«Lo que esconde un vestido» Capítulo 2

Bueeeeeeeeno, aquí está el segundo capi. Viene la transformación, ¡no se la pierdan! xD

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Capítulo 2

Bill

—Uff, por fin hemos terminado. Ahora démonos prisa y volvamos a casa —Tom, quien me ayudaba a cargar la bolsa que escondía la peluca, frenó de repente.

—¿Qué? Estás equivocado. Todavía nos falta una tienda más que visitar.

—Ni creas que me obligarás a comprarme zapatillas eh, porque eso sí… ¡Usaré mis botas, de una vez te lo digo! No me pondré nada con lo que tropiece a cada rato y me rompa la boca.

—No hablo de eso, por mi puedes usar los zapatos que quieras, eso no tiene importancia.

—¿Entonces? Tampoco pienso dejar que me lleves a maquillar, eso lo voy a hacer yo, tengo todo lo necesario en casa y lo sabes.

—Lo sé.

—¿Y? ya no queda nada que visitar, ¿adónde quieres que vayamos? —En ese momento, una sonrisa macabra se asomó por sus labios. Me dio la espalda.

—Ya verás —Y comenzó a andar chulesco pasando de mí. Yo lo seguí sin entender que planeaba hacerme ahora.

Pasamos varias tiendas las cuales no dejaba de mirar al preguntarme cual de todas sería nuestra siguiente parada. Tom ni siquiera las miraba, andaba muy decidido, parecía que quería llegar directo hacia su destino el cual yo desconocía.

—Tom… Tom, espera… ¡TOM! —El muy cabrón me ignoraba y más me desesperó cuando emprendió una caminata rápida ¡apropósito! Juro que me dieron ganas de tirar el vestido e irme a casa a desparramarme de nuevo en el sillón y fingir mirar la TV… ¡Pero no me atrevía! Logré seguirle el paso casi a zancadas hasta que en un momento inesperado, mis suplicas fueron escuchadas al ver a Tom detenerse.

—Uff… —resoplé algo cansado. Esto era un “paseo en una plaza” no un jodido maratón— no vuelvas a hacer eso, Tom, cuando te hable escúchame ¿sí?

—Shh… luego me sermoneas ¿ok? Ahora entra —desvié la cara un tanto enojado y desorbité los ojos. En definitiva con él no podía. Ahora quise ser yo el que dejara a Tom atrás y sin dudarlo comencé a caminar para entrar al local al que me había traído. Él estaba como estatua sin moverse de su sitio observando mi comportamiento de diva al levantar el rostro y andar con total altanería sin tener la pequeña intención de esperarlo. Pero cuando estuve a sólo unos cuantos pasos de entrar, tuve la maravillosa idea de alzar la cabeza para mirar el exuberante letrero que brillaba al rojo vivo anunciando el nombre de la tienda.

Mi cerebro sólo pudo redactar un único mensaje:

¡NO-ME-JODAS!

Me detuve en seco igual a como si me hubiera estampado contra un transparente cristal. Enseguida con la respiración acelerada, giré con los ojos demasiado abiertos, no me lo podía creer. Tom, completamente serio, alzó una ceja mirándome incrédulo.

—¡TÚ!–Olvidando todas mis expectativas de querer dejar a Tom atrás, me acerqué a él a zancadas hasta quedar cara a cara. Ni siquiera lo intimidaba en lo más mínimo aun estando a poca distancia. ¡Diablos, su respiración me pegaba en los labios!— ¡¿Me trajiste a una lencería?! —Esto si era el colmo. Ni siquiera me cabía en la cabeza como tuvo el descaro de atreverse a traerme a un sitio así ¡a su propio gemelo! ¿Qué rayos planeaba hacerme?— ¡¿Pero qué mierdas tienes en la cabeza?!

—Las que a ti te faltan. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? SERÁS-UNA-CHICA ¿No crees que te falta algo?

—¿Algo? —asintió mientras miles de suposiciones se encaramaban en mi mente las cuales pretendía no acertar— ¿Y qué es ese “algo”?

—Tú qué crees… –Al no poder seguir conteniéndole la mirada a escasos centímetros de mi rostro, retrocedí dos pasos. Me fijé en su gesto, escudriñando mejor su expresión descarada, muy seguro de lo que me estaba contando. Me rasqué la mollera tratando de descifrar el “algo” que Tom insinuaba, no era muy bueno tratando de adivinar cosas y él lo sabía mejor que nadie, así que al ver mi completa ignorancia hacia el tema, se tapó la cara con ambas manos un tanto harto y negó varias veces— Joder, Bill, piensa un poco ¿quieres? —fruncí el entrecejo y me quedé quieto, ignorando a las personas que pasaban a nuestro alrededor y analizando todo muy despacio.

“Una lencería”

La idea que de pronto indagó por mi cabeza era demasiado perturbadora que rogaba al cielo me equivocara; pero como era de esperarse, este no era mi día de suerte.

Tom, quien miraba el debate entre mi mente y yo, decidió joderme y darme una sencilla pista de lo que yo trataba de evadir. Sus ojos, que continuaban clavados en los míos molestos, descendieron abruptamente hasta posarse en mi pecho. Esa sonrisa sádica que brilló en su sombreada y macabra cara, me colapsó en un segundo.

Abrí la boca de par en par al mismo tiempo en el que él volvió a mirarme fijamente, pero esta vez con la burla remarcada en su rostro… Palidecí.

—Oh, no…

—Oh, si…

—¡Nonononono! —Ahora si ya no me importó dejar tirados mis lentes al negar incansables veces mi rotunda tortura. Mi hombría… ¡Ploff! Parecía querer desaparecerla— ¿Qu-Quieres ponerme busto?

—¿Qué pensabas? ¿Traerte a comprarle algo a la novia fantasma que tienes? —¡JA-JA! Qué gracioso— no estamos para perder el tiempo, Bill. Por si no te has dado cuenta estás demasiado plano y yo no mencioné a un tablón como mi novia.

—¿Y eso a mí qué? Te hubieras encontrado a alguien con esas expectativas ¿no crees?

—Ya te dije lo que pasó. Mis manos no están acostumbradas a estarse quietas en una sola nena —¡Ah, pero que bonito!… Estúpido.

—No. Ni lo pienses, eso sí que no lo voy a hacer. ¿Qué te crees? Eso es demasiado. De saber eso antes no te hubiera ayudado. —Estaba en shock. Al principio de todo esto acepté con la intención de devolverle los enormes favores a mi hermano. Sabía que todo esto sería una agonizante tortura y que tal vez conociéndome terminaría arrepintiéndome… pero no lo hice, acepté y aquí estoy. Está bien que dejara que él controlara la situación como comprarme un vestido, peluca y demás chunches innecesarios y sí, estaba consciente que tenía que ponerme todo eso al llegar a casa pero por ningún motivo se me pasó por la cabeza imaginar que tendría que parecerme a ese extremo a una chica; no lo medité antes y ahora no sabía cómo zafarme de eso— Tom…

—A fuerzas tenemos que comprarte un sostén —apreté los dientes… ¿Comprarme?— ¿Con qué rayos piensas sostenerte el relleno?

—Pues… yo… —Eso no lo había pensado. Según representaría a una chica, con vestido, cabello largo, maquillaje y que más que obvio para darle “realismo”… busto. Pero pensar en ponerme algo así me desmorona por dentro, y más al saber que era Tom el que me instaba a hacerlo— quizá… ¿con el vestido? —Me encogí de hombros un poco cohibido, con miedo a su reacción— supongo que me quedará un poco apretado, lo suficiente como para sostener algo ¿no?

—¡No! —suspiré, ya me lo veía venir— capaz y se te caiga a cada simple movimiento ¿quieres arriesgarte? ¿Quieres hacer el ridículo frente a todos? Porque eso es lo que estás buscando, ¿eh? —Ya ni siquiera lo veía, mi vista estaba centrada en una pequeña basurita del suelo. ¡Maldición, él tenía razón! No podía hacerlo con un simple vestido, de a fuerzas tenía que tener un soporte, pero aun así…

—¡Ya parezco una chica, Tom! Todas las personas que apenas me miran me difaman con eso, hasta tú lo has dicho. Mi cara se asemeja más a la de una mujer ¿no? Si todos ya me confunden con una es porque puedo pasar a serlo sin siquiera usar el susodicho relleno. No es necesario —sí, mi orgullo ya estaba por los suelos, bueno, ése lo había perdido desde el momento en el que acepté esta ridiculez; pero ahora si ya no me importaba. Haría todo lo posible con tal de no ponerme tal sugerencia y en eso estaba en aceptar mi apariencia de chica. ¡No quiero usar un sostén!

—Tú lo has dicho. Tu cara es la que pasaría por mujer, pero si hablamos de tu cuerpo ya es muy diferente. ¿Quieres que piensen que tienes el desarrollo de una niña de once años? No lo creo— ¡Mierda! Todo lo que me hacía pensar Tom me abría los ojos ¡como siempre, tenía razón en esto! pero ¿y? No todas son iguales ¿cierto?

—No, no, Tom. Yo no quiero usar eso, podemos buscar otra cosa pero me niego a ponerme un jodido sostén. Además, tú no tienes derecho sobre mí, no puedes obligarme y punto. Ya está decidido, nos vamos —me le encaré. Tom, sin moverse de su sitio, se cruzó de brazos y arqueó una ceja.

 ***

—¿Quieres dejar de hacer berrinches y ayudarme?

—No.

—¿Vas a seguir con ese molesto genio que te cargas?

—Sí.

—Genial —Después de haberme tomado de los costados y obligarme a entrar casi a rastras hace apenas unos minutos, todo se volvió tenso. Claramente le hice saber que no quería usar semejante cosa ¿pero me escuchó? No, claro que no. Hoy parece que todo tiene que hacerse como él diga y mande pero, ¿yo qué? Ser sólo un simple esclavo.

Aparte de que en el lugar notoriamente femenino ya me sentía bastante abrumado al estar infestado de mujeres, tenía que aguantar las indiscretas miradas de casi todas, sobre todo de las mujeres mayores que casi casi nos querían asesinar con la mirada indagando en que rayos hacían dos chicos en este lugar completamente inadecuado para ellos. Y sí, resaltábamos, ¿por qué? ¡Porque éramos los únicos hombres aquí! Y aun ante ese pequeño detalle, Tom inquirió en meterme a fuerzas junto con él.

Por lo menos las chicas de nuestra edad que se encontraban comprando y escogiendo prendas eran más comprensivas. Sonreían, reían y se secreteaban entre ellas cuando nos miraban, o más bien al mirar a Tom de vez en cuando tomar una prenda y mirarla por todos lados. Pensaran seguro en cosas guarras al ver sus rostros sumamente sonrojados cuando Tom se indignaba en devolverles la sonrisa. Yo simplemente me mantenía con los brazos entrelazados sobre mi pecho y la cara que no veas… ¡Completamente roja de coraje!

—Mmmh, eeh… ¿se les ofrece algo? ¿Puedo ayudarles? —Una señora de unos cuarenta años, vestida con ropa cara y empeñando una postura de típica escuela de modales, se acercó a nosotros un poco retraída jugándose las manos a la altura del estómago e indagando en su rostro, podría decir que un poco alterada, desconfiada e incluso hasta cabreada. No me alarmé en adivinar el por qué… ¡¿Cómo demonios dos jóvenes van a estar en una lencería donde sólo hay prendas femeninas?! El cuento de “buscando algo a mi novia” ya era viejo. Pervertidos sería la primera acusación.

—No por ahora, gracias. Tal vez dentro de un rato.

—¿Un rato? O sea que… estarán aquí, hem, ¿más tiempo? —Quise salir corriendo de ahí al notar el claro desagrado de la encargada. Casi nos estaba gritando que no podíamos, que nos fuéramos porque intimidábamos a sus clientes ¡y quise hacerle caso! Pero con Tom de compañía y comandante, sólo podía permanecer callado.

—Sí, creo que demoraremos. Es difícil decidirse con tantas cosas aquí. Además tene… Oh, Bill mira…—Ignorando a la mujer, me tomó del brazo y comenzó a jalarme. La señora nos escudriñó con la mirada un poco preocupada, pero como lo suponía no tuvo el valor de echarnos del lugar o recriminarnos algo. Sin embrago yo, anduve pegado a él hasta que nos detuvimos en una sección un tanto familiar, y lo digo sólo por el color.

—El vestido es negro ¿no?

—Nooo, es de color caqui —Y de nuevo, como si Tom tuviera la peste, me solté de él; no lo quería cerca. Exhalé—obviamente.

—Bien, entonces tenemos que conseguir lencería negra para que pegue con él.

—¿Tenemos? Lo siento Tom, pero “tenemos” me suena a manada. Tú tienes, yo no buscaré nada. —Y dicho esto, me pegué contra la pared y adopté mi anterior postura: cruzarme de brazos y no mover ni un musculo, hasta evité verlo. Tom, un tanto molesto por mi actitud, apretó la boca y se marchó. O más bien sólo estaba parado frente a mí, dándome la espalda, mirando por todos lados los insaciables sujetadores que había de diferentes texturas y colores suaves entre grises y negros por completo, haciendo el inútil esfuerzo de buscar el indicado para mí… una total pérdida de tiempo.

—Bill… —entrecerré los ojos. Ahí va de nuevo. Decidido, se acercó a mí con mala cara. Creo que yo no era el único desesperado— ¿Tú de plano no piensas ayudarme o qué?

—No.

—¿Ni siquiera un poco?

—No.

—No, no, no, ¿qué no sabes decir otra cosa?… ¡Espera, no me digas! Vas a decir que no ¿verdad?

—Nein. —Refunfuñó algo que no pude entender pero seguro no era nada bueno.

—¿Entonces?

—Ya te dije Tom, si piensas ponerme algo de eso escógelo tú solo, yo no voy a colaborar en el futuro trauma que tendré por tu culpa.

—Bien —asintió varias veces. En definitiva lo estaba cabreando, pero una mierda me importaba— ¿Entonces me lo dejas todo a mí?

—Así es.

—¿Seguro?

—Es tu puta apuesta ¿no? Yo no te ayudaré.

—Perfecto —Lo perdí de vista cuando me dio la espalda y se esfumó por un pequeño corredor. Me valió si se enojó. Yo había hablado claro y no me movería para nada a menos que sea para salir de aquí.

Después de varios minutos de observar y observar nada interesante, miré hacia ambos lados tratando de localizar a Tom. ¿Dónde coño se había metido? Capaz y se habría entretenido con la primera tipa que le haya sonreído y no me sorprendería escuchar que se estuvo enrollando con ella en los probadores. ¿Y si se había enojado conmigo y se largó? La duda empezó a carcomerme la mente y sin esperar cualquier otra cosa, me di la vuelta para ir directamente a buscarlo pero en ese instante, el desaparecido venía caminando muy campante junto con una pequeña sonrisa en la boca.

—Listo. —Me dijo apenas llegar.

—Ah, ¿ya?

—Sip, vamos a pagarlo y salgamos de aquí.

—Humju —giró sin dejar de sonreírme… no me dio buena espina. Comenzó a caminar y yo a sus espaldas y, al darme cuenta de que no podía verme, me entró la curiosidad. ¿Qué me habrá escogido? Por la misma, volteé a ver la prenda negra que tenía en su mano derecha y…

—¡TOM! —Me detuve en seco.  ¿Cómo tenía el descaro? Lo vi girarse y al hacerlo, me miró tan tranquilo como si no pasara nada— ¿Q-Qué rayos es eso?

—Ah, ¿esto? —alzó la prenda a la altura de su cabeza, igual como si hubiera cogido a un conejo por las orejas, mostrándomelo como si nada. Ahí pude verlo mejor y abrí la boca sorprendido— lo que te pondrás.

—¡¿Lo que me pondré?! P-Pero… pero, pero ese sostén es para tetas del tamaño de melones ¡¿Cómo crees que me pondré algo así?! —Y no estaba exagerando en absolutamente nada, hasta creo que melones se quedarían cortos con el tremendo tamaño de esa cosa. Tom, sin siquiera mostrar un pequeño gesto de lastima por mí, se encogió de hombros el muy imbécil.

—¿Y? Así me gustan. Tú dijiste que lo escogiera, pues éste me gustó así que lo cogí. ¿Nos vamos? —¡Qué sínico!

—¿Pero qué te crees? ¡Mírame! Ni tan sólo una copa de esas me cabrá en el pecho, pareceré una deformidad con eso en mi cuerpo —Lo admito, estaba un poco asustado.

—¿Y que querías? Tú me lo dejaste todo a mí. No quisiste escoger pues yo si ¿no te gusta? Pues te jodes. No entiendo de qué te estás quejando. ¿No fuiste tú el que no quiso ayudarme? —Con que por ahí vamos, eh. ¿Cómo no lo supe antes?… El jodido chantaje. Ya se me hacía raro que Tom fuera así como así escogiendo tonteras aun sabiendo que lo desprecié, todo lo contrario. Me hubiera mandado a la mierda no sin antes decirme que era un mal hermano al dejarlo solo con esto y yo acabaría corriendo detrás de él para disculparme y evitar que se cabreara conmigo. Temo decir que me lo había creído, me había dado un buen susto al pensar que podía obligarme a usar semejante atrocidad… me había dado una lección.

Con todo el coraje y los reproches que se avecinaban desde lo más hondo de mi garganta hasta el exterior, tuve que resignarme a hacer lo inimaginable si no quería llegar a parecer un fenómeno de circo.

—¡Aaaaah! ¡Eres un idiota! —Le arrebaté el brasier de las manos y antes de dar media vuelta y hurgar algo más adecuado para mí entre la demás lencería, pude notar una satisfactoria sonrisa en su iluminado rostro.

Estuve buscando entre toda la variedad, sintiéndome un poco incomodo al tocar ropa que no era de mi lado, hasta algunas chicas que se encontraban cerca de nosotros midiéndose y escogiendo pantis y sostenes, dejaban de hacerlo al mirarnos; se sonrojaban y esperaban a que nos alejáramos para poder continuar lo que hacían. Era de esperarse, se incomodaban con nuestra presencia… ¿y quién no?

Todo estaba un poco más tranquilo, sólo un poco. Aún seguía algo resentido con Tom pero ya había hecho varios corajes el día de hoy y hasta ya se me hacía bastante cansado hacerlo. Ahora sí, con esto ya no había marcha atrás. Mi condena ya estaba escrita y ya sería demasiado ridículo hacer otro berrinche con respecto al tema, quería apaciguar todo para ya llevarla en paz.

—¿Tom?

—¿Qué pasa?

—Eeh… ¿Y como que tamaño más o menos quieres que me ponga? —Yo ya había escogido desde hace un rato uno un poco mediano de color negro, ni de loco pensaba complacer a Tom con algo más grande; pero aun así quise preguntarle para prevenir su reacción al mostrarle el que ya tenía en mano.

—El que quieras, no importa. Con el que te sientas cómodo  —¡Uff!, por lo menos.

—Y…  ¿puede ser éste? —Se lo enseñé. Tom lo tomó y lo quitó del gancho en el que estaba, y de nuevo como un experto, lo escudriñó por todos lados.

—Está bien. Me gusta.

—Sí. Pero viene con una panty adjunta. Quítasela y déjala por ahí —Y cuando pensé que el tormento había terminado…

—Bill, tu vestido es un poco transparente.

—¿Oh, sí? no lo había notado. ¿Pero qué tiene que ver eso ahora? —Acercándose un poco más, endureció la mirada y habló entre dientes.

—Tu vestido es un poco transparente —repitió algo bajo para que no escucharan algunos oídos atentos a nosotros.

—¿Y qué con eso? —Ni idea de lo que hablaba. Tom, sin apartar la vista de mí, sonrió de lado y con las puntas de sus dedos sosteniendo cada lado de las pantaletas, las meció hacia ambos lados completamente extendida, mostrándomela casi con burla.

¡Dios mío! Al momento en el que comenzó a asentir yo comencé a negar.

—No puede ser —Y como flash, comencé a sacar el vestido de la bolsa y rápido lo extendí frente a mí… me alarmé bastante. ¿Cómo no me di cuenta antes? En efecto, el vestido era un tanto transparente. Lo tomé por el borde, metí un brazo por debajo de éste y noté cómo se lograba ver la silueta de mi brazo claramente, quise fallecer. ¡El bóxer se vería a leguas! no mucho pero si se lograría notar, o sea que… ¡No me jodas! —¿Tengo que usar calzones de niña también?

—Ajá, no es tan malo ¿cierto?

—¡¿Que no es tan malo?! Pero que mier…

—¡Bill! Ya no hagas más escándalos, por favor. ¿Crees que no es difícil aguantar tus berrinches? Recuerda que prometiste ayudarme —De nuevo otra embolia la sentía venir. De todas las experiencias más extrañas que llegué a imaginar que algún día podrían pasarme, ésta jamás navegó por mi mente. Pero como ya había dicho antes, sería inútil tratar de evadir todo esto. Me había resignado a aguantar todo este martirio, me evitaba malos momentos y enojos llenos de cólera.

Además lo hacía por Tom… si él es feliz yo también.

Suspiré.

—Sí, lo sé. Pero…

—Ah, ah, ah…—Me selló los labios con un dedo, quizás tratando de reprender algún reproche más; pero estaba equivocado— no digas más, Bill —desvié la cabeza y me aparté de su tacto.

—¡Escúchame! —Tom guardó silencio— pero… —respiré profundamente. Era difícil— pero… ¿y si no me queda?

—Ah, era eso —Por la expresión de su rostro hasta pareció que le quité un peso de encima— supongo que si el sostén te queda también lo “otro” te quedará. Tienes una caderita, Bill, todo te entra. Pero déjame ver…—Esto ya era bastante abrumador, me quería ir pero mientras Tom seguía revisando la talla y lo ancho de la prenda, yo me quedé observando todo lo de mi alrededor.

 

—Eeh, ¿todavía siguen aquí? —Ni siquiera me fijé de donde salió ella. La señora del principio que se “ofreció” en ayudarnos, miraba a Tom con una cara demasiado tensa. Nos miraba con la misma expresión de antes… “¿Por qué no se largan de una vez?” junto con esa sonrisa tan hipócrita y aún más falsa. Tom, ni siquiera se indignó en contestarle, seguía entreteniéndose en lo que hacía y yo pues, no podía ser grosero. Tenía razón, nosotros estábamos de más aquí— ¿Quieren… que les ayude en algo? Señor…

—Ah, no gracias —sonreí amable— estamos bien. Sólo escog… eh… ¡Tom! ¿Qué haces? ¡Quita!

—Bill, no te muevas. Déjame ver…

—¡Oh, dios mío!

—¡Tom! —No todo era color de rosa ¡y vaya que Tom lo sabía perfectamente! Hasta a veces pienso si no se le habrá zafado un tornillo a esa cabezota dura que tiene, o sea…  ¿cómo se atrevió? Sabía que mi hermano podía llegar a ser un tanto aventando en algunas ocasiones y que le valía lo que pensaran los demás y mucho menos las consecuencias de sus actos, bueno, eso apenas lo comprendía, pero atreverse a probarme la casi tanga frente a la encargada de la tienda junto con otras coladas miradas asombradas rodeándonos por todos lados, fue demasiado estúpido… y vergonzoso para mí.

—¡¿Pero qué está haciendo?! Tenga respeto por la demás gente de aquí.

—Sólo le pruebo esto a mi hermanito… Bill, ¿Lo sientes apretado?

—¡Ya basta! —Lo tomé de las muñecas, tratando inútilmente de zafármelo de ahí, pero mi concentración estaba más enfocada en las chicas que nos veían y ahí supe que no faltaba mucho para ponerme a llorar de vergüenza.

En si la prenda sólo me la había puesto por encima como lo había hecho con el vestido, me apretaba la cintura con eso para medir el tamaño. Mientras pequeñas risitas envolvían el lugar al mirar la llamativa escena. La señora miraba por todos lados y sonreía nerviosa mientras les decía que siguieran con lo suyo, que aquí no había nada que ver, hasta que de nuevo se giró hacia nosotros un tanto seria.

—¿Por lo menos podrían ir a los vestidores? —No le quedaba de otra.

—Ah, no es necesario, ya terminamos. —Después de estar encorvado mientras se empeñaba en arruinarme el resto de lo que me quedaba de vida, Tom se enderezó y yo sin poder con la vergüenza, me tapé la cara con una mano— ¿Dónde pagamos?

 

—¿Pero qué tiene que ver si las vuelvo a ver o no? La pena que pasé nadie me la va a quitar.

—Sí, hombre; pero de todas formas creo que no deberías de tomarte todo en serio. Si te vieron o no ¿qué tiene? No las conoces.

—No, no las conozco, pero también pude haberlo hecho… ¿Por qué tiraste los números?

Ya llevábamos varios metros alejados del lugar donde fue mi peor pesadilla.

Cuando creí que la encargada llamaría a seguridad para sacarnos de ahí, yo ya había perdido los estribos. Pero hizo todo lo contrario, es más, ella misma fue la que nos atendió. ¿Y cómo no iba a hacerlo? Hasta los ojos le brillaron cuando vio lo caro que era la lencería que habíamos escogido, hasta una de sus “más sinceras sonrisas” nos dedicó.

En fin, cuando nos disponíamos a pagar, me sorprendió ver cómo un grupillo de chicas algo tímidas se acercaron a nosotros y cuando creí que nada más podía sorprenderme, me equivoqué. En realidad pensé que Tom era el que les había alborotado las hormonas, pero me sorprendí bastante cuando se abalanzaron contra mí y me dieron una notita con varios números telefónicos…”Llámanos” fue lo suficiente para quedarme de a cuadros. Pero al momento en el que se dieron la vuelta, mi “amoroso gemelo” me arrebató la nota de las manos y la dobló para meterla en la pequeña cajita de propinas que estaba sobre el escritorio… Imposible de recuperar. Y así con la misma, salió del lugar ignorando todo lo que le estaba gritando.

—¿No estabas tan avergonzado como para volverlas a ver? No tiene caso explicar nada.

—Sí, pero… —¿Qué podía decirle? En realidad a mí me valía si conocía chicas o no y a decir verdad, Tom, estaba en lo cierto. Por mí mejor si no volvía a verlas, pero el indirecto recelo de él es lo que me sorprendió… Sonreí—. Ya, da igual. ¿Y ahora a qué tienda me vas a llevar?

—A ninguna, ya acabamos.

—¿Enserio? Qué bien. Estoy cansado. Llegando a casa quiero acostarme un rato y…

—Noooo, señor. Llegando a casa comenzaremos a arreglarte. Tenemos el tiempo contado y estamos exactos. Así que apresura el paso —di el más largo suspiro de todos los que llevaba hoy. En verdad que en este laaaaargo día, yo no tenía voz para decidir.

***

—¡Tom!… coff… no lo aprietes tanto que me dejas sin aire.

—Ya deja de quejarte y coopera… ¡No te muevas! Coño, esto es más fácil desabrochar que abrochar.

—¡Eso intento pero me lastimas…! Auh, auh… ¡Que no aprietes!

—Creo que no estás tan flaco como pareces, eh.

Todo esto era una tortura y apenas comenzaba. Lo primero que hicimos al llegar a casa fue ir directamente hacia mi habitación y comenzar con mi supuesta transformación. Sin pensar en si desordenábamos de nuevo el cuarto o no, tiramos todas las compras en la cama y el primer objetivo en mente, fue la bendita lencería.

En este instante me encontraba en una situación demasiado bochornosa. Tom, “como muy caballeroso que es” se ofreció en ayudar a colocarme el brasier y por muy fácil que sonara eso, al parecer no lo era del todo sencillo.

—¡Auh, Tom! No seas tan brusco y abróchalo de una puta vez.

—No me ayudas… ¡Quédate quieto!

—Pues no haces bien tu trabajo. ¿No que muy experto?… “He abrochado y desabrochado más sostenes que lo que tengo de edad”… ¡JA! Puras habladurías.

—¡Es verdad! Sólo que ellas no se mueven como si fueran lombrices en lodo. Por última vez, Bill ¡No-Te-Muevas! —Tom tiraba de mí como si fuera un muñeco de trapo el cual pudiera manejar a su antojo. Jalaba tanto el sostén que casi me dejaba sin respirar, era sofocante. Lo peor de todo es que simplemente me lo estaba colocando, aún faltaba la peor parte… meterme el relleno. Lo cual empiezo a sospechar que será otra experiencia mucho más desastrosa que esta. ¿Pero qué opciones me quedaban?

Tras otro tirón más, Tom paró de zangolotearme.

—Listo. Ya quedó.

—¿Seguro que lo dejaste hasta el último broche? Me aprieta bastante… —Mis dedos apenas entraban entre la tela ¡Me asfixiaba!

—Eeeeh… —Detrás de mí se encontraba el enorme espejo en el que siempre me reflejaba de pies a cabeza. Me acerqué para poder contemplar mejor el resultado.

—Me siento tan… raro —Para nada me agradaba lo que veía. Me puse de espaldas para ver con mayor claridad el pequeño trabajito de mi hermano y… ahora entendía por qué me faltaba el aire—. Tom, me lo pusiste hasta el tope, aflójalo un poco o me dolerá la espalda.

—Supuse que si te lo dejaba más flojo quizá se te saldría todo el relleno. Sigues siendo delgado —Se colocó detrás de mí y al instante me ericé al sentir la punta de sus dedos rozar discretamente la piel de mi espalda. Tanteó con los dedos hasta quedar debajo del broche mientras tiraba de éste sintiendo la flexibilidad del mismo. Sentí un pequeño tirón y después un alivio total tras haberlo desabrochado por completo. No encuentro explicación ni el por qué me sentí desnudo frente a él. Fue como si en verdad tuviera “algo” que esconder, me sentí intimidado. ¡Mi propio gemelo me desvestía! ¿Cómo debe sentirse uno ante eso? Confundido tal vez—. Ahora sí, ¿se siente mejor? —Oh, ¿ya lo había abrochado de nuevo? Ni cuenta me había dado pero, me alegraba.

—Se siente mucho mejor, gracias.

—Y ahora viene lo bueno —caminó un par de pasos hasta llegar a su mochila que había traído de su cuarto, pero ¿para que la quería? Lo observé con sigilo, esperando a que terminara de esculcar, hasta que por fin se levantó del suelo y fue ahí cuando pude ver lo que traía en las manos— ¡Taraaaaan!

—¿Calcetines? —¿Acaso pensaba ponerme hasta los calcetines? Eso ya era mucha exageración. Me hizo una seña con la mano para que me acercara y así lo hice. De paso aproveché a darle una miradita a su mochila para ver que más traía dentro pero, estaba vacía— ¿Para qué los trajiste?

—¿Cómo que para qué? Esto querido hermano, es el relleno que usarás.

—¡¿Qué?, ¿con calcetines?! Pero creí que sería con papel. De hecho ya había preparado todo —Fui directo hacia mi baño y saqué de ahí las bolas de papel que yo mismo había hecho para usar de relleno. En ningún momento me imaginé que tendría que usar calcetines para eso. Salí y enseguida se lo enseñé a Tom—. ¿Ya ves? Todo está listo. No necesito más relleno que el que tengo aquí.

—No me hagas reír, Bill. Mírate, no tienes nada de nada. ¿Crees que sólo con papel lograrás asemejar el busto de una chica? Te verás flácido. Mira, por desgracia en lo que llevo de experiencia con mujeres, me ha tocado estar con una que otra tramposita. En vez de pechos tiene un par de calcetines ahí, y vaya que engañan… ¡Yo, Tom kaulitz he sido una de sus víctimas! Por eso te digo, Bill, confía en mí. ¡Qué son sólo un par de calcetines, además! —Me masajeé los ojos. Esto era algo en lo que yo no tenía experiencia. ¿Y para qué ponerme a discutir en si usar calcetines o papel? Lo mejor para ambos era seguirle el juego.

—P-pero ¿por lo menos están limpios?

—Obviamente —dudé— si no me crees… —Los alzó casi poniéndolos frente a mi cara— anda huélelos. —Mi rostro se deformó no por el aroma, sino porque casi me da un golpe con ellos.

—Vale ya, te creo —Me sobé la punta de la nariz— anda, dámelos. Me los pondré.

—Yo te ayudo —una sonrisa descarada me hizo no fiarme del todo de él al instante en que comenzó a meter mano dentro de mi sostén. Sentí como si una gran barrera se derrumbara al no resistir los frívolos ojos de Tom, que ocasionó que de inmediato me avergonzara. Lo único que pude hacer fue evitar a toda costa conectar mi mirada con la suya.

Después de haber mezclado el papel y la bola de calcetines, continuó con el otro par. Noté varias veces que en vez de centrar su atención en lo que hacía, sus ojos permanecían fijos en mi rostro, lo cual provocaba un ligero sonrojo en mis mejillas. ¿Qué estaría pensando para que me mirara de esa forma tan… deseosa? Sus dedos estaban fríos al contacto con la piel de mi pecho tibio. E indiscutiblemente mis pezones se hicieron duros por la cantidad de veces que Tom pasó sus manos por encima de éstos.

—Creo que ya quedó. –Rodeó con sus manos ambos resultados y los acarició y masajeó levemente, supongo yo para darles forma. Tan intimidado me sentí al ver lo que hacía que lo único que pude hacer por instinto, fue darle una ligera manotada para que dejara de tocar-me.

Creo que empezaba a tomar mi papel de chica muy enserio…

—¡No hagas eso, se ve tan vulgar!

—Tú y tus cosas —Asombro, es lo que le trasmití ya que sus ojos parecieron salirse de sus orbitas—. Estoy midiendo si quedó bien, no por otra cosa, ¿y quién es el que piensa mal aquí?

Siguió como si nada, midiendo, acomodando, sacando y volviendo a meter hasta que por fin paró de hacerlo.

—Creo que tienes uno más grande que el otro, pero ya, dejémoslo así. Ni se nota.

—¡¿Qué?! Yo no quiero ser una deformidad. Arréglalo Tom. Ponle más papel o no sé…

—Mmmh… eso podría funcionar.

—Ábrete a las ideas —tomó una de las bolas de papel, las mismas que yo había hecho por cierto, y dividiéndola un poco, la metió detrás del calcetín que yacía dentro para darle más volumen—. Hum… ahora ésta la tienes más grande.

—Tom, deja de jugar —colocó la otra bola de papel en la que faltaba, yo di por terminado todo, pero su rostro me decía que algo iba mal.

—No sé pero… a ver Bill, pásame más papel.

—Lo tienes alado de ti —empezó a hacer más y más bolas. Me alarmé un poco.  ¿Y ahora qué? Metió una y después otra en cada una. Empezaba a sentirme más apretado que antes, pero Tom no se disponía a parar y continuó metiendo y metiendo más y más, hasta que ya no pude. Lo tomé de los hombros y lo aparté de mi manoseado “busto”— ¡Qué te pasa! Ya deja de meterme eso, ¿qué pretendes?

—Estoy tratando de hacerte el busto más grande, ¿crees que yo saldría con una desproporcionada? Para nada.

—No me importa si a ti te gusta o no, yo no pienso andar todo el día con esto tan… enorme —Y es que era una total exageración. Para empezar el sostén no era tan grande como para meterle tantas cosas, aparte que Tom estuvo de acuerdo conmigo en comprar uno más pequeño, obviamente porque mi pecho seria pequeño, y éste ya casi quería meterme toronjas.

Fui directo al espejo para quitar los sobrantes de papel, que por cierto eran montones. Ni siquiera me importaba si Tom rezongaba o no, era mi cuerpo así que era mi decisión. Cuando por fin vi un tamaño considerable, sonreí al ver mi resultado, era perfecto. Muy natural y acoplado perfectamente a mi cuerpo.

—¿Ves? A que se ve mucho mejor ¿verdad? —Tom blasfemó nada importante e hizo muecas con la boca. Su silencio me bastó para saber que estaba de acuerdo, aunque conociendo a mi hermano, no duró por mucho.

—¿Sabes que te ves muy chulo con los bóxers y el brasier? —Soltó una pequeña risotada, como queriendo y no queriendo burlarse de mí. No me importó y menos me molestó. A decir verdad, estaba de acuerdo con él. Seguro me vería muy bonito vestido de ésta manera. ¡JA! Para reírse—. Muy sexy también —Eso ya no dio tanta risa.

—Mejor pásame el vestido ¿quieres? Antes de que empieces a babear —negó con la cabeza varias veces ante mi comentario, sin perder la sonrisa de su rostro. Me quedé embobado mirándome al espejo, tratando de visualizar el resultado final de mi transformación. Debo admitirlo, quería que acabara de una vez. Ya no me sentía tan tenso como antes y además la curiosidad por ver como luciría me devoraba la paciencia. ¿En verdad me parecería a una chica? Quería continuar—. Bien, ahora lo que sigue.

 ***

—A ver, sume más la panza que esto no cierra.

—¿Qué crees que estoy haciendo? Ya no puedo encogerla más. Haz un esfuerzo y sube más el cierre —Primero batallar con el maldito brasier ¿ahora también con el vestido? Si de por si entendía perfecto a las mujeres al tardarse tanto en arreglarse, con esto casi era una misión imposible, por dios, y eso que sólo estaré así por hoy, ellas lo hacen todos los días… mis respetos. Estábamos entre una difícil batalla para lograr que me entrara, porque al parecer, mi espalda sí era un poco más ancha de lo que habíamos considerado— ¿Pudiste?

—Ya casi. No te jorobes Bill, que esto ya casi cierra.

—Hago lo que puedo.

—No lo suficiente.

—Tal vez debimos haber comprado el grande… ¡Ah, Tom! Ten cuidado imbécil, me lastimaste con el cierre.

—Ya, ya, tranquilo. Esto te queda porque te queda —Y después de varios jaloneos, varias sumidas de panza y sobre todo después de varios pellizcos en la piel de mi espalda a causa del feo cierre, ganamos la batalla. ¡Por fin!— ¿Puedes respirar? ¿Cómo lo sientes? ¿Te queda bien?

—Humm, eso creo —Me jalé un poco el vestido hacia abajo para acomodármelo más, teniendo cuidado de no dejar al descubierto más allá de mi “pecho” para evitar bochornosos momentos. Me estiré varias veces e incluso di varios saltitos para ver la elasticidad de éste. A pesar del horrible momento que había pasado al estar tratando de cerrarlo, me quedaba bien, era cómodo y a decir verdad, me sentía con una gran libertad al usar una falda—. Sí, me queda muy bien.

—¡Uff! me alegra tanto escuchar eso. Sólo de pensar en tener que regresar a comprar otro en talla más grande me pone de mal humor.

—Si eso te pone de mal humor, ya me imagino si tú tuvieras que usar el vestido.

—¡BAH! —Me dio la espalda tan pancho y se desparramó sobre la cama. Yo me quedé de pie acomodándome más el vestido para poder amarrar bien la cinta que quedaba más o menos un poco debajo del pecho. Lucía lindo. Una vez terminado, volví a entornarle los ojos a mi hermano quien me observaba en silencio, tratando de reprimir una sonrisita extraída de un mismísimo bufón, o eso me pareció.

—¿Te… te estás riendo de mí? —¡Ptfff! Fue lo primero que balbuceó antes de soltar la carcajada. Me colmaba mucho cuando me hacía sentir ridículo. ¡Todo esto lo hago por él! ¿Y ahora me toma como su payaso? Estará pero bien imbécil— ¿Sabes qué Tom? Vete a la mier…

—Wou, wou, wou, párale a tus insultitos —alzó las manos imitando un débil escudo— ¿Cómo quieres que no me ría?, mírate, luces tan chistoso. No te enojes Bill, pero sabes que es verdad. Date vuelta —Me crucé de brazos resignado y le obedecí. El espejo de cuerpo completo fue con lo que me encaré, o más bien conmigo mismo. Tuve que usar toda la fuerza de voluntad que me quedaba para no soltarme a reír al momento en que me contemplé por completo. Como yo mismo había dicho, era todo un payasito— ¿Ya ves? Y con ese peinado le da un toque único, ¿a que sí, escobita? —Sin poderlo evitar me solté a reír ¿para qué malos entendidos? Tenía razón, me veía muy cómico así, sin zapatos ni nada, únicamente usando el vestido.

—Pero a que me veo muy guapo ¿verdad? —Puse ambas manos como jarra sobre mi cintura, contemplando mi reflejo y di un par de vueltas cual típico modelo. También hice varias caras chulas como si me estuviesen tomando fotos, lo cual le causaban más y más risas a Tom.

—Querrás decir guapa, nena —Me sonrió. Obviamente hablaba en broma, por lo que no me causo ningún coraje. Le sonreí también. Y así nos quedamos por un lapso desconocido, sonriéndonos y mirándonos hasta que Tom, rompió la conexión—. Bien —Se levantó de la cama y se acomodó la camiseta que le había quedado arrugada mientras yo desvanecía la sonrisa de la cara—. Sigamos, te falta todavía la peluca y lo demás así que, andando —caminó y se dirigió hacia mi baño muy campante y al ver que no moví ni un musculo para seguirlo, se detuvo— ¿Sucede algo?

—No necesito de tu ayuda Tom, de aquí en adelante lo haré solo.

—¿Solo? Pero faltan varias cosas. Tal vez todo eso de arreglarse no sea muy tema mío pero puedo ayudar, ¿no?

—En esto no. Puedo hacerlo por mí mismo. No te preocupes.

—¿Qué? Ni loco. Si te dejo solo capaz y te vistas de niña gótica. Te conozco.

—No lo haré, créeme. Además es cuestión de sólo maquillarme. Lo he hecho miles de veces, no es necesaria tu ayuda en cuanto a este tema ¿sabes?

—De todas formas puedo colaborar en algo, yo seré tu supervisor. Ah, y falta la peluca, te la tengo que acomodar bien, bien, para que se vea real y…

—No exageres Tom, ¿de cuándo acá sabes algo sobre maquillaje? Y lo de la peluca, ni que fuese cosa del otro mundo. En todo caso saldré y te pediré tu opinión, pero al baño no entras, es más, pensándolo bien ni siquiera puedes estar en la habitación hasta que termine. Lo siento, Tom, esperarás afuera.

—¡¿Qué? ¿Afuera?! Conociéndote tardarás cientos de años en salir —apuntó con el dedo su muñeca como si en éste hubiese un reloj— la cita es a las nueve y ya son las cinco, apenas y nos queda tiempo. Aunque sea me necesitas para estarte apurando.

—Lo último que necesito es más presión. Ya deja de estar buscando pretextos absurdos y déjame hacerlo yo, no puedo si tengo espectadores —Le di varios empujoncitos tratando de sacarlo de la habitación pero era inútil, seguía igual de terco y al parecer no pensaba retractarse en su respuesta. Cómo odiaba cuando se ponía de berrinchudo— Tom, obedece, ¿no que tenemos el tiempo justo para la cita? Y tú estás aquí distrayéndome. Anda, sal de aquí ahora o no llegaremos a tiempo.

 

—¿Pero por qué no quieres que esté aquí? Me sorprende que quieras aceptar hacer esto tú solo.

—No es raro. Faltan cosas simples y fáciles de hacer sin tu ayuda. Qué no entiendes que…

—Falta la peluca. Lo que por cierto tienes que lavarte bien ese cabello.

—Sí bueno…

—Y quitarte esos kilos de laca que te has puesto, para que puedas usar la mata.

—Sí, lo sé pero…

—Maquillarte, eso en si claro que puedes hacerlo solo; pero tengo que supervisarte para concordar con mi gusto.

—¿Qué?

—Mmmh, vas a usar botas, ¿no? El vestido te queda hasta por ahí de las rodillas al igual que las botas, creo que no es necesario depilarte o algo así. Va a estar oscuro nadie podrá fijarse. Además eres más lampiño que yo, así que eso anulado —¿Pero qué? ¿Pensaba depilarme? ¡Oh, señor eso nunca!

—Tom, creo que ya estás exage…

—¿Qué más falta? Nada. Si lo hacemos los dos juntos terminaremos más rápido, Bill. No entiendo por qué no quie…

—¡Falta ponerme los putos calzones, Tom! —Estallé, y me arrepentí de haber divulgado ese pequeño detalle. ¡Qué vergüenza!

—Ah… eso, pues… —Tom pareció resentirse también, pero aun no podía confiar en él.

—No te atrevas a decir que también puedes ayudarme en esto porque juro que te…

—Ya va, ya va, no grites ¿sí?

—Ni de coña me desvestiré frente a ti —finalicé. Tom, lo pensó un poco y luego asintió con la cabeza, resignado. ¿Qué más le quedaba?

—De acuerdo, pero con qué te tardes, juro que si es necesario tiro la puerta de una patada y te saco de ahí dentro. Estás advertido. —Me quedé parado, cruzado de brazos observando como poco a poco retrocedía aún sin darme la espalda. Iba caminando de reversa achinándome los ojos y emitiendo con los dedos la típica seña de “tengo los ojos fijos en ti” blah, blah, blah. Un par de pasos más, salió de la habitación y cerró la puerta. Me acerqué a ésta para ponerle seguro, pero casi me caigo de un sentón al haberse abierto de nuevo enérgicamente que por poco me pega en la cara—. Ya dije, nada de retrasos.

—¡Tom, ya, fuera! —Lo empujé y cerré de un portazo— pero que infantil —me aseguré de poner seguro a la puerta para evitar a cualquier intruso—. Bueno, manos a la obra —Ahora me tocaba hacerlo solo, sin ayuda de Tom, simplemente dependía de mi ingenio y creatividad.

Todo un reto, lo sé, pero no imposible.

.

Tom

—¡Agh! El cuello me duele —Hablando enserio y sin exagerar, ya llevaba esperando como una hora y media…”No me tardo nada” “Salgo en un momento”… Parecía que se las había llevado el viento. Esa cantaleta me la tenía escuchando desde el estúpido momento en el que le hice caso y salí de la habitación. Ya hasta con el tiempo de sobra que tuve, aproveché para meterme a la ducha y alistarme, cosa que no me tomó ni media hora. A diferencia de mi pequeño hermano, me había vestido rápido y un poco sencillo. Playera, pantalón ancho, ambas de color negro y una chamarra del mismo color. Así de fácil y sin ninguna demora. Bueno, el color lo había elegido no por gusto propio, sino para disimular la vestimenta que Bill usaría. Si los dos íbamos de negro, él no resaltaría y ni sería el blanco de los comentarios de mis amigos. ¿De cuándo acá Tom Kaulitz anda con niñas vestidas de funeral?

Tenía que disimularlo.

Lo peor de todo este “pequeño tiempo”, es que Bill aún no salía, ¿qué le podría estar tomando tanto tiempo? Creo que hasta demorarse de más lo protagonizaba tan bien como una chica ¡Qué va!

En primer lugar, me encontraba sentado en las escaleras, un lugar muy incómodo por cierto, pero yo tenía la idea en la cabeza de que saldría en los cinco minutos que me iba prometiendo cada vez que le preguntaba si ya estaba listo. Lo único que hacía para entretenerme era maniobrar con una moneda, la cual no dejaba de girar y girar.

Hasta ése punto había llegado mi ingenio.

—Joder, ¿por qué no se apura? —Me dolía el cuello, la espalda por estar todo encorvado y el trasero de lo plano y duro de las escaleras ¿pero qué más podía hacer? Quizá era el momento de ir y tirarle la puerta en las narices para ver si así salía de una vez— ¡Uff!… ¿Pero que tanto hace? Es lo que me pregunto —La moneda dejó de girar y mi mente la remplazó. Miles de cosas imaginé que podría estar haciendo. Seguro algo no le había quedado bien, me refiero a que tal vez no se puede acomodar la peluca y ahora está haciendo todo un show para lograr que le quede en su sitio o quizá el problema era con el otro “detallito”.

En verdad creo que fui tan cabrón como para casi obligarlo a ponerse semejante estreches y digo, por algunas que otras veces que he desviado la mirada hacia ahí sin querer, me he dado cuenta que mi hermanito está bien dotado, ¿y cómo no si es mi gemelo? Me imagino que será difícil tener que andar con ropa tremendamente entallada que te aprieta los huevos, ¿pero qué más da?

En realidad no importaba si se veía o no el bóxer debajo del vestido, simple gusto mío.

Debo admitir que imaginármelo lucir el vestido de todas las formas que sea, me emocionaba. ¿Funcionará? ¿Cómo lucirá al final? ¿Se verá como tanto lo había imaginado? Lindo, sexy, tierno, ridículo también pero esperaba que sea ésta la última opción al final aunque de eso no me preocupaba mucho, pues Bill en todas sus facetas, es perfecto. Aun usando una baratija sabe hacerlo lucir muy bien en él. Y se lo debo al mérito de que es gracias a la belleza natural que a mí me falta y que a él le sobra. Toda una creación divi…

—¡No! Nononono… ¡Basta Tom, basta! —Sacudí frenéticamente la cabeza, empeñado a desaparecer de inmediato aquellos pensamientos impuros, pero como siempre, era inútil. Si preguntaran no tendría alguna respuesta coherente. No sé cuándo y el porqué de esta sensación, emoción, obsesión que he llegado a tener por Bill, pero a veces llegaba a sentirme perverso. Que estuviera fantaseando con mi propio hermano ¿en qué me convertía? ¿Un maldito pervertido? ¿Un enfermo mental? Creo que hasta eso se queda corto. Pero lo cierto es que había cometido el peor pecado de todos:

Haberme enamorado de mi propio gemelo.

Por más que tratara de sacarme de la cabeza esa idea, esos pensamientos, deseos, no podía. Todo era inverso y al hacer el mayor esfuerzo en sacarlo de esa manera de mi mente, más lo retenía. De nueva cuenta Bill invadía mis pensamientos por completo y no había nada ni nadie que me pudiera sacar de tan asqueroso trance (para algunos) en el que me había encerrado, pero maravillosa pesadilla para mí, porque sí… aún seguía en una, completamente irrealista y hermosa pero no quitaba el hecho de que seguía siendo pesadilla. La mejor de todas.

No sé cómo se le llamará a este tipo de trastorno pero tampoco me importaba saberlo. De todas formas no le estoy haciendo daño a nadie ¿cierto? No si Bill jamás se entera. Lo que me queda, es vivir con este enfermizo dolor permanente, pues lo único que tendré de Bill es una relación completamente de hermandad, porque yo no pensaba hacerle daño ¡jamás!

Aunque creo que ya empecé mal.

Sobre la apuesta, debo admitir que todo esto fue obra mía. A cualquier chica que le hubiera redactado mi plan, aceptaría sin objeción alguna aun sin necesidad de convertirse en mi novia. Conozco a Bill perfectamente. Desde un principio supe que se creería el cuento de “no puedo durar con una sola mujer” al parecer también me conoce, pero creo que no lo suficiente. Y es así que por “casualidad” la única manera que yo mismo me había permitido encontrar, era escoger a mi gemelo como mi novia.

Acostarme con chicas para intentar sacarlo de mi pútrida mente ya me había colmado porque ¡no funcionaba! El único remedio que se me ocurrió fue algo tan simple pero contradictorio: realizar la dura fantasía de tener a Bill como a mi novio, aunque sea por un simple día. Sé que era egoísta pensar sólo en mí pero ¿y, Bill? ¿Qué acaso no me importaba? ¡Claro que sí! Por lo mismo si él se hubiera quedado con la respuesta negativa, yo no insistiría de nuevo en el tema, ni mucho menos lo obligaría. No tenía el derecho. Sé que es patético tener que llegar a estos extremos para tenerlo cerca por un día, pero en mi lugar otra persona haría lo mismo.

Quizá seré un monstruo, pero aun así no perdía nada con intentarlo. Pero ya, como si Bill fuera el único al que le han pasado cosas desagradables, eso tendría que decirlo yo. Y por muy enamorado que esté de él, eso no quita que aún sigamos siendo hermanos, que viéndolo desde ese punto, me debía bastantes. Por lo que pensando de esa manera, no me sentía tan culpable. ¡Bill, es todo un canijo!

—¡Ya estuvo bueno! —Me levanté de un volón de las escaleras, harto de tener que esperar y a causa de ello hacer lo que menos me gustaba: pensar. Así que me fui directo hasta su puerta.

Toc… Toc… Toc…

—¡Bill! ¿Ya estás? ¡Ya te tardaste muchísimo! ¡Te advertí que entraría a buscarte si no te apurabas así que quítate de la puerta que la voy a tirar! —empecé a aporrear la puerta con golpes algo fuertes, pero no con otra intención, simplemente para asustarlo, cosa que funcionó.

No hagas esooo, ya en un minuto saaalgoooo.

—¡Eso mismo dijiste hace una hora, a lo que ahora tengo que medir el minuto en 3,600 segundos! ¿Sabes cuánto es eso? ¡Es una eternidad y no estoy dispuesto a esperar tanto! ¡Ahí voy! —Y de nuevo los golpes.

¡Nooo Tom, espera! ¡Te prometo que salgo en uuun minutooooo! —respiré exhausto. No pensaba tirar la puerta, así que la única opción que me quedaba era entrar por la ventana, pero hacer eso sería demasiado complicado. Así que mejor me tuve que conformar con esperar. Pero con que se tarde…

***

—¡No, no, no dejes de girar! —Quince minutos y de nuevo me encontraba desparramado en las escaleras, jugando con la misma moneda de hace un rato. Empezaba a sospechar que quizás el motivo de su tardanza era que a lo mejor se sentía acojonado. Me refiero a que no puedo imaginar lo sencillo que sería abrir esa puerta y salir vestido de esa manera. Conociendo lo penoso que es, tenía que considerar esa opción—. Pues que se relaje entonces.

Me levanté con esfuerzo, me entraron ganas de mear y decidí mejor ir al baño. También necesitaba mojarme un poco la cara para poder despejarme y no caer en sueño. Eso me disponía a hacer, pero al momento de dar el primer paso, pisé la condenada agujeta que se me había desamarrado y…

—¡IAAAAAH! —Inevitablemente caí de bruces al suelo. Con lo que me dolió el golpe— ¡Demonios!

—¡Tom! ¿Estás bien?

—Sí, como no… ¡Me duelen las rodillas! —Y es que fue con lo primero que caí. Seguro me saldrán moratones a causa del duro golpe. Pero como no me fije antes que la aguj… ¡Un momento!… Su voz. Como una lagartija retorciéndose, giré el cuerpo de inmediato quedando boca arriba—. Oh, oh dios…

—¡¿Qué pasa?! —Y por fin, ahí estaba él. Parado a un lado de la puerta, usando como había dicho sus botas que le llegaban casi rozando las rodillas, luciendo su cuerpo con ése delicado vestido negro en el que ambos habíamos concordado. El pecho, el cual lo cubría el vestido, estaba perfectamente acomodado y muy natural. Tendrían que acostarse con él para saber que era tontamente falso.

Por debajo de éste y arriba de la cintura, tenía una delgada cinta de color grisácea, el cual le había dado un toque muy mono al convertirlo en moño, sosteniendo el vestido. El cabello largo lo tenía puesto por delante de los hombros, colgando como cortinas negras. Pero me perdí de verdad cuando me concentré en lo más primordial.

Su rostro.

Era demasiado hermoso aun estando contraído al haberse preocupado por mi caída. En definitiva debí de haber tomado antes alguna precaución. ¡El corazón se me estaba saliendo del pecho! Me quedé bastante asombrado al ver tan majestuoso trabajo. Era todo una muñequita de colección.

Su rostro lucía más fino de lo que ya era y su carita asombrada al verme aún en el piso era todo un arco iris.

Se había pintado los ojos de negro como de costumbre, pero de una manera más femenina. Esta vez no usó tanto maquillaje e incluso había utilizado sombras más claras, casi grises. Les había dado un toque expresivo al haberse puesto pestañas largas y enchinadas, totalmente perfecto. Sus mejillas ahora polveadas con un leve color rosado como toda típica señorita, encajaron a la perfección en él. Lucía hasta más joven y expresivo. Y qué decir de sus labios; brillaban de un color cereza verdaderamente apetitoso. La peluca ayudaba bastante, lo hacía lucir más femenino al haberse sacado el fleco, creo que le había cortado un poco lo cual lo hizo ver aún más adorable. En pocas palabras, el Bill que había imaginado infinidad de veces dentro de aquel vestido, se quedaba corto con el de la realidad. Un ángel. Y por esta noche era todo mío.

—¿Tom…?

—Te ves… precioso —Rápidamente me levanté del suelo y aún más lo contemplé.

Bill, que al principio no había caído en la cuenta que ya me había deleitado con su encantadora presencia y que no me había pasado nada, se mordió los labios, un tanto tímido y se tapó la cara con las dos manos, pero sólo por un segundo ya que al final se dignó a sonreírme al no poder retenerla más.

—Querrás decir preciosa.

—¿Qué? ¡Ah!… sí, eso mismo —Él era el equivocado, no yo. Amplió más la sonrisa mientras se balanceaba de un lado a otro sobre sí mismo, un gesto claro de timidez. Toda una monada.

—Pero ¿sabes? Aún me siento un poco extraño vestido así, digo, no es de extrañarse pero la sola idea de salir a la calle de esta forma me da un poco de miedo. ¡Uyyy! Y es que, ¿qué tal que alguien me vea? ¿Y si me reconoce? No quiero ni imaginar que explicación le daría, sería todo un alboroto y más si… —Sus palabras se fueron convirtiendo en susurros al atravesar mis oídos. La verdad no le podía prestar atención, estaba tan ensimismado con él que no prestaba el más mínimo interés en lo que me estaba relatando. Lo miraba sólo moviendo la boca, hablando y hablando, diciendo no sé qué tantas cosas, haciéndose caireles con los dedos en las puntas de la peluca por inercia, sonriendo y mirándome. No tenía palabras para describirlo. Bill, era más de lo que yo me había imaginado— …y con el viento se me levante el vestido, eso sería otro grande problema ¿no, Tom?

—¿Eh? —desperté— ah sí, sí, como digas —¿Qué había dicho? Oh, claro— no te preocupes, no te verán y si así lo hicieran estoy seguro de que nadie te reconocerá. Ahora ven para que te amarre bien la cinta ¿quieres? —Bill suspiró, y más bien lo vi como a una chica un poco acomplejada. ¡ME DERRETÍA! —En verdad que quedaste hermoso, hermosa.

—Sí, gracias —asintió y me hipnotizó con esa encantadora sonrisa la cual le devolví.

Esto ya no era pesadilla, ahora era un verdadero sueño. Sueño que no duró nada para volverse pesadilla nuevamente. Mi sonrisa fue desapareciendo con apenas verlo dar dos simples pasos.

Todo el encanto se esfumó de él de volada.

En primer lugar, caminó todo abierto, casi jorobado, jalándose una y otra vez el vestido y acomodándose el relleno, claro, metiéndose mano.

—¡Ush! Me molesta tener que usar esto. No se quiere quedar en su sitio —Y cuando pensé que lo peor había quedado atrás, casi me abalanzo contra él para reprenderlo cuando lo vi llevarse una mano “ahí”, restregándosela con ganas supongo yo, para acomodarse el paquete, jalándose por encima del vestido haciendo caras de disgusto.

Que le apretaba el calzón le apretaba y lo entendía, pues qué es más cómodo que un bóxer del cual hay tanta libertad y por mucho que se nos mueva o algo, lo preferimos mil veces antes que una trusa. Y ahora tener que usar ropa interior de mujer era bastante malo. Se le transparentaban un poco las piernas a causa de lo transparente del vestido y ni que decir de lo demás, por suerte sólo se le notaba la silueta de la panty y no más allá de ésta; pero pese a eso, era imperdonable que se comportara de ésta manera.

¡Se supone que está protagonizando el papel de una chica, y para nada se comportaba como una!

—¡Bill! Pero…

—Esto me empieza a picar —se llevó las manos a la cabeza, acomodándose la peluca, moviéndola de un lado a otro varias veces hasta que por fin encontró una adecuada postura— listo.

—¡Nunca! Escúchame bien, ¡nunca te vayas a comportar de ésta manera vestido así! —Me acerqué dos pasos y él abrió los ojos demasiado, con una clara señal de no entender nada de lo que le estaba hablando—. Se supone que eres una “dama”, no una vulgar. Tienes que tener más cuidado con tus movimientos, vamos, Bill, ¿acaso no puedes actuar como una chica?

—¿Cómo quieres que actúe como una si no lo soy? Esto ya es demasiado para mí y encima de eso me pides a gritos y regaños que me comporte como una dama. ¡Por favor!

—Siempre te sales por la tangente ¿verdad? Yo no te estoy reprochando nada, sólo que no había tomado en cuenta algo.

—¿Qué cosa?

—Hermanito… —Lo tomé de los hombros y lo miré cautelosamente— necesitas clases de modales femeninos. —Una cara atolondrada es lo que ahora tenía en frente; pero enseguida desapareció cuando entendió de qué hablaba.

En cierto modo yo no me consideraba un experto en cuanto a este tema del comportamiento de las chicas, pero de una u otra forma me había fijado bastante en los detalles de las chicas con las que he salido y de algo estoy seguro, ¡para nada se comportarían como Bill lo hizo hace un momento!

Aún nos quedaba una hora para estar listos, lo suficiente como para que le enseñara algo, aunque sea lo básico sería suficiente.

Conforme pasó la hora de volada, vimos los temas principales, desde caminar recto e ir fingiendo que caminaba sobre una línea recta para contonearse un poco, cosa que al principio resultó un poco complicado pero al final, sus largas piernas le facilitaron el trabajo y logró hacerlo bien. ¡Coño, hasta podría hacerse pasar por modelo! También repasamos como podría mantenerse siempre recto y sin nada de encorvarse, cosa sencilla de hacer. Y lo peor y más importante, tratar de evitar estarse acomodando la entrepierna, por muy incómodo que se encontrara tendría que aguantarse. Lo bueno que pareció comprender. Por último, aclaramos también como debe sentarse: con las piernas cerradas y si era necesario, cruzadas.

—Pero va a ser muy incómodo estar con las piernas cruzadas, sabes a que me refiero.

—Bueno, entonces no lo hagas. Sólo procura no abrir las piernas más de la cuenta ¿ok?

—Captado.

—Vale. Mmmh… creo que es todo —miré el reloj de pared. Con el tiempo justo—. Ya estás listo Bill, así que llegó la hora de irnos.

—¡Qué fastidio será todo esto! —Gritó y yo me quedé de a cuadros.

¡Maldita sea! ¿Cómo no lo noté antes? ¿Cómo se me pudo pasar algo tan notorio?

—Bill, tu voz… ¡TU VOZ! —Tanto como yo, él se quedó petrificado.

—Oh, por dios, ¿ahora qué haremos?

—¿Qué más hacer? Tendrás que fingir la voz, sé que puedes hacerlo no es tan difícil. Sólo agudízala un poco, haber inténtalo.

—¿Qué digo?

—Lo que sea, invéntate algo.

—Ok, ok —carraspeó un par de veces e incluso tosió también preparándose para su actuación— aam… hola, Tom —Un desastre. Se le escuchaba tan fingida que cualquiera se daría cuenta de eso.

—¿Qué fue eso, Bill? Vamos, sé que puedes hacerlo mejor, y procura esta vez no imitar la voz de burbuja.

—No puedo hacerlo, yo no soy un actor. —Nos quedamos callados, mirándonos, pensando en cualquier solución que se nos viniera a la mente, pero al único que al parecer se le ocurrió algo fue a mí, la cosa más obvia pero al cabo era una idea, ¿no?

—Lo siento Bill, pero ahora las cosas cambiaron.

—Escucho.

—Tendrás que protagonizar el papel de una chica tímida, ¿sí sabes a lo que me refiero? Entenderás que te mantendrás con la boca cerrada todo lo que te sea posible. Si es necesario yo contestaré por ti. Es lo único que se me ocurre.

—Ah, por mí encantado. Ni siquiera pensaba entablar una conversación con… ¡Oye!… aún no me has dicho con quién saldremos, ¿no los conozco, verdad?

—¿Cómo los vas a conocer? Claro que no, ni siquiera les he hablado de ti.

—Oh, gracias —pareció un poco ofendido por el tono totalmente sarcástico que escuché pero yo no mentía. Siempre procuraba no mencionar a Bill con nadie con los que salía, el propósito de estas huidas era para despejarme de él. No podía mencionarlo— ¿Y entonces?

—Saldremos con Keller, Volker y Zelig.

-—¡¿Qué?! No juegues. ¿Esos pervertidos amigos tuyos que se pasan morboseando a las mujeres? ¿Son los mismos de los que me has hablado? Si lo hubiese sabido antes juro que no te hubiera ayudado en esto —Se cruzó de brazos, poniéndose a la defensiva.

—¿Por qué crees que no te dije? Ya, Bill, estaré contigo todo el tiempo, no te pasará nada. —A mis “amigos” no se los tragaba Bill, y eso que no los conocía en persona. Yo le platicaba algunas veces con quien salía ya que me sometía casi a un interrogatorio para saber en dónde y con quien me había metido cuando llegaba tarde a casa, ya ni mamá hacía eso. Pero yo era honesto con él y no omitía nada al relatarle algunas de mis anécdotas nocturnas con ese trío. Y digamos que las cosas que le conté fueron grandes razones para lograr inculcar un claro desprecio en Bill hacia ellos.

—Vaya, como si eso fuera hacerme sentir mejor —El claro desagrado de Bill se podía notar desde a kilómetros de distancia; por eso me limité a finalizar esta pequeña conversación con miedo a que él se echara para atrás. No quería eso.

—Sí, como sea. Ahora vámonos que llegaremos tarde —Le tendí la mano para que se acercara y no puedo negar que me asombró verlo… lo hizo. Tomó mi mano algo indeciso pero en sí aceptó— ¿Listo para ser mi novia?

—No del todo, ¿pero tengo opción? Por mí preferiría quedarme en casa toda la noche a tener que pasar por esta vergüenza.

—Tomaré eso como un sí.

—Sólo espero que esto nos salga bien.

—Ya verás que sí, tú no te preocupes —Y enseguida la puerta de la casa fue cerrada y ambos cogidos de las manos nos encaminamos a nuestro destino.

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Pobre Bill ¡lo que uno hace por amor! xD Bueno, no se pierdan del siguiente ;D

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