricato detrás de mi hermano mayor. ¡Patético!

—¡Oh, pero miren nada más! ¿A quién tenemos aquí? —El chico alto de cabello oscuro el cual usaba una gorra negra al igual que su playera, se asomó por arriba del hombro de Tom; pero como si eso no fuera suficiente, lo empujó hacia un lado, quedando yo completamente al descubierto. Rápido adopté la postura que con tanto empeño había aprendido justo antes de salir de casa: la espalda recta, las piernas juntas y las manos entrelazadas por enfrente. De ahora en adelante tenía que comportarme como tal. Rogaba porque no descubrieran nuestro pequeño secreto—. Tooomi, ¿qué no piensas presentar a tu amiga? —Esto último lo dijo con un tanto de sarcasmo, lo cual no sé por qué me hizo enfurecer; pero aun con mis enojos involuntarios, no podía imaginar lo que ahora estaba por llegar.

Tener que mantener un directo contacto visual con ellos. Para lo bueno que soy con eso.

Sabía que esto iba a llegar tarde o temprano, así que no me quedaba de otra. Por un lado me sentía un poco tranquilo, sólo un poco ya que dejar que Tom contestara por mí no se creería mucho ¿o sí?

—¿Y bien? —Tom, un tanto serio, se acercó de nuevo junto a mí. Por lo menos me sentí más relajado con su presencia.

—Amigas tengo muchas. Ella es mi novia. —Quise que me tragara la tierra. ¿Cómo se atrevía a divulgar eso? En primer lugar, dudo mucho que Tom soltara algo así como así, para nada creíble. No me quedó otra opción más que sonreír para enfatizar su respuesta y darle realidad a la situación. No pasó más de un segundo para sentirme observado.

—Tu novia ¿eh?, vaya —Al parecer el chico que comenzaba a preocuparme era, como había visto, creo que Zelig, el de la gorra. Aún no se tragaba el cuento o ¿algo más había notado?

—Ajá… —Me sentí apretujado cuando Tom me rodeó la cintura con un brazo y me acercó a él. Creo que haberme colorado las mejillas fue una pérdida de tiempo, ya que de haber sabido que podría lograr este efecto con apenas ese simple gesto, las hubiera dejado normal.

Zelig frunció el ceño, tratando de captar la mentira, pero lo mejor que se me ocurrió, fue desviar la mirada hacia a uno de los otros dos: Keller.

Aquel chico rubio, un tanto de mi estatura vestido de camiseta roja y jeans simples. Preferí no haberlo hecho. Al parecer Zelig, no era el único que no se creía esto, pues pude notar que me miraba de una forma un tanto extraña. ¡NO! ¿Se habrá dado cuenta de la mentira? ¿Notó que no soy chica? Por instinto bajé la mirada y sujeté el brazo de Tom, aferrándome con fuerza con las dos manos. Quizá sin saberlo estaba tratando de hacerle saber que esto no iba del todo bien porque con palabras no podía, no ahora. ¿Y qué haríamos entonces?

Por pura curiosidad, volví a levantar un poco el rostro para observarle de nuevo y poder descifrar algo más pero no me demoró mucho hacerlo. Me quedé absorto. ¡¿Cómo?! ¿Acaso había visto bien? Porque mi imaginación no hizo esto ¿para qué lo haría? ¡No! Este tipo me acababa de mandar un beso y no juego. ¿Y qué decir de ese giño? En definitiva esto era real. ¿Pero qué onda con éste tipo? No creo que sea correcto estarle coqueteando a la novia de su amigo, porque eso era lo que hacía. Me comenzó a sonreír de una manera extraña y no sé qué tanto me quería decir, ya que con señas no le entendía nada. Gracias a eso me había hecho sentir muy incómodo y ahora se me iba a ser mucho más difícil poder verle a la cara.

Giré a ver a Tom para saber si haría algo al respecto, pero estaba más perdido en otro tema con el chico de gorra que ni siquiera prestó atención a mi pequeño y mudo “auxilio”. Creo que después de todo sí eran tan estúpidos como me había hecho saber.

—Bien, les presento a Bi… eeh… —Ante el silencio de Tom, me vi obligado a mirarle un poco preocupado. ¿Por qué se había callado? Sus ojos parecían un par de perlas brillando a causa de lo dilatadas que estaban. Me miraba con temor. Indirectamente pude notar que me trataba de decir algo por los débiles gestos que hacía. Negué un poco con la cabeza, tratando de pasar lo más desapercibido posible, haciéndole saber que no entendía nada de lo que me trataba de decir—. Este… ella se llama… —Me apretó más la cintura con algo de fuerza, a lo que yo di un pequeño brinquito por su inesperada acción. Lo miré de nuevo mucho más confundido y fue ahí cuando recapacité en lo que había dicho.

¡Puta madre, el nombre!

¡EL MALDITO NOMBRE!

¿Cómo se nos pudo pasar lo más importante? ¿Y ahora que íbamos a hacer? Darles mi nombre era una opción imposible. Me quedé paralizado tratando de controlar mi respiración. No se me ocurría nada, mi mente se había secado como el agua en un desierto. Como respuesta le devolví el apretón en el brazo que sujetaba disimuladamente mirándolo a los ojos. En este momento yo no era de mucha ayuda y Tom lo sabía, así que de ésta tenía que solo. Confiaba en él.

—Bueno… ella es… hum… —Le di un desapercibido codazo para que hablara y les sonreí a ellos para disimular—… ¡DEBBIE! sí, les presento a Debbie —¿Debbie? ¿Y quiere decir…?

—Olé, guapa —El primero en abrirse paso entre los dos para pararse frente a mí y presentarse, fue el que menos quería que se me acercara—. Un gusto en conocerte, Debbie —Sin mi consentimiento me tomó del brazo y me apartó de Tom con algo de esfuerzo, ya que no me solté con facilidad hasta que Tom tuvo que mover el brazo para poder hacerlo. Yo exageraba. Al estar desprotegido me tomó de la mano y no me quedó otra opción más que estrechársela también. Pero lo que si no me esperaba fue cuando el muy confianzudo se atrevió a darme un beso en la mejilla. Era de esperarse pero jamás lo vi venir—. Yo soy Keller; pero tú, nena, puedes llamarme Kell —asentí y teniendo cuidado de no ser tan brusco, retiré mi mano de la suya y le correspondí con una simple sonrisa, no podía hablar, que más me quedaba.

Pero cuando estuve a punto de retroceder de nuevo hacia mi gemelo, choqué con éste mismo. Me sentí un poco aliviado pero cuando colocó su mano extendida sobre mi espalda y me empujó otra vez hacia adelante, quise asesinarlo. ¡Era como si él mismo arrojara un pedazo de carne a un montón de lobos salvajes! Claro que mi actitud no era la adecuada y Tom se había dado cuenta. Lo miré un poco enfurruñado a lo que él hizo lo mismo y claro, él ganó.

—Preciosa, yo soy Volker —El chico con el que no había tenido nada de contacto hasta ahora, se aproximó. Vestía con una playera blanca acogida con una chamarra azul oscuro y unos vaqueros negros. Era extraño verlo con gafas de sol oscuras puestas como diadema por encima de la cabeza—. Si quieres un poco de diversión, nena, debo decirte que de los cuatro yo soy la mejor opción. —Tom hizo un chasquido con la boca con total disgusto, como si su broma no le hubiese agradado; pero al instante todos comenzaron a reír y yo a colorarme. Como si ya fuera costumbre hacerme esto, Volker me jaló lo suficiente como para poder estar más cerca de él, dejando a Tom un poco detrás de mí. Me sentí aislado y la peor parte es que éste resultó ser mucho más descarado que el anterior. ¡Se atrevió a no sólo darme un beso en la mejilla, sino dos, uno de cada lado! Instintivamente sentí nauseas. Me aparté de él un poco aterrado y como si no hubiera sido suficiente la anterior amenaza de Tom, retrocedí bastante hasta quedar de nuevo a su lado.

—Ya hombre, compórtense. ¿Qué no ven que es la chica de nuestro camarada? —suspiré. Al parecer el que me tenía preocupado ya me había dado una clara señal de no haberse dado cuenta de mi identidad. No pensé jamás en admitir esto pero, me sentí bastante seguro al escucharlo decirme chica. Noté su presencia frente a mí, acercándose cauteloso, sonriendo de una manera un poco inadecuada para mi gusto—. No le hagas caso a Volker, no sabe lo que dice. ¿Pero cómo no estar nervioso con tan encantadora damisela? —Algo en él no me cuadraba. En un principio lo había visto algo serio, indeciso, pero ahora parecía estar más relajado y seguro. Hasta un poco más caballeroso que los demás—. Qué hay, soy Zelig —Le tendí la mano ya por propio impulso y la tomó, pero no la estrechó como lo habían hecho antes sus amigos, sino más bien se tomó la libertad de besarla delicadamente. Abrí los ojos ante su inesperada acción y temó decir que sonreí ante ello. Miré a Tom el cual sólo reviró los ojos; pero cuando por fin me estaba convenciendo de que éste chico no era igual que los demás… ¡ERROR! El muy hijo de puta empezó a succionarme la mano como sanguijuela y con un último toque de perversión, la lamió cual típico perro. Aparté la mano rápidamente con una clara expresión de asco y me limpié todo el rastro de su saliva asquerosa en el vestido.

En un segundo se pasó a mi lista de los más odiados por Bill kaulitz. Miré a Tom con la furia en mis ojos, para que les dijera algo mientras los tres tipos se descojonaban entre risas. Aunque yo no era el único enfadado. Tom fusilaba a todos con la mirada.

—¡Hey, hey, hey, ni se les ocurra volver a hacer eso con él-ella! ¡Está completamente prohibida para ustedes y lo saben!

—Ya bájale, sabes que sólo miramos las pertenecías de los demás más no las probamos —¿Qué quiso decir con eso?— Nena, no te espantes, sólo fue una broma entre amigos. Porque somos amigos ¿cierto? Siendo la novia de Tom, oficialmente ya eres la custodiada de nuestro grupo —No sé porque eso no me agradó—. Descuida Tom, sabemos que es tooooda tuya —Zelig, le dio un pequeño golpecito a Tom en gesto amistoso, a lo que Tom simplemente se conformó con sonreír un tanto obligado, pero enseguida ambos estaban como si nada.

Me descolocó un poco la actitud de mi hermano. ¡Yo esperaba que le rompiera la cara, o que lo amenazara de muerte! Pero bueno, supongo que era de esperarse esa actitud tan pasiva con ellos siendo sus amigos. Ni hablar, de todas formas sabía que esta noche sería una de las más largas de toda mi vida.

—Pero oye nena —giré el rostro un tanto escondido para verlo— llegaste con Tom y todo eso pero dinos: ¿en verdad eres su novia? O hay algo arreglado aquí. —Creo que jamás me había sentido más observado que en este incomodo momento. Todos, incluyendo Tom, me miraron atentos. ¿Pero cómo se le ocurría preguntarme algo así? Quizá era cierto que a Tom no le habían conocido alguna novia por su impulsiva inestabilidad, pero que éste tipo llegara a decirme a mí ¡su novia! algo así, era irrespetuoso. Tuve tantas ganas de decirle un sinfín de cosas, pero tuve que contenerme. ¡Mi maldita voz!— ¿No dices nada?

—Creo que se ha quedado muda.

—¿Te comieron la lengua los ratones?

—Qué ratones, más bien gatos pues no ha dicho ni pío.

—Cierto, desde que estamos aquí no la he escuchado hablar.

—Demasiado tímida diría yo.

—¿Tom con alguien así? Muy raro… —Cada reproche, cada acusación, cada palabra que desmentía todo esto me estaban volviendo muy pequeñito; pero aun sintiéndome así, no lograba desaparecer, y eso estaba mal porque ni idea de lo que haría.

Tom, quien no dejaba de mantener esa fija mirada congelada en mí, me ponía aún más nervioso.

—¿Y bien, nena? Vuelvo a preguntarte: ¿eres la novia de Tom?

—Ya bájale ¿sí? A ver dime, ¿qué ganaría yo con mentirles?

—Tú sabes bien qué ganarías —Se me quedaron mirando, como si estuvieran pendientes a cada reacción mía. Supongo que se estaba refiriendo a la susodicha y ridícula apuesta que seguramente ni idea tenían que yo sabía todo al respecto.

—¿Qué dices, Debbie?… Eh, eh, eh… No lo mires a él, sino a mí. —Estaba perdido. Lo único que pude hacer fue simplemente asentir con la cabeza—. Sí lo eres, bien. ¿Y por qué no lo decías, eh? ¿Te pasa algo? No seas tímida con nosotros, no te haremos nada y… —Sin esperar a que terminara, me llevé las manos al cuello. Apretándome la garganta y emitiendo algunas que otras señas a Tom para que me ayudara. Éste rápido se dio cuenta de lo que trataba de gritar y me sentí tranquilo cuando por fin habló.

—¡Oigan! Dejen de acosarla con tantas estupideces, ¿qué no ven? ¡Está enferma! —Los tres chicos se quedaron callados y me observaron un tanto serios. Por su expresión parecieron también un poco preocupados—. La garganta le escose y no puede hablar porque está un poco ronca. Y piénsenlo, aun así aceptó venir, cosa que ni ustedes harían ni por alguien conocido. Ella ni los conoce y miren —Y de repente cientos de disculpas, apapachos no muy bien recibidos por mi parte y algunos alboreos como:

“Oh, está enferma la nena, ¿quieres que te cure de una forma efectiva que hasta gritos te saldrán?” ó “Tom, quién como tú. Lo que todo hombre quisiera, no tener que escuchar balbucear a su novia” Y blah, blah, blah.

Esta difícil fase, la habíamos pasado con éxito un poco distorsionado.

—Pero si aun estando tan callada es toda una monada, no me imagino cuando hable.

—Capaz y te la miente por estarla molestando. Eso haría yo.

—Eso haríamos todos con Keller —Se descojonaron de risa, yo incluido. En sí, el ambiente se había vuelto un poco más confortable. Con lo mucho que duraría—. No, pero ya enserio. Debbie, eres toda una modelo ¿sabes? Tienes todo bieeen acomodado —Bien acomod… o sea que, ¿me estuvo barriendo con la mirada sin darme cuenta?— Envidia que te tenemos Tom. En verdad que tu chica está preciosa.

—¿Y creen que no lo sabía? Les aseguro que es la más bella con la que he salido. —Me apené bastante y un poco indeciso, lo miré. Tom, me imitó.

Él me mantenía a su lado, ya que no me permitía estar escondido detrás de él todo el tiempo. Y ahí, perdido en sus ojos, no sé cuándo ni cómo, pero cuando me di cuenta, sólo podía estar concentrado en los dedos que acariciaban los míos, jugando con ellos, rozándose levemente con algo de nerviosismo. Cuando ya no pude sostenerle la mirada, la desvié de nuevo hacia el piso tímidamente y Tom, agarrando la valentía que a mí me faltó, tomó mi mano y la entrelazó con la suya. Apreté fuertemente los dientes algo tenso.

¿Por qué me sonreía de esa manera tan coqueta? ¿Por qué se me hacía coqueta su sonrisa? Y lo más importante, ¿por qué ese nerviosismo en el estómago figuraban diminutas y revoltosas mariposas revolotear dentro de mí?

No lo sabía.

Me apretó la mano como si estuviera dándome fuerzas, algo como en clave Morse: Todo saldrá bien.

Enseguida volteé a ver a los demás ¡pensaran que somos un tanto raros al tomarnos de la mano, somos hermanos! Pero rápido reaccioné al ver que nos miraban como las personas más normales del mundo. ¡Claro! Yo ahora no era Bill.

Keller, Volker y Zelig, comenzaron a hablar de ningún tema en específico, cosas de ellos, mujeres, sexo y tantas habladurías tontas. Incluso estando yo presente, no dejaron pasar la oportunidad de echarle un ojo a unas dos chicas que pasaron contoneándose frente a ellos. Se las comían con la mirada. Todos empezaron a hacer bulla para intimidarlas y como ya me lo imaginaba, las chicas pasaron de ellos. Soltaron carcajadas y empujones entre los tres cual típicos machos y comenzaron a hacerle señas a Tom para que los acompañara. De impulso, Tom me soltó la mano para seguirles el ridículo juego pero enseguida, antes de que se alejara más de mí, fui yo quien le sujetó la mano esta vez. Instintivamente me miró algo confundido antes de captar que no quería que me dejara ni por el más mínimo segundo.

—¿Todo bien?

—¿Así se comportan siempre? —Le susurré al oído para evitar que me escucharan.

—Y aún no has visto nada, pero tranquilo, yo estaré contigo.

—No me sueltes ¿sí?

—No lo haré.

—Eh, eh, ¿qué se andan secreteando ustedes dos? ¿Sabían que es falta de respeto hacer eso? —¿Y de cuando acá ese tipo sabia de modales? Ahora era Keller quien hablaba.

—¿Y eso a ustedes qué les importa?

—Ella es la invitada especial aquí, nos interesa. —Ah, pero que chismosos. Tom, supongo que no sabiendo cómo librarse de ellos, suspiró.

—Que no es nada. Sólo, que le empezó a doler la cabeza.  —Como siempre un As bajo la manga. Debo admitir que admiraba su inmediata improvisación.

—Aaww ¿le duele la cabeza a la nenita? —Keller posó su mano en mi frente, igual a un doctor cerciorándose de que su paciente no tuviera algún tipo de fiebre— ¿Quieres que te compre una pastilla?

—No me digas que ya quiere irse a casa.

—No puede. Aún falta que se divierta un poco.

—Insisto, puedo comprarle una pastilla para el dolor.

—Quizá con una cerveza bien fría se le pasa.

—Tal vez tú cures así tus migrañas, pero ella es una dama.

—¿No le estará dando fiebre? Con eso de que le duele la garganta —Entre todos se estaban debatiendo qué hacer para curar mi “supuesto dolor de cabeza”. Sé que ellos se esforzaban y lo hacían con buena intención, pero entre tanto y tanto alboroto en verdad terminaría con un dolor de cabeza.

—… ¿Cuántos dedos ves?

—¡Ya, está bien, no es para tanto! Se le pasará en un par de minutos —Los chicos asintieron un poco inconformes y yo me encogí de hombros— Debbie —De pronto, dos manos tibias tomaron mi rostro con suma delicadeza. Me quedé inmóvil por un segundo hasta que alcé la mirada… Tom—, no te preocupes, ya verás que pronto se te pasará. Confía en mí. —Me acarició suavemente las mejillas y de pronto… Cámara lenta. 

¿Por qué no dejamos de mirarnos?
¿Por qué de pronto me parece tan encantador?
¿Por qué logro sumergirme en sus ojos, tan brillosos, tan hermosos?
¿Por qué empiezo a temblar?
¿Por qué se está acercando más?
¿Por qué está cerrando los ojos?
¿Por qué yo cierro los míos?
¿Por qué mis manos se aferran a su cintura?

No lo sabía, no todavía.

“Muuuuack”

—Tom, comiendo frente a los pobres como siempre.

—Aww, pero mira, ¿no crees que son miel sobre hojuelas?

—Con sólo verlos se puede decir que el amor se respira en el aire.

—Jajajaja…

¿Amor?

Cuando menos me di cuenta ya lo había empujado débilmente y yo ya me encontraba a tres pasos distanciado de él, acariciándome los labios con la yema de los dedos. ¿Pero qué habíamos hecho? Simple. A esta acción sólo se le podía nombrar con seguridad:

Un beso

¡UN BESO!

En efecto, estos tres no parecieron darse cuenta de mi reacción ya que como si no existiéramos, comenzaron a hablar entre ellos y a reírse de las cosas que hacían y decían. Por el contrario Tom, no se había movido de la posición en la que lo dejé ni mucho menos su expresión. Tenía los ojos completamente abiertos, y respiraba algo agitado. Se le notaba preocupado. ¿Pero quién no? ¡Nos habíamos besado! ¿Enserio había pasado?… ¡Sí! Esto era la pura realidad. Aún podía sentir un pequeño hormigueo en los labios, como si estuviera presionando los suyos sobre los míos todavía.

Aunque haya sido sencillo, de piquito como mejor se explica, la palabra aún seguía patente ahí: ¡Un beso!

Enseguida, los ojos de Tom expresaron mucho: tristeza, preocupación, culpabilidad, melancolía, inseguridad. Cuando se dio cuenta del error que habíamos cometido, decidido dio un paso, pero ahí se quedó, pues de la misma manera, yo lo retrocedí. ¡Tenía miedo! Pero no de él, sino de mí. ¿Qué más cosas podía llegar hacer si se atrevía a volver a besarme? No lo sé.

Podía leer claramente en su rostro lo que quería gritarme:

 “Perdóname, Bill”

Yo negué con la cabeza despacio, Tom se alteró un poco, pero enseguida al pensar en mi error asentí. Yo no tenía nada que perdonar porque en sí no había pasado nada, no conmigo.

¡Yo era Debbie! En este momento Bill no estaba, no existía. Yo estaba fingiendo ser su novia y tal vez esto no lo habíamos acordado pero en sí yo tenía que concentrarme en mi papel y olvidarme de mí.

Ahora sabía, todo lo que hiciera hoy, no sería yo. En resumen… ¿Entonces a quien había besado? Fácil: a Debbie. Pero aun sabiendo eso, lo cierto era que Bill lo había sentido más que Debbie, y temo decir que me había gustado.

Respiré profundo y sonreí para tranquilizar la situación. Al haber aclarado mis ideas, me entró más confianza y caminando como lo había practicado en casa, me acerqué a Tom quien me miraba sumamente apenado y algo sorprendido.

—Bill, yo…

—No —Cuando estuve frente a él, lo callé—. Aquí yo soy Debbie, no Bill. —Susurré en su oído y no conforme con eso, me atreví a darle un leve beso en la mejilla. Parpadeó un par de veces no muy convencido de mi repentina actitud y menos aun cuando volví a entrelazar nuestras manos.

Al principio se quedó un poco lelo y lo entendía ¿quién no? Pero al ver que yo no estaba enojado o algo por el estilo, apretó mi mano y sonrió. Diría que le había quitado un peso de encima.

Y así seguimos durante un lapso de tiempo. Entre sonrisas, bromas y empujones entre ellos con nosotros. Calculando eran ya como las diez quince y aun seguíamos en este parque. Me sentía más confiado, pero solamente con Tom. Durante este tiempo tuve que soportar comentarios estúpidos y sobre todo tener que aguantar sus miradas indiscretas cual típico morboso ¡qué incomodo! Y aún más cuando a Tom, entre broma y broma, se le escapó decir que yo tenía un tatuaje en forma de estrella en la cadera. ¿Qué insinuaba al decir eso? Quise morirme cuando todos por inercia supongo, descendieron la mirada hacia ahí. ¡Mi vestido era un poco transparente! O sea que podían verme indirectamente los calzones, no lo creí; pero cuando comenzaron a alzar las cejas, hacer uno que otro gesto extraño y a relamerse los labios, tuve que ir corriendo a abrazar a Tom para voltearlo de espaldas a ellos y quedar protegido; Tom no se negó. Es más, en distintas ocasiones me había tomado de la mano, acariciándola cariñosamente con el pulgar, o si no es que también de vez en cuando me abrazaba o me rodeaba la cintura con uno de sus brazos, o inclusive se clavaba en mis ojos cual típico chico enamorado.

En verdad era un excelente actor a comparación de mí, que con cada acción suya, yo me sentía mucho más atrapado por la inquietud que por cualquier otra cosa; pero yo hacía mi mejor esfuerzo por cumplir mi papel.

—Oye, Tom —logré articular en voz muy bajita— ¿cuánto tiempo más vamos a estar aquí? —Lo cierto era que deseaba largarme de una vez, si acababa esto cuanto antes mejor. Ni aunque hubiera venido como Bill, podría soportar a estos locos por tanto tiempo. No me había sentado en mucho rato y ya me empezaban a doler las plantas de los pies.

—Tienes razón… ¡Holgazanes! ¿No creen que ya sea hora de irnos?

—¡Cierto! —Volker, quien miraba su reloj muñequero, comenzó a saltar un tanto emocionado— ¡Ooooh, sí! Justo la hora perfecta para la diversión. Es ahorita cuando llegan las preciosuras, como tururuuuuú… —Su dedo casi me roza la nariz a lo que me eché para atrás.

¿Hora de qué?

—¡Eso es demasiado correcto! Tom, coge a tu chica y andando. —Miré a Tom algo alarmado sin comprender a donde exactamente nos dirigíamos.

—Eeeh… ¿A dónde vamos ahora? —Le Pregunté en un leve susurro.

—¿Y ahora qué se están secreteando?

—No le hemos dicho a dónde vamos.

—Noooo ¿pero qué sucede con tu novio que no te informa? Ven, nena —Zelig, me tomó de la mano sin mi consentimiento, pero tampoco pude refunfuñar, y me jaló hasta quedar junto a él. Pasó su brazo por encima de mis hombros y me acercó más a su rostro como si estuviese a punto de susurrarme algo. Mi pecho pegó contra el suyo y yo sólo recé para que no lo notara diferente al de las demás mujeres—. Te aseguro, nena, que lugar como al que iremos no hay dos. Te divertidas mucho, es un hecho. Hay música, baile, alcohol, chicas lindas como tú y…

—¡Mucho sexo! —gritaron a coro Volker y Keller, a lo cual los miré algo alarmado. ¿Pero qué clase de sitio era ése?

—Pero no te preocupes, tú estás segura con nosotros. —No sé por qué esa sonrisa no me pareció para nada segura.

¿A dónde diablos me querían llevar? Me quedé pensando. ¿Entonces a ese tipo de lugares son los que frecuenta, Tom? Nunca antes me lo había dicho, me había contado algunas cosas pero casi nada específico. Incluso cuando le preguntaba dónde se había metido siempre salía con la misma respuesta: “Por ahí”. Vaya, por lo menos con “Debbie” podría enterarme un poco más sobre la vida nocturna de mi hermano.

—Seguro te gustará.

—Se llama Scream es una discoteca —articuló Tom, sonriendo seguramente al ver mi rostro completamente asustado.

—¡Yeah! ¿Y sabes qué es lo mejor de todo? —negué. Ni idea.

—Lo mejor es que esta noche… ¡¡LAS CHICAS ENTRAN GRATIS!! —Tuve que apartarme y taparme los oídos antes de que me quedara más sordo de lo que me había dejado el grito de Tom mezclado con el de sus amigos.

¡Pero qué le pasa! Cuando menos me di cuenta, me vi rodeado de todos estos inútiles, brincando y haciendo una gran bulla alrededor de mí. Fue como si estuvieran danzando alrededor de una fogata cual típico indio. Me hicieron sentir bastante incómodo y alterado. Desesperadamente, volteé a ver a Tom para pedirle que me ayudara, pero mayor fue mi sorpresa cuando lo vi brincando como idiota junto con sus amigos de igual manera ¡alrededor de mí! ¿Por qué lo hacían? Simplemente por molestarme. Estuve a punto de gritarles un sinfín de palabrotas, pero me contuve de inmediato. Lo único que se me ocurrió hacer fue tomar a Tom por el cuello de su chamarra y hacerlo parar.

—Jajaja, no te enojes, sólo estamos jugando —Me sujetó de la mano y me ayudó a salir de este círculo de personas locas. Como pude me acomodé el vestido y la peluca un poco, pues con algunos empujones y por la necesidad de moverme de más, me lo desacomodaron todo y al decir todo me refería a ¡TODO!

La urgencia de acomodarme ahí abajo era enorme. El calzón ya se me comenzaba a meter entre las nalgas y apretaba a montones, era súper incómodo y de verdad necesitaba echarme mano ahí pero no podía hacer nada, no frente a ellos. Lo mejor sería usar a Tom de barrera para lograr acomodarme mejor el paquete, porque dudo mucho poder aguantar más rato con la panty casi violándome.

Lo mejor por ahora sería concentrarme en otra cosa para olvidarme aunque sea por un momento del escozor en esa zona.

—Ya chicos, no le pareció nada divertido.

—Es el centro de atención, fue inevitable. —Keller, el chico que me dio mala espina desde el comienzo, se aproximó hacia mí caminando algo chulesco. Sí, cómo no—. Más bien creo que lo que le molesta a la señorita es que tiene miedo de perder a estos cuatro guapos hombres al estar rodeados de hermosas mujeres ¿verdad? —Pero qué estúpido— El problema es que tú le perteneces a Tom, por lo que ahora nosotros tenemos que conseguir nuestras propias presas porque si nos acercamos a ti, Tom nos despedaza vivos que si no…—Esa mirada que me dio, no me gustó—. Pero no te preocupes nena, que chica más guapa que tú, no existe.

“PLAFF”

—¡TOM!

—¡HEY! —Mi gemelo, rápidamente se colocó a un lado mío y me alejó lo más posible del rubio descarado, poniéndome detrás de él— ¡¿Qué te pasa?! ¡Con ella no pueden jugar así, se los había advertido! ¡Es mi novia! —¿Jugar? Vaya juego. El muy imbécil se atrevió a darme un guantazo en el glúteo ¡así, como si yo fuera una cualquiera! Todavía no me lo podía creer ¿cómo fue capaz? Lo peor de todo es que esa acción suya, había ocasionado que yo soltara un grito fuerte por la sorpresa. Sólo esperaba que no se notara la diferencia de voz entre una chica y un chico— ¿Estás bien? —asentí con la cabeza un tanto avergonzado. Me había dejado en un completo mar de pensamientos.

Sólo llevaba así pocas horas y ya había pasado un montón de cosas horribles provenientes de estos tontos. No me imagino lo que sería ser una mujer por siempre. Ahora comprendía mejor a las chicas al decir que son mucho mejores que nosotros.

Estoy completamente de acuerdo.

—No la lastimé ¿o sí? No es para tanto.

—¡Ella no es como las demás chicas! ¿Comprendes? A ella la respetan —gritó Tom, y Keller sólo se limitó a escucharlo.

—¿Y desde cuando acá Tom se preocupa por una chica de esa forma? Antes no hacía ningún escándalo por eso.

—Es su novia ¿cómo quieres que actúe?

—Sí, pero antes no hacia ningún escándalo cuando jugábamos así con sus otras chicas.

—Ya lo escuchaste: ”ella es diferente” Y se nota, ¿qué no la ves?

—Sí, lo noto pero ¿cuál es la diferencia?

—¿Qué no te has dado cuenta? Observa bien —Creían que murmuraban Volker y Zelig, pero yo escuchaba perfectamente bien mientras Tom discutía con Keller. Tragué saliva—. Nuestro querido Tom, se ha enamorado —Ambos chicos voltearon a verme. Yo, quien seguía abrazado a mi hermano, desvié la mirada.

Se ha enamorado…

—¿Y bien? Discúlpate con ella. Eso no fue gracioso.

—Vale, tienes razón, tal vez me pasé —Tom me tenía sujeto de la cintura en modo sobreprotector, lo cual agradecí bastante, no soportaría ver a ese tipo tan cerca de mí de nuevo—. Debbie, no soy bueno en esto pero… perdóname, nena ¿dale? —Enseguida sonrió y me extendió la mano a sabiendas de que yo no emitiría palabra alguna, quizás con un apretón de manos quedaría todo arreglado y aunque no quisiera ni perdonarle la existencia, no me quedó otra opción más que estrechar su mano. Quedamos en paz.

—Ok, ya con todo arreglado, vámonos. —Quedaron de acuerdo en irnos cada quien en los coches en los que llegamos, así que todos empezamos a caminar directo hacia nuestros autos.

Lo que agradecí fue que aunque sea por unos minutos, los que tardaríamos en llegar al lugar, podría estar lejos de ellos, puesto que los tres se irían en su auto mientras que Tom y yo en el nuestro.

Una vez dentro…

—Tom, ¿te puedo hacer una pregunta?

—¿Qué pasa? —encendió el auto y enseguida lo puso en marcha.

—¿Por qué, Debbie? —Y es que enserio tenía muchísima curiosidad por saber.

—No es importante. Es un nombre ¿no? Da igual.

—Pero quiero saber… ¿Por qué, Debbie? —insistí cuando Tom dio vuelta en el semáforo.

—¿No te acuerdas?

—¿Acordarme de qué?

Suspiró y sonrió.

—Cuando éramos niños, mamá nos compró dos osos de peluche: uno rosa y otro azul. Yo fui el primero en escoger así que me quedé con el azul y obviamente tú con el rosa; pero eso no te molestó. Yo, con mi excelente imaginación infantil, nombre al mío oso tata. No me preguntes por qué pues ni yo me acuerdo.

—¿Oso tata? —alcé una ceja burlona.

—Calla, que tú fuiste más detallado —giramos en “U” por la esquina derecha mientras mi curiosidad por aquella historia irrecordable me envolvía.

—¿Cómo lo llamé?

—Más bien como la llamaste —sonrió divertido— Señora osa de Bill. ¿Ahora qué nombre es mejor? —reí al igual que él. Vaya que fui detallado—. Bien, con el paso del tiempo Señora osa de Bill, fue un nombre un poco cansado de repetir así que lo abreviaste a De Bill, cada vez que preguntabas por el oso, lo llamabas así, pero no conforme con eso y al decir el nombre demasiado rápido en cada ocasión, lo redujiste a Debbie, y así la osa se quedó con ese nombre al igual que a mí, pero en la mente. Fue el primer nombre que recordé de momento, parecía que tu chillona voz me lo gritaba de tantos años que estuve escuchándolo.

En realidad había olvidado por completo a Debbie, no recuerdo la última vez que la tuve entre mis frágiles brazos, pero sé que me sentía tan bien con ella.

¿Cuánto tiempo ya había pasado encerrada en el baúl?

—Me alegra que me pusieras así.

—Qué bien.

Ya llevábamos más de medio camino, estaba seguro que no tardaríamos nada en llegar, pero aunque el silencio se había apoderado en el ambiente, estábamos cómodos aún con el pequeño flashback del inesperado beso que nos dimos. Nadie mencionó nada.

—Oh, mira Bill, ¿ves ese lugar? Hemos llegado —volteé hacia la dirección donde me señaló y en efecto, pude ver un enorme local. Debo admitir que era muy bonito, estaba infestado de gente y una enorme cantidad de personas haciendo fila para entrar adornaban el lugar.

Efectivamente, en una enorme pancarta pude leer: “Esta noche las mujeres entran gratis” Sonreí ante eso. Tomé una fuerte bocanada de aire antes de entrar al lugar.

 ***

—¿Ya viste a las mamis de ahí? Presa fácil, ¿no crees?

—Con las dos y me iría feliz a la cama.

—Nada, que la pechugona me la cojo yo.

Ya llevábamos como más de una hora en este lugar y a decir verdad, yo sentía como si hubiera pasado una eternidad. Estábamos sentados en una de “las mejores mesas del lugar” supongo que se debe a que estos frecuentan tanto aquí que ya hasta se hicieron amigos del gerente quien fue quien los dejó pasar sin hacer fila. Yo… entré gratis.

Lo peor de todo es que de lo único que hablaban era sobre a cuantas chicas iban a follarse esta noche, o cuál de todas tenía mejor cuerpo, cual se movía mejor e inclusive comparaban su forma de bailar a como serían en la cama ¡Por favor! Fue asqueroso de tan sólo escucharlo y más para mí vestido de esta forma pues no dejaban de mirarme de una manera vulgar y sonreírme de la misma manera. Creían que no escuchaba lo que hablaban por lo alto de la música, pero yo era todo oídos.

Lo que sí agradecía era que durante todo el rato que llevaba disfrazado, nadie se había dado cuenta de mi verdadera identidad ni mucho menos que soy hombre, por ese lado estaba satisfecho.

—¿A ti cual te gusta, Tom? —Que ni se le ocurra contestar con tonterías porque…

—La que está sentada a mi lado.  —¡Oh! Eso no lo esperaba, ¡pero claro! Hablaba de Debbie.

De pronto, todas las miradas se posaron en mí medio vacilantes, como si ya sabían lo que contestaría Tom. Yo en cambio, me deleité mejor con mirar a mi hermano quien me miraba también. Su sonrisa… Imité la suya tímidamente.

¿Cómo Tom podía ser tan encantador a veces? En definitiva ser Debbie me ayudaba a conocerlo mejor.

—¿Ya ves, preciosa? Fidelidad segura con Tom. ¿Quién se apunta? —Keller, ya llevaba más copas que todos los demás, por lo menos tres arriba de nosotros, a lo que no me extrañó para nada ese comportamiento tan atolondrado que empezó a apoderarse de él—. En cambio… —Se fijó en Tom— yo que tú tendría cuidado porque desde que entramos, la competencia no ha quitado la vista de las tetas de tu chica —¿Cómo dijo? Me crucé de brazos instintivamente, por lo menos para sentirme un poco protegido ante ahora las nuevas miradas de mis queridos acompañantes. Qué incómodo.

Al ver el descontento de Tom, Keller apunto con la nariz hacia un punto fijo, dándonos a entender que ahí estaba el problemita. Volker y zelig, sólo se limitaron a alzar la vista, pero en cuanto a Tom y yo, tuvimos que voltear un poco la cabeza para ver con mayor claridad. En efecto, eran tres tipos, jóvenes también, pero se notaban un poco más maduros a comparación con los que yo estaba sentado.

Noté como uno de ellos, descaradamente me hacía señas bastante obvias para que fuera, a lo que respondí con una cara llena de asco. ¡Qué horror! Como que esto ya se estaba saliendo de control. Tener que soportar a estos malandrines ya era mucho, ¿ahora tener que lidiar con más? No lo soportaría.

Tom, al darse cuenta, se acercó más hacia mí y enseguida me abrazó efusivamente. Me dio un beso en la mejilla.

¿Pero qué era un simple beso en este momento? Nada con tal de quitarme a esos tipos de encima. También abracé a Tom e incluso aunque dudé, terminé recargando mi cabeza en su hombro. Con eso es obvio que teníamos una relación, ¿no? Sonreí con tan sólo imaginar el rostro de esos hombres al ver tan encantadora escena. Lo bueno que Tom, era el que estaba conmigo, así no tenía que pasar por todo esto yo solo.

—Pobre de aquel que quiera acercársele.

—Apenas menciono perros y se embravece el lobo. ¿Tanto te jode que te la lleguen a despedazar? —¿A… qué?

—¿Y a quién no? Por ese suculento bistec, hasta me vuelvo caníbal.

—Jamás quiero ni imaginarme en esta situación, ¿yo enamorado? Por favor… —Todos rieron ante el comentario de Zelig, y por primera vez en mucho tiempo yo también ¡JA! ¿Ese tipo enamorado de una chica? Ni siquiera podía tener los ojos fijos en una sola, era algo ilógico de pensar.

Aunque sólo estuviéramos cinco personas en la mesa, eran más que suficientes para armar un tremendo escándalo. Hablaban entre todos, inclusive con algunas que otras zorritas que se acercaban de vez en cuando a la mesa. Había varias interesadas en estos tipos. Prácticamente el ambiente era apropiado para el lugar. Todo mundo bailaba, reía, gritaba e incluso besos entre lesbianas y homosexuales hubo, en fin, todo un show.

Yo, mientras tanto, sólo me concentraba en no arruinarlo todo. Ya me había acostumbrado a mantener esta pose de niña tímida, por lo que no era nada difícil mantenerme fijo en su conversación. De hecho, pasé la mayor parte del tiempo enrollándome varios mechones de cabello con los dedos, un simple tic que fui adoptando, mientras sonreía fingiendo ser parte de su conversación.

—¡Hey, Tom! —Por lo visto Keller no pretendía dejarnos en paz— Pero qué grosería la tuya, hombre… ¿Por qué eres así con Debbie? —Tom frunció el ceño algo confundido al igual que yo. ¿A qué se refería? Ni yo entendía. Lo cierto era que odiaba cuando la atención se centraba en mí.

—¿Cómo grosero, de qué hablas?… ¿Te he faltado al respeto, linda? —Me preguntó Tom esperando alguna reacción mía. Negué con la cabeza algo extrañado.

—¡Que sí lo has hecho, Tom! La pobre sólo se la pasa mirando a la muchedumbre saltar ¿y ella qué? No la has sacado a bailar. Eso es imperdonable, por lo que si no lo haces tú… —El rubio se levantó de su asiento algo zangoloteado, pero enseguida recuperó la postura. Rápidamente se acercó a mí y extendió una mano. ¡Maldita sea! ¿Por qué no me tragaba la tierra? Así sería todo más sencillo— Vamos a bailar, nena. Tom, se ha portado grosero contigo al no ofrecerlo —¿Bailar yo? Me quedé aturdido tratando de pensar en cómo negarme, porque obviamente con este tipo no daba ni dos pasos.

Al ver mi quietud, se atrevió a tomarme de la mano y comenzó a tirar de mí levemente, instándome a ponerme de pie. Sólo pude sonreír tontamente mientras ponía toda la resistencia posible. ¿Quién se creía? Enrosqué mi brazo libre al de Tom para tomar más fuerza. ¡Tenía que salvarme!

—Que vengas, nena, no te preocupes que Tom no se enoja. —Negué con la cabeza ya que mi voz aquí no valía, pero aun ante mi resistencia pareció no importarle, por lo que hasta el muy descarado se atrevió a casi tirársele a Tom para poder tomarme de la cintura e intentar levantarme de mi asiento. Eso ya no me gustó. Ganas de estamparle un fuerte golpe en la cara de imbécil que tenía me sobraban.

—Ya, tranquilo, ¡me la vas a romper! —Tom me sujetó fuertemente de la cintura, quitando los vivarachos tentáculos de Keller sobre mí. Lo agradecí bastante—. No le gusta bailar.

—¿Cómo que no le va a gustar bailar? No te puedo creer eso. Mírala, ese alto y esbelto cuerpecito que tiene se ha de mover como los dioses —Me encogí sobre mí mismo al ver las escaneadas descaradas de sus dos amiguitos— ¿Es cierto eso, nena? —asentí con la cabeza dándole la razón a Tom. Keller abrió los ojos y la boca en modo exagerado, fingiendo estar sorprendido— Noooo, me estás choreando ¿verdad? Lo más seguro es que no sabes bailar; pero mira que yo profesor y tu mi alumna, te puedo enseñar muuuuy bien. —Y de nuevo esa mirada. Me incomodaba bastante cuando me veía de esa forma tan morbosa. Apreté fuerte el brazo de Tom suplicando porque entendiera el significado de ese gesto.

“Sácalo de aquí”

—Que ya dije. Si quieres bailar ¿por qué no te vas a ligar con alguna de la pista? Aquí no conseguirás nada —acribilló a mi gemelo con su afilada mirada antes de separarse de mí por completo. Por lo visto el alcohol ya empezaba a hacer de las suyas, hasta su aliento fue insoportable para mí.

—No me apetece bailar con ninguna otra más; pero si ella no baila supongo que yo tampoco lo haré hoy. —Sentenció y se desparramó de nuevo.

—Ignóralo preciosa, a éste ya se le subió, así es él. No te preocupes siempre le pasa. —Como si fuera a hacerlo.

—¡Yo no estoy borracho!

—Nadie dijo que lo estés ¿ves? Tú mismo sacas tus propias conclusiones.

—Ya mejor cállense los tres y dejen de discutir sobre lo ebrios que están, mejor disfruten de la noche —Ambos asintieron resignados y como si no hubiera pasado nada, los tres pidieron más cervezas las cuales bebieron como agua. ¿Pero es que ninguno tenía límite? Tom se acercó lo suficiente para poder decirme algo al oído. Ahora no era complicado hablar de esta forma pues la música estaba tan fuerte que la única manera de hablar con los demás era tener que gritarse unos a otros—. Oye, si quieres podemos ir a bailar nosotros dos —¿Pero de que iba? Reí de tan sólo imaginarlo. ¿Bailar yo?, ni en un circo. La simple idea me daba pavor y es que aunque no lo parecía, lo cierto era que bailar era algo que me atormentaba mucho… Me daba vergüenza.

Le di un leve codazo a Tom mientras me apartaba de él un poco para acomodarme sobre mi lugar completamente recto y con las piernas cruzadas, que por cierto, después de todo no fue tan complicado. Tom sólo sonrió y se llevó la bebida a los labios.

 

Ya era media noche y éstos no parecían tener la menor intención de parar. Todo el rato que había pasado aquí sentado no habían parado de hablar entre ellos, incluido Tom. ¿No las chicas son las que cotorrean más? ¡Error!

Ahora sí, la cabeza la sentía explotar debido a los fuertes retumbos de las bocinas, era como si estuvieran usando la mía como tambor. Lo único para lo que tenía mente era para idealizar un plan de escape, pero lo mejor que se me ocurría era que Tom me llevara, pues salir así vestido de aquí, aunque no quisiera admitirlo me daba terror.

Lo peor de todo es que no había podido abrir la boca durante un buen rato y eso causaba más aburrimiento en mí de lo que tenía, a comparación de Tom quien se mantenía pendiente de la plática, tan animado como si apenas acabara de llegar. Como yo, él sólo llevaba ingerida una cerveza, lo suficiente para entretenerse un rato y para no actuar como un estúpido, exactamente como sus amigos.

—Tom, ¿podemos irnos ya? Estoy cansado —Hice un puchero mientras mi gemelo me miraba algo indeciso, o mejor dicho pensativo. Lo cierto era que parecía no querer irse y eso no me agradaba. Yo ya había cumplido con su apuesta, ¿cuándo me tocaba a mí descansar?

—Sólo un rato más ¿sí? Te prometo que ya pronto nos vamos.

—Pero Tom, estoy muy aburrido.

—No tardaremos, enseguida nos vamos ¿sí? —No me quedó de otra más que cruzarme de brazos y volver a esperar. Sin nada mejor que hacer, recargué mi cabeza sobre mis manos, mirando a todo mundo bailar. Me preguntaba por qué éstos no hacían lo mismo, por lo menos así estaría a solas con Tom, me sentiría más cómodo.

Instintivamente empecé a mover las piernas tratando de engañar a mi vejiga, que sin darme cuenta me empezó a molestar. Genial, lo que me faltaba. ¿Dónde demonios están los baños? Levanté un poco la cabeza tratando de ver más o menos entre la multitud de personas, pero era imposible.

—Tomi, ¿y el baño?

—Está al fondo ¿por qué? ¿Quieres ir?

—Sí.

—¿No puedes esperar a que lleguemos?

—¿Ya nos vamos?

—No, pero ya pronto. —Sí como no.

—No aguantaré. Mejor voy de una vez. —Y es que la panty me apretaba hasta las ideas. Me levanté de mi asiento tras la mirada de todos los presentes y enseguida Tom hizo lo mismo. Antes de que pudiera dar un paso, me sujetó del brazo evitando cualquier movimiento mío— ¿Pasa algo?

—¿Sabes? No creo que sea buena idea.

—¿Por qué no?

—¿Ya olvidaste cómo vienes vestido? —tomó un mechón de mi cabello entre sus dedos, colocándolo frente a mí, recalcando su argumento.

—Es lo que he tratado pero no, ¿y eso qué?

—¿A qué baño piensas entrar? Porque vestido así, sólo puedo pensar en uno.

¡Oh no! Mi cara de horror hablaba por sí sola. De modo que si quería ir al baño, ¿tenía que entrar al de mujeres? ¡Joder! Eso ya sería muchísimo, una cosa es disfrazarse de mujer y otra muy distinta es tener que acoplarse a la vida de una, yo no podía hacer eso.

Tenía que haber otra forma.

—Yo no quiero entrar al baño de mujeres ¡eso ya es demasiado! Mejor entro al de hombres.

—Oh, pero por supuesto que no. ¿En qué piensas? Vestido así sólo serás presa fácil para ebrios vomitando en los baños, si sabes a lo que me refiero… ¡Pensarían que eres mujer! —Eso no me agradó y ahora hasta dudé en ir. Tal vez podía aguantarme ¿no? ¡No!— Bill, si quieres ir al baño tendrás que ir al que ahora te corresponde. —Pataleé algo cabreado. Tom acertaba como siempre. Si entraba al baño vestido así con lo borrachos que están todos… no quería ni pensarlo. ¿La solución?

—Por todo lo que estoy haciendo estás destinado a pagarme toda tu vida.

—Yo no soy quien quiere ir al baño.

—Y tampoco soy yo quien anda haciendo apuestas absurdas —me evadió la mirada algo orgulloso y acojonado, casi como si estuviera de acuerdo conmigo, pero enseguida el resentimiento se fue de su rostro y como si nada recuperó la compostura.

—¿No quieres que te acompañe?

—No, puedo ir solo, gracias —Aunque Tom no estuvo muy de acuerdo con mi respuesta, al final pareció ceder.

—No te tardes ¿quieres? —asentí y como relámpago me dirigí hacia el baño. Antes pude ver a Tom explicándoles el motivo de mi partida al ser interrogado por sus acompañantes que al decirles, parecieron comprender.

Fue difícil caminar teniendo que esquivar a tantas personas que te manosean, pero al fin de cuentas logré llegar.

 

“Bill, tu puedes hacerlo, no te pongas nervioso y actúa normal”

Respiré profundamente antes de decidirme a entrar, observando entre reojo tan cerca y tan lejos los baños para hombres, a los que hoy no podía ingresar. Lo que agradecí fue que no hubiera ni una sola cola fuera de los baños. Sólo esperaba que estuviera igual por dentro.

Asomé primeramente la cabeza, despacio, con la esperanza de no encontrar a ninguna intrusa por aquí, aunque bueno, si se hablaba de intrusos, el que sobraba aquí era yo, pero ya no importaba. Sentí mi corazón pararse por un segundo al ver mi esperanza desvanecerse.

¡Pero si esto parecía un bazar!

Había mujeres por todos lados, aunque el baño fuera enorme, con tantas chicas aquí lo sentía chiquito. La mayoría se encontraba frente al espejo, otras estaban pasándose ropa entre los cubículos, cómo no, con las puertas medio abiertas… ¡Pero qué imagen! Sentí que me daría algo al no saber ni por donde mirar. Aquí estaba un poco más silencioso, por lo que se podía hablar con claridad sin gritar, cosa que por lo visto sabían demasiado bien pues casi todas hablaban hasta por los codos.

Sin hacer sufrir más a mi pobre vejiga y con falta de confianza, rápidamente traté de pasar lo más desapercibido y sin levantar la mirada, me escabullí dentro de uno de los cubículos vacíos que se encontraba más cerca de mí, cerrando apresuradamente como si de ello asegurara mi vida.

—¡Uff! Lo bueno que ya estoy dentro, lo más difícil ya pasó. —Con cuidado me levanté el vestido hasta arriba de la cintura, atorándolo entre mi barbilla y mi cuello para evitar que se resbalara— bien y ahora… —Cuando estuve a punto de bajarme el apretado y torturador calzón, me percaté de algo, ¿haría mucho ruido a la hora de orinar? Lo digo porque echar agua a una distancia considerada hace ruido y bastante, con lo cerrado que estaba aquí hasta se podría escuchar un simple escupitajo en el váter, no dudo que esto no se escuche, ¿por qué no hablaban con más fuerza? Tal vez así no oirían, aunque temo decir que el baño parecía estarse vaciando al ya no escuchar tanta bulla. No se quedarían por siempre aquí, ¿cierto? Pero con suerte si meo de a poco no se escuchará… ¡Claro que se escuchará! Idéntico a como si dejaran una llave abierta, muy notorio. ¡Rayos! ¿Y ahora qué hago? Sea lo que sea tenía que pensar pero a la voz de ya. ¿Y si esperaba a que salieran todas? No estaba seguro de cuánto tiempo podría seguir aguantando, así que eso no—. Tal vez ya no haya tanta gente —Con cuidado me asomé por una de las rendijas de la puerta, pero lo que vi no me gustó nada… ¡Esto estaba repleto de chicas! ¿No algunas ya se habían ido? Claro que llegaron más, a esa pelinegra no la vi cuando entré. ¡Demonios!

Tenía una opción en la mente pero no quería reconocerla ni mucho menos aceptarla. Lo único que me faltaría para representar excelente el roll de chica. Mi salvación más rápida que se me pudo ocurrir.

—Nonono… no puedo creer que vaya a hacer estoooo —Sin tener otra sugerencia mejor a la mano y sintiendo mi vejiga estrujarse cada vez más, me bajé rápidamente los calzones y sin pensármelo dos veces, me senté en el retrete. Eso sí, antes lo limpié un poco aunque por lo menos era mucho más higiénico que el de los hombres.

Antes de sentarme, incluso cerré los ojos como si así fuera menos bochornoso. ¿Qué tiene? Total, nadie me veía, por lo que este suceso no iba a salir de aquí.

Tratando de relajarme, comencé a orinar pausadamente.

—Bill, no pasa nada, tranquilízate —No podía creer que me estuviera pasando esto. Me sentía completamente humillado. ¡Si alguien se enterara!… Ni Dios lo mande.

La meada fue silenciosa. Por lo menos esta opción desagradable funcionó. Apenas terminé, me levanté enseguida y me subí de nuevo la incómoda ropa sin pensarlo, para después acomodarme el vestido antes de salir, pero primero le bajé al baño.

Salí cautelosamente del cubículo completamente rojo de vergüenza, aunque nadie se había dado cuenta, yo sabía lo que había hecho y eso me desgraciaba. Pero al no ver ninguna fea reacción hacia mí, me dirigí más confiado hacia los lavamanos. Casi todos estaban ocupados, pero logré ver uno vacío. Me lavé las manos mientras me miraba al espejo; enserio que parecía una chica, debo admitirlo. Me alivié un poco. A un lado mío se encontraba una muchachita vestida de rojo y el cabello rubio amarrado en una coleta algo despeinada, debía tener como unos dieciocho años si no es que más. Vi con atención cómo se estaba retocando el maquillaje, primero las pestañas y luego siguió colocando un poco de polvo en su nariz, incluido en las mejillas.

Eché un pequeño vistazo a mi alrededor y me di cuenta que todas hacían lo mismo. Ahora entendía por qué se tardaban tanto en el baño.

Me enfoqué en mi reflejo una vez más, clavándome fijamente en mi rostro. En cuanto a mis ojos, aún lucían perfectos, la piel de mi cara ya empezaba a verse un poco grasa, quizá por el bochorno del lugar y qué decir de mis labios, ese color rojizo con el que había llegado, había desaparecido por completo. ¿Por qué no había traído yo mi propio neceser? Hasta ya los tenía partidos de tanto relamerlos.

Miré de reojo una vez más a la chica que estaba a un lado mío e instintivamente miré sus cosméticos; ella sí tenía brillo labial, con eso me conformaba, ¿pero cómo conseguirlo? Quizá si se lo pido me lo preste. ¡Oh, por dios! ¿Qué me estaba pasando? Se supone que no debía preocuparme por algo así. Aunque bueno, debo admitir que de eso aun siendo hombre me preocupo. Yo me maquillo y me gusta verme bien, con ser chica no era diferente pero aun así no confiaba en pedir nada. ¿Pero y si Tom me veía feo o desarreglado? Tampoco quería que me viera así.

¿Entonces qué hago?

—Amiga, ¿necesitas algo? —No me había fijado que aún la seguía mirando o más bien, sus pertenencias. ¡Pero es que hasta tenía la marca que yo uso! Rápidamente la miré, me sonreía con normalidad, nada fuera de lo común.

—Eeemh…yo… —¿Y ahora qué le decía?

—¿Quieres que te preste algo? —La vista se me desvió de nuevo hacia sus cosméticos, mirando el labial que necesitaba de urgencia. La chica, al ver mi obviedad, sonrió y tomó el brillo— ¿Quieres usarlo? —No me lo esperaba, pero sí, ¡sí quería usarlo!

—Eeehh…S-sí. Por favor —La pena que tenía que pasar con tal de que Tom no me vea con mala cara. Tosí un par de veces. La voz aún se me notaba grave, se me era casi imposible agudizarla por lo que tenía que hablar un poco más bajo que ella.

—Toma.  —Le tendí la mano y me lo dio en la palma muy amable.

—Gracias —Enserio que llegué a pensar que me mandaría por un tubo, que lindo de su parte.

Ella continúo polveándose la nariz mientras que yo me entretuve colocándome el brillo en los labios. Perfectos. Cuando terminé lo sostuve en la mano, esperando a que ella terminara con lo suyo para poder dárselo. Cuando por fin me miró se lo di.

—¿Quieres un poco de polvo?

—Mmmh ¿no te molesta que lo use? —pregunté algo sorprendido ante su generosa oferta y mi efusiva respuesta.

—Para nada, es más, tengo otra esponjita sin usar, ya sabes, para prevenir eso de los granos en la cara por compartir cosas —asentí y sonreí por el detalle. Era muy linda esta niña—. Aquí tienes.

—Eres muy amable —tomé un poco de polvo y me esparcí una pequeña cantidad por las mejillas, la frente y por encima de la nariz, desapareciendo todo el brillo de mi piel. Obtuve un mejor aspecto—. Muchas gracias.

—Nena, estás ronca ¿verdad? —¡Coño! ¿Ya lo había notado? En definitiva era un asco para hablar hoy, a lo que de nuevo asentí— no te preocupes —comenzó a guardar todos sus chunches, observándola en silencio— yo tengo un buen remedio. Ahora que salgas del baño, tómate un buen trago de tequila con limón y sal, y verás cómo se te quita el malestar de inmediato, te lo aseguro.

—Oh, eso haré. Gracias.

—Descuida. Oye, fue un gusto hablar contigo… ¿Cómo te llamas?

—Debbie.

—Mucho gusto, Debbie, soy Katia.

—Coff… coff… un gusto. —No, en definitiva lo agudo no me salía ¡Parecía un travesti!

—Bueno, tengo que irme, me están esperando. Diviértete mucho esta noche y no dejes que esa ronquera te impida hacerlo. ¡Disfruta la noche! —Y salió del baño.

Divertirme, eh. Me quedé pensando. ¿Por qué no podía divertirme hoy? ¿Quién lo impedía? ¡Nadie! No sólo por estar vestido de esta forma ya me iba a arruinar toda la noche, a fin de cuentas ya me estaba acostumbrando.

¿Acaso Tom era el único que podía pasarla bien? Por supuesto que no. Yo también tenía derecho a distraerme un rato e iba a hacerlo. Después de todo soy joven y la noche también.

Salí del baño más animado que cuando entré. De nuevo la música se apoderó de mis oídos pero en esta ocasión en vez de despreciarla, decidí recibirla con gusto, meneando la cabeza hacia ambos lados conforme a la música e ir jugando con la peluca, sacudiéndola coquetamente mientras saltaba al escabullirme entre la multitud. Unos de los meseros de aquella discoteca pasó por mi lado y yo sin dudarlo tomé una copa de la bandeja que tenía alzando, me la llevé a los labios y continúe saltando alegremente, procurando que el vestido no se me alzara de más.

Durante mí recorrido varios hombres trataron de colarse frente a mí para “bailar conmigo” pero yo sin ser grosero les sonreía y me desviaba de su camino hasta que logré visualizar la mesa y claro, a mi hermano. Tom, estaba parado, mirando hacia ambos lados algo nervioso, hasta que me vio. Con su cara de pocos amigos, me tomó fuerte del brazo cuando me acerqué y enseguida me apartó un poco de sus amigos.

—¡Joder, Bill! Ya te habías tardado bastante, ¿dónde estabas? Me preocupé. Estuve a punto de irte a buscar. ¿Por qué la demora?

—No es nada sencillo ir al baño en este estado, entiéndelo. —Me solté y bebí hasta el fondo toda la copa.

—¿De dónde tomaste eso?

—De un camarero. Tenía sed —Le di la copa vacía y él algo enfurruñado la dejó en la mesa.

—Entiendo. Oye, si quieres podemos irnos ya. Estos ya están más para atrás que nada.

—¿Y a mí qué? Yo quiero quedarme, todavía es temprano. —El careto que puso Tom, dijo mucho. Se le notaba bastante sorprendido por mi respuesta y no era para menos. Seguro pensó que con gusto me largaría de aquí, y quizá sí lo habría hecho antes, pero ahora era mi turno de divertirme.

—¿Quieres seguir aquí?

—Sí. Tomi, quiero otra bebida.

—Te acabas de tomar una, ya es suficiente ¿no crees? —Me acomodó un poco la peluca, escondiendo un verdadero cabello mío por debajo de ésta.

—Sólo será un trago más, anda ¿sí? —Se le notaba angustiado, al parecer la idea no le había gustado en lo más mínimo, pero ni modo, no había nada que él pudiera hacer para impedirlo. De alguna manera algo de quedarme más tiempo aquí era porque sabía que él estaría conmigo, y yo como su novia.

—¿Qué quiere la nena? —Keller, se aproximó más para tratar de escuchar lo que estaba diciéndole a Tom, y sin importarme un comino ya lo que pensara, esta vez fui yo quien contestó a su pregunta.

—¡Quiero otra bebida! —Tuve que alzar un poco la voz debido al ruido de la música, claro que aun tratando de fingirla pero para lo bueno que soy; pero fue suficiente para que Keller pudiera escucharme. Ya no me importaba si notaba algo raro en mi voz, a fin de cuentas ¿se supone que estoy ronca, no? Para nada me agradaba la cara de Tom, por eso traté de evitarla al hablar. Juro que me podía asesinar con su simple y penetrante mirada. El rubio, abrió los ojos expresivo, pero fue lo único que hizo ante mi valentía de pronunciar palabra.

—Woooooh, eso es todo. Pide lo que quieras, nena. Es más, yo mismo te la traigo. —Se encaminó directamente hacia la barra mientras yo esperaba.

—¿Qué? ¿Ya no te preocupa que te escuchen hablar?

—No, la música la distorsiona un poco, no te preocupes. —Frunció la boca. Parecía algo inquieto, como si quisiera decirme algo, pero no lo hizo. Cinco minutos después, Keller llegó junto con mi bebida en mano.

—Aquí tienes, preciosa. —Alcé la copa y le sonreí para agradecerle. Enseguida me llevé todo el trago a la boca y lo bebí como si se tratase de agua, lo cierto es que después de la meada, estaba algo sediento—. Wow, muy bien Debbie, te lo has tomado hasta el fondo —alzó la mano con la palma extendida, instándome a que chocara la mía con la suya y simplemente le seguí la corriente—. Genial, ¿quieres que te traiga otra?

—¡No, ella ya no va a tomar más! —Por el tono de voz de Tom, pude notar su disgusto. Yo no estaba haciendo nada malo, ¿qué acaso no era lo que esperaba que hiciera? Me acerqué a Tom, lo suficiente como para parame frente a él y tomarlo de la cintura de apoyo al hablarle al oído. Simple impulso.

—¿Por qué te enojas? ¿No desde un inicio querías que me divirtiera? ¡Estoy tratando de hacerlo por ti!

Tom me miró serio sin mencionar palabra. Y retiró mis manos de su cintura.

Me cansé.

—¿Sabes? Estoy harto de ser un aguafiestas. Me cansé de arruinarte y arruinarme la noche, porque aunque sea difícil y no sea verdad, quiero esforzarme para quedar como la mejor novia que has tenido frente a tus amigos. Quiero ayudarte y no quiero que pierdas la apuesta. Porque no entiendo el impulso qu-que me incita a querer seguir jugando con esto… —Mi voz inesperadamente comenzó a quebrarse cuando un nudo se atravesó por mi garganta mientras inconscientemente me aferré con más fuerza a Tom. De un momento a otro, mi conciencia había decidido dejar hablar al Bill que sí era valiente, el que sí se atrevía a ver con la verdad y aunque fuera difícil, a no engañarse más. Y vaya, el valiente estaba vestido de chica. ¡El maldito alcohol quizá!— Q-quiero quedarme porque en casa sólo podemos ser hermanos y…y… ¡no sabes cuánto lo detesto!

Oooh sí, lo que antes no podía ver, ahora lo tenía claro. El porqué de mi nerviosismo al tenerlo cerca, cuando me toca, cuando me sonríe o me habla. El porqué de todas mis reacciones tensas al verlo solamente o al celarlo cuando habla con chicas. Pero, ¿por qué él? Algo dentro de mí latió con fuerza.

¡Bum, bum! ¡Bum, bum! ¡Bum, bum! ¡Bum, bum! ¡Bum, bum! ¡Bum, bum!

¿Por qué apenas lo descubrí? ¿Por qué no pude prevenirlo antes? Fácil: porque no quería. Amaba demasiado a mi gemelo, y no del modo adecuado. Lo peor es que aun sabiéndolo, ahora no me desagradaba del todo; pero no podía soportarlo. De alguna forma me sentía patético.

Antes de que pudiera reaccionar, me separé violentamente de él. Parpadeé varias veces para que lo húmedo de mis ojos se desvaneciera y no me avergonzara más de lo que ya estaba. Tom, no dejaba de mirarme, casi me sentía succionado por esos dos ojos oscuros que aparentaban ser agujeros negros dispuestos a tragarse todo lo que había dicho. Por su reacción incongruente y asustada, supe rápidamente una cosa: había metido la pata hasta el fondo por haber hablado de más.

Me di la vuelta con la respiración a mil y directamente mi atención se centró en la barra. Comencé a caminar ignorando al ebrio de Keller y a mi gemelo.

—¡Bi…! este… ¡Debbie! ¡Espera! ¿A dónde vas?

—¡Por un trago! —O dos, tres…— Ahora vuelvo.

—Te acompaño. —Me detuve sin voltearme.

—No es necesario, Tom. Mejor encárgate de que ninguno de tus amigos me siga ¿sí? ya regreso.

—Quiero hablar contigo, por favor —cerré los ojos con fuerza.

—Necesito despejarme un poco. Te aseguro, no tardo —Tom pareció muy poco convencido ya que no escuché una sola palabra más de su boca.

Ejercí de nuevo el paso, tratando de no chocar con alguien en el camino. O era yo o todas las personas comenzaron a balancearse de lado a lado, hasta el piso parecía moverse; no, yo era el mareado. Pero a decir verdad, moría de ganas por tomar otro trago. ¿Qué había hecho? O lo peor, ¿qué había descubierto? Ahora prefería haberme quedado en la negatividad. Ahora me sentía muy mal, tenía ganas hasta de llorar. De todas las personas de las que pude haberme enamorado… ¿Por qué Tom?

De inmediato me sujeté de la barra. Podía notar las luces moviéndose a sus anchas por todo el lugar pero a una velocidad raramente vista, comencé a carcajearme. Parecían luciérnagas que huían a toda marcha de insecticidas, me mareaban. Estaba empezando a sudar y la vista me daba vueeeeltas ¿o era la pista la que se movía? Cuando me senté todo se volvió más tranquilo, aunque las personas seguían moviéndose de un lado a otro, ¿qué la música cambió que todos comenzaron a bailar baladas?, sacudí la cabeza. No pensaba tardarme aquí, sólo quería despejarme y beber algo un ratito.

De todas formas, ¿que serán sólo cinco minutos sin él?

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¡Te equivocas, Bill! Todo puede pasar…

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